Hace diez mil años que la mayor parte de la humanidad empezó a olvidarse de la caza como subsistencia básica y se resignó a sobrevivir de la agricultura. Tuvieron la habilidad de conjugar y desarrollar desde el primer momento dos actividades paralelas continuadoras de sus antiguas experiencias cazadoras-recolectoras realizadas al alimón: por un lado, la cría de ganado, que procede de la caza y que la renueva con el control y la administración de los rebaños; por otro lado el cultivo de la tierra, que resulta de la domesticación de la recolección.
Estas dos ocupaciones complementarias, agricultura y ganadería, facilitarían los elementos destinados a aumentar las comodidades, en particular la producción de materiales utilizables para cubrirse y vestirse, pues hay que tener en cuenta que, ya en la Antigüedad, la ganadería no se criaba con vistas a la producción de carne, sino que, inversamente, ésta solía ser un subproducto de la cría de bovino y ovino seleccionado durante siglos por la excelencia de sus vellones o de sus pieles. También en el caso de las fibras textiles clásicas, lino y algodón, éstas aportan asimismo sus subproductos, como por ejemplo, las semillas oleaginosas.
Se vio que si se estiraban las fibras de los vellones, se enrollaban fácilmente entre los dedos. Tirando de los hilos hasta devanar el vellón y retorciéndolos, se obtenía algo semejante a un tallo que podía estirarse a medida que se introducían otras fibras sin cesar la torsión.
Un hilo de este tipo permitía realizar entrelazamientos semejantes a los de las mallas de cuerda o de tira de cuero, entrecruzamientos cada vez más apretados a medida que se ganaba habilidad: era el tejido, perfeccionado en una labor más de milenios que de siglos, tiempo en el que se incorporaron asimismo instrumentos paulatinamente mejorados que facilitaron la tarea: la rueca, para aumentar y regularizar la torsión de la lana o estopa, así como para asegurar la continuidad del hilo, y el huso, que aumentaba la velocidad de esa torsión.
Después del arco, el telar fue la siguiente máquina en hacer su aparición en la Historia. La primera noticia que se dispone acerca de él hace referencia a los egipcios, los cuales transformaron el primitivo bastidor, o marco rectangular de madera, hasta convertirlo en un telar propiamente dicho hacia principios del tercer milenio.
El uso del telar se mantuvo durante toda la Edad Moderna y se prolongó hasta el siglo XVIII, en cuyo último tercio se dio la gran transformación del hilado en general: Y la rueca el huso y el telar fueron los instrumentos progresivos ―ese es el significado básico del progreso― de la primera esclavización histórica, la femenina.
1. Más herencia que invento
Aunque en las universidades se siga discutiendo sobre la cronología de los primeros materiales textiles ―vellón animal o fibra vegetal―, los teóricos parecen apoyar la idea de que el tejido deriva con toda probabilidad del trenzado, es decir, de la cestería, de la fabricación de cestas en las que hace 10.000 años nuestros antepasados transportaban sus productos de recolección o de caza.
Y es que, a pesar de que los investigadores presumen de su independencia intelectual respecto a tabúes religiosos, en todos los campos de la antropología parecen obstinarse en profundizar hasta el "momento mágico" en el cual a un humano se le ocurrió de repente una cosa, cualquier cosa, da igual qué cosa, hacer un nudo o dar un beso. Únicamente desde hace unos cuantos años se está explorando seriamente la inteligencia animal, no sólo en chimpancés y delfines y cuervos, los bichos más listos de tierra, mar y aire, sino en las especies aparentemente más torpes; y las sorpresas son tan morrocotudas que cada vez resulta más complicado hallar una característica diferenciadora única y exclusiva del ser humano, alguna habilidad mental que se ocurriera a él antes que a ningún animal, algún rasgo que no esté presente en algún grado en el resto de la naturaleza, naturaleza vegetal inclusive; tal búsqueda se materializa en el incansable rastreo en busca del gen perdido: un gen para cada destreza y cada destreza en su gen.
Cuando por fin se comprendió que, por poner un ejemplo, si los primates no hablan se debe a que es su sistema nasofaríngeo quien se lo impide y no su cerebro ―aunque sea cierto que la estructura de aquél condiciona el desarrollo de éste―, se abandonaron muchos enfoques prejuiciados que distorsionaban otros campos de investigación de la base inteligente. El simple hecho de que una mutación afortunada de la laringe nos permitiera manejar el lenguaje hablado, alteró nuestra configuración cerebral y nos configuró simultáneamente como una especie nueva… que partía de una raíz simia, con todo su bagaje de habilidades y torpezas.
De hecho, y a tono con nuestro tema, es "el mono vestido" el último cliché que circula por el periodismo de divulgación para referirse al humano, tras una serie de monos (El mono degenerado, de Roos, o El mono obeso, de Campillo Álvarez, entre otros) que sucedieron al primer mono humano de la literatura antropológica, El mono desnudo, que Desmond Morris lanzó en 1967.
En definitiva, y a lo que íbamos, el ser humano no apareció un día de la nada, pelón desnudito y muerto de hambre, con una inteligencia única en el universo que le permitía ir apañándoselas cada vez mejor. Las extraordinarias habilidades que observamos en los diferentes primates, el instinto ―no tan automático sino sujeto a aprendizaje― con que organizan nidos y refugios y eligen plantas purgativas y se administran antídotos, eran también los nuestros ya hace seis millones de años, época en la cual su genealogía y la nuestra comenzaron a distanciarse.
Es verdad que ellos siguen haciendo lo mismo que entonces y nosotros hemos aprendido un par de cosas específicas más, las cuales reorganizan nuestras neuronas: hablar y leer. Pero nosotros, el ser humano, no hemos aparecido de pronto en el planeta, caídos del guindo del bien y del mal, para aprender a hacernos la lazada del zapato y el nudo wilson de la corbata o el lacito del moño, y sacarnos el carnet de conducir.
Con el nombre de "cestería" se reagrupan varias categorías de objetos realizados en materia vegetal, como las esteras y los cestos. Generalmente sólo se conservan las huellas en negativo (las esteras en suelos, terrados o paredes de silos) o los materiales que aseguran su impermeabilidad (cestos enlucidos con betún, cal o escayola. En algunas ocasiones se han documentado carbonizados. No se debe subestimar su importancia en el conjunto doméstico. (O. Aurenche y S. K. Kozlowski: El origen del Neolítico en el Próximo Oriente)
2. De tejar a tejer
Así pues, urdir y tramar, tramar y urdir, lo mismo da que sean planes o tejidos, tienen en nosotros unos antecedentes heredados, y unas prácticas transmitidas durante millones de años que nos permitieron organizar con cierta maña las cercas más primitivas, enredando ramas, lianas, cortezas o tiras de madera, para defender así la entrada de nuestros refugios bajo la roca o los límites de unos campamentos familiares y tribales en todo semejantes a los de nuestros recelosos e inquietos parientes simios.
En estos menesteres el espino prestó, en su condición de de material prefabricado por la madre naturaleza, una inestimable utilidad este que nunca fue olvidada, siéndole agradecida con la consideración de Árbol de Mayo ―en honor a la diosa Maya, patrona de la primavera― otorgada tanto al espino albar como al espino blanco, árbol sagrado a cuyo alrededor han brincado las mozas y a cuyo aceitado lomo se han encaramado los mozos de todos los pueblos europeos hasta hace bien poco.
A este respecto, es curioso constatar como uno de los primeros adornos vegetales, si no el primero, de las columnas griegas en sus capiteles fue el de las hojas de acanto, una planta espinosa donde las haya, que caracteriza al estilo corintio, sucesor del lineal jónico y el ondulado dórico (el griego 'akanta' significa espino o cardo).
También con lianas más o menos enredadas se interceptaban los ríos, para retener la pesca, y posteriormente se aplicaría el mismo principio a nasas y trampas. Estas uniones de diversos elementos se convirtieron en armazones sobre los que se extendían y fijaban pieles, ramas con hojas y manojos de hierba, antes de saberlas trenzar. Los primeros alojamientos humanos tendrían forma de tienda, construcción derivada de colgar sobre un mástil las pieles de los cazadores nómadas.
Sin embargo, como avanzábamos en el anterior artículo, el séptimo milenio constituye la fecha a partir de la cual ningún material procedente de las pieles aparece ya en las excavaciones. Esta es la fecha de datación de la lana hallada en el estrato más profundo de las excavaciones de Çatal Hüyük, en la Anatolia turca, donde ya se había encontrado trigo cultivado. Lo cual quiere decir que desde hace nueve mil años para acá, la piel y el cuero se han reservado únicamente para uso y disfrute de la nobleza y para el equipamiento militar de hombres y cabalgaduras.
Como botón de muestra, de la época del Imperio Romano se sabe que el principal consumidor de artículos de cuero fue el ejército, y este comercio estuvo centralizado en la ciudad de Roma a través de un gremio de comerciantes de cueros y pieles del puerto de Ostia. Uno de los elementos desencadenantes de la guerra de Cartago fue precisamente el comercio del cuero, suministrador a su vez, gracias a los mercados instalados en el norte de África, de pieles a los diferentes países mediterráneos.
A partir del siglo -III, y muy especialmente de la época del imperio romano, los mercados de cuero proliferan en todo el mundo romanizado. Quizá sea el sur de Francia y la práctica totalidad de la Península Ibérica la zona más abundante en este tipo de industrias. Un hallazgo encontrado en el pueblo de Botorrita (Zaragoza) donde han aparecido cantidades de cal, de azufre y de otros productos químicos, en el yacimiento de Contrebia Belaisca correspondiente al período comprendido entre los siglos -III y -I demuestra el desarrollo de la piel en tan temprana época en la romanizada Hispania.
Al final del Imperio, al desmoronarse progresivamente las vías de comercio romanas, el papiro para escribir se hace cada vez más escaso en Occidente, beneficiando a una industria local de producción de pieles finas para la fabricación de pergamino. (Wikipedia: Curtidos)
El otro uso nobiliario de la piel lo sustentaba el pergamino. Fue inventado por Atalo de Pérgamo (o más probablemente por algún ignorado súbdito suyo), sucesor de un amigo de un general de Alejandro Magno, de acuerdo a una peripecia que comentamos en la entrada dedicada a Los caballos de Troya. Y desde el s.-III, época de Atalo, hasta el perfeccionamiento de la técnica del papel en el s.XVIII, el pergamino fue utilizado como soporte de escritura por todos los que sabían escribir; era muy poca gente, casi exclusivamente perteneciente a la Iglesia Católica, que fue quien se encargó de conservar la maltrecha herencia de Roma (material y cultural) a la caída del Imperio. Los nobles tampoco sabían leer ni escribir en su mayoría, pues siempre tenían a los religiosos como secretarios y escribanos. Y además presumían de las dos cosas, de no saber leer y de tener escribano. Pero estos temas merecen artículo aparte.
Y tampoco el pergamino era barato ni fácil de obtener: «Es la piel de un animal, generalmente ternera, cabra, oveja o carnero, tratada de forma especial para conseguir este soporte de escritura. Alguna vez se usan otros animales, pero de forma excepcional, como el antílope, con el que se fabricó el códice bíblico conocido como Codex Sinaiticus. El pergamino se obtiene a partir de la dermis de la piel del animal. Ésta se dejaba en remojo en agua durante un prolongado período de tiempo, después se le daba una lechada de cal para eliminar la epidermis, evitar que se pudriera y facilitar la eliminación del vello, que se hacía a continuación; finalmente se raspaba el tejido subcutáneo. Una vez reducida la piel a una capa fina y limpia de la dermis, se estiraba y tensaba sobre un bastidor, donde se goteaba y raspaba con cuchillas de acero pasando a continuación un trapo húmedo con agua y polvo calizo; esta operación se repetía varias veces, de modo que, a base de secar y mojar la piel tensa, se producía un reordenamiento de las fibras de colágeno que daban el aspecto característico de la trama del pergamino. Una vez quitada la piel del bastidor, se apoyaba sobre un caballete y se volvía a rascar, ahora en seco, con cuchillas de cierta curvatura, para hacerla aún más fina y flexible, luego se pulía con piedra pómez. Con las virutas que se desprendían del raspado se fabricaba la cola de pergamino, usada para teñir lana, para pinturas y para encolar papel». (Enciclopedia Micronet)
Todo lo relacionado con la vestimenta en general, es decir, con todo lo que nos cubre protectora e íntimamente, tiene su origen etimológico en la diosa romana Vesta. Aunque resulta más convincente que sea a la inversa y este nombre derive del sánscrito 'vaste', vestido, a modo de la advocación protectora de las vírgenes católicas. En cualquier caso, no se trataría de Vesta-Cibeles o la Tierra, esposa del Cielo y madre del Tiempo, de Saturno, el antiguo Cronos-Tiempo, ese dios que sobrevive a base de comerse a sus propios hijos, según la evocadora religión greco-romana.
Parece ser que en este caso se trata más bien de otra Vesta, nieta de la anterior según la tradición romana, pero que resulta de una tardía asimilación de la diosa griega Hestia, la única de los grandes dioses que nunca interviene en guerras o disputas, inventora de la arquitectura y diosa del fuego hogareño. Y con templo propio en Roma, en el que sus sacerdotisas, las vestales, eran depositarias, registradoras y notarias de los testamentos particulares de los romanos. A ella, a una imagen suya, se le consagra el 'vestíbulum', el vestíbulo, el acceso a la vivienda, tras una lamparilla siempre encendida, según una estampa que muchos recordamos habitual en nuestra infancia.
Volviendo a la Prehistoria, al imponerse la desagradable realidad del final de la caza mayor y la necesidad ineludible de tener que comer el pan ―y nada más que pan o sus gachas previas― con el sudor de su frente a base de la agricultura pura y dura, aparecerían las primeras chozas construidas con ramas y barro.
Desde estas primeras chozas se produce la evolución del lodo como material constructivo; a base de hallazgos casuales el barro se mezcla con paja, una fibra, que le da consistencia, o con elementos que multiplican su grado de aislamiento, como el estiércol de caballo o de vaca, o la turba originada en la descomposición de restos vegetales de zonas pantanosas.
Las obras de cestería más antiguas presentan todas las variaciones de estructura que constituirán los tejidos a partir de las dos combinaciones fundamentales de la textura: el tafetán y la sarga que aquí veremos. Y si, como decimos, el corpus científico mundial no ha podido aportar hasta el momento la prueba irrefutable de la anterioridad de una de las dos fibras, la lana y el lino, entre los partidarios de ambas hay algo más que disputas académicas, religiosas, científicas o profesionales. Se trata de un antagonismo simbólico derivado de la circunstancia de que los hechos agrícolas no sólo preceden a los hechos culturales: es que el cultivo, como denuncia la etimología, fue la base del culto religioso y de la cultura emanada de ambas prácticas: culto, del latín 'cultus', participio de 'colere', significa cultivado, cuidado, practicado.
Alineados unos junto a otros, los hilos que determinan la longitud del tejido se denominan hilos de la urdimbre, y urdidura es la operación consistente en tender los hilos de forma paralela de un extremo al otro del telar. Para tejer, un segundo hilo tiene que entrecruzarse con los de la urdimbre a lo largo del tejido. Es el hilo de la trama, guiado por una lanzadera. La forma de entrelazar los hilos de urdimbre y trama es la textura o ligamento, y las texturas básicas son: la lisa o tafetán ―(del persa 'taftah', paño de seda o vestidura de hilo, "tejido de lujo", en suma) la más antigua y la más sencilla ―los hilos se cruzan uno a uno de forma regular― y la sarga, alternancia de dos hilos de urdimbre y uno de trama ―o de dos y dos, o de tres y tres― con desplazamiento de un punto por cada pasada de trama; sarga deriva del latín 'salix', sauce, y designaba algo así como "especie de mimbre", pues, como decimos, el textil es un perfeccionamiento de la cestería.
3. Las fibras vegetales básicas
Sin meternos demasiado en honduras, señalaremos al brezo y la retama, y al bambú y el yute, como las fibras vegetales más primitivas y más a mano a las que recurrimos a la hora de buscarnos un cobijo lejos de las cuevas de los tiempos glaciales. Si las cuevas tenían el inconveniente de que osos lobos y serpientes las habían visto antes, el brezo la retama y el bambú, cada uno en su clima, eran simultánea y peligrosamente excelentes coberturas y magníficos combustibles para formar un hogar… porque era un hogar que, como su nombre indica, debe su confortabilidad… al fuego:
Hogar es un sinónimo de hoguera y fogata, derivados todos de 'focus', fuego ―hoy también, foco, punto de luz, y, en general, punto desde donde se propaga algún fenómeno... generalmente nocivo―, y los cómputos de Hacienda hasta casi el s.XX han hablado de "fuegos" para referirse a las "viviendas" de los presuntos contribuyentes en sus estadísticas.
Y es que desde nuestra estreñida y más profunda infrahistoria se han explorado las plantas más diversas en busca de fibra, de algo que fuese parecido al propio cabello, otra fibra utilizada al límite de su ser, sobre todo, o mejor dicho, exclusivamente, el cabello femenino, por su suavidad y resistencia. Su continuo manejo daría lugar a productos muy alambicados compuestos por dos o más fibras complementarias que llegarán hasta nuestros días, como el linóleo (contracción de 'linum', lino, y 'oleum', aceite), "tela fuerte e impermeable, formada de un tejido de yute cubierto de una capa de corcho en polvo amasado con aceite de linaza (aceite de las semillas del lino y que da nombre al conjunto) bien oxidado".
3-a. El inimitable Brezo
Las chozas y construcciones antiguas estaban confeccionadas con techo de brezo. Pero también ahora los brezos son muy apreciados en jardinería, pues forman masas compactas verdes o de tonos de color rosa, púrpura o blanco con flores de distintas variedades especies y aromas, dando lugar a una exquisita miel densa suave y oscura que casi se puede cortar con el cuchillo a poco que te descuides.
Y la miel era el único edulcorante de la Antigüedad, el cual formaba parte de la hidromiel, el colacao de los dioses, bebida compuesta por miel diluida en agua en distintas proporciones, muy popular entre griegos, egipcios y sobre todo entre los romanos que la utilizaban como bebida refrescante, en ocasiones mezclada con vino. Es por esto que la mitología griega ofrece al brezo un gran realce bien relacionado con su miel, por la cual Atenas era famosa.
Erictonio, "De la tierra del brezo", era un viento procreador proveniente de las montañas cubiertas de brezos, viento que Atenea propiciaba a las parejas de recién casados por aquello de la dichosa fertilidad; y los primitivos reyes de Atenas presumían de ser descendientes de este tal Erictonio.
Otro personaje relacionado era Ericepayo, "Comedor de brezo", una abeja celestial que zumba fuertemente, hijo nada menos que de la Gran Diosa Madre (estamos en Grecia, así que "la" abeja celestial es masculina, faltaba más, y no un vulgar zángano fecundador). De época posterior, más respetuosa con natura, es Erecteo, "El que se precipita sobre el brezo", marido de la "Diosa Activa", la Reina-abeja. Y el nombre del rey Tegirio de Tracia, cuyo reinado heredó el bisnieto de Erecteo, constituye otra asociación con las abejas, pues significa "Protector de colmenas".
Así mismo, Ericina, "La del brezo" era la ninfa-diosa del solsticio de verano, asimilada a la Afrodita Urania, "Reina de la montaña". (De Los mitos griegos, Robert Graves)
Es una fibra, en fin, muy agradecida y versátil la del brezo, con la cual además se elaboran una gran cantidad de utensilios caseros como cestos, brochas y escobas, y a más a más también sirve para labrar pipas, y forma parte de la elaboración del mejor whisky de Escocia, por lo cual el brezo es uno de sus justificados símbolos nacionales. («No hallo etimología a brezo, si no es que del nombre griego erice mudasen la 'E' en 'B' y dijesen brice, y de allí brezo…», dice Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Castellana y Española, de 1611, quien no andaría muy descaminado puesto que el latín 'ericius' significa erizo, animal con un pelaje muy semejante al que presentan los entramados a base de brezo… aparte de que la raíz onomástica de los personajes recién citados, Ericepayo, Erecteo, Ericina…, así parecen confirmarlo).
3-b. El humilde y orgulloso Esparto
Aunque esparto deriva del latín 'spartium', a su vez el origen de esta palabra hay que buscarlo en las voces griegas similares que engloban a la propia ciudad de Esparta y 'sparton', nombre con el que era designada una cuerda para confeccionar redes de pesca.
Sin embargo, uno de los nombres originales de esta planta y de su tejido en la Península Ibérica parece ser la voz íbera 'arrago', de donde algunos autores derivan el nombre de la región española de Aragón. Otro de sus nombres, atocha, ha sido aplicado a la estación de ferrocarril de Madrid, que provienen del mismo nombre de donde eran utilizados los capazos de esta fibra vegetal para el acarreo de mercancías. Cestos, esteras, capazos y otros recipientes, hasta hace poco tiempo eran utilizados para la recolección de uva, olivas, limones y otras frutas o para el acarreo del carbón en las minas.
3-c. La hacendosa Ortiga
Planta muy reservada y muy suya, de acuerdo a la etimología a que dio origen (latín 'urtica', de donde procede todo lo urticante y urticario), las fibras de ortiga fueron utilizadas por los egipcios para elaborar tejidos y los marineros para confeccionar velas, ya que resisten bien la acción del agua y los elementos. En la Antigüedad debió ser importante el uso de esta fibra para confeccionar varios tipos de tejidos antes de que el cáñamo fuera importado de la India y desplazara al lino y a la ortiga por su fácil recolección y por proporcionar fibras largas y elásticas de una calidad superior.
Los pueblos germanos, escandinavos y escoceses utilizaron ampliamente esta fibra de ortiga, la cual, todavía en el s.XVI, era mencionada en literatura, y no sólo por la "excelente calidad y belleza de sus telas" pues también se empleaba en alimentación proporcionando, como mínimo, un excelente caldo. Dicen.
3-d. El agradecido Cáñamo
Sin embargo, en la antigüedad occidental no se halla en parte alguna una mención de tela para vestir o decorar hecha de esa agradecida planta llamada cáñamo, por más que a los pájaros, que son muy listos, les encanten los cañamones. Por eso, por falta de precedentes, el término griego 'kannabis', que Herodoto es el primero en emplear, significa simplemente «una especie de caña». Pero mucho antes de que Herodoto contara que los escitas utilizaban el cáñamo como fibra textil y como droga alucinógena, la lengua sánscrita ―que dejó de hablarse antes del s.-X― contenía la palabra 'bhang' para designarlo. Todo ello corrobora el origen centroasiático de la planta y su uso inmemorial.
Después, sabemos que Hierón II, el tirano de Siracusa del s.-III, mandó que sus navíos transportaran cáñamo desde la Galia ―donde la planta habría llegado a través de los tracios y los nómadas de la Europa central―, en la que servía, sobre todo, para la fabricación de toldos, velas para los barcos, cuerdas, redes y alpargatas. Bramante, como "cordel delgado de cáñamo", es palabra que apareció en el s.XV para hacer referencia a Brabante, ciudad de los Países Bajos que cimentó su riqueza sobre el negocio del cáñamo hilado, que no agitado, y su fama popular sobre la truculenta leyenda de Genoveva, personaje semilegendario que semivivió y semimurió durante el s.VIII, época de Carlomagno.
Aunque alrededor del año mil se menciona el cáñamo en muchas capitulares de órdenes religiosas, hay que esperar hasta el s.XV para encontrar un uso familiar, debido a la mejora del material necesario para su preparación y tejido y, fundamentalmente, a la aparición de la ropa interior, para cuya confección la gente del campo no puede permitirse el lino, fabricado para la ciudad y los señores. En contra de lo que suele ser norma, fue el árabe hispánico el que tomó prestado 'párga' del castellano abarca, en el s.X, como "calzado consistente en una suela de cuero ―hoy, de neumático usado― atada al pie con cuerdas o correas", y no viceversa. Como devolución del préstamo, de 'al-párga' nos quedaría, desde el s.XV, alpargata.
4. Y las fibras vegetales selectas
Si la lana tiene una connotación estereotipada que la identifica con la vida rústico-nómada de los criadores, el lino expresa la urbano-sedentaria de los cultivadores. Ganaderos contra agricultores. De nuevo la vieja rencilla entre Caín y Abel. O entre John Wayne y Alfredo Landa, para todos los públicos.
Y entre la amplia descendencia tecnológica del primero, y en cada uno de los tres principales focos de civilización ―la cuenca del Tigris-Éufrates, el valle del Nilo y el del Indo―, se produce la expansión de cada una de las tres grandes fibras textiles que los caracterizan: la lana desde Mesopotamia, el lino desde el Nilo y el algodón desde el Indo. Como habrá ocasión de tratarlo más detenidamente al abordar el tema de la incalculable influencia de la lectura en la mente humana, dedicaremos aquí al papiro sólo la imagen al pie del párrafo y una simple referencia, por ser una delicada fibra cuya más importante aplicación fue la selecta confección de pliegos de papel, palabra derivada del latín 'papyrus', papiro, y cuyo uso apenas traspasó nunca el pórtico de los templos egipcios (el griego 'papiros', origen del latino 'papyrus', está tomado del egipcio antiguo 'per-peraâ', que significa “flor del faraón”, con éso ya está dicho todo); por más que hasta el siglo XVIII el papel se obtuviera a partir del reciclaje de ropas telones y velámenes de lino y cáñamo, el trenzado de fibras de papiro fue su sistema de obtención primigenio. Junto con el pergamino, el papiro nos transmitió aquella parte de los conocimientos acumulados durante milenios que logró sobrevivir a la ignorancia la desidia y la intolerancia culturales a partir del nuevo orden de Constantino.
4-a. El Hilo musical
Los pueblos politeístas atribuían el cultivo y el tejido del lino a divinidades primordiales; los egipcios se lo agradecían a Isis (¿Sabían que Isidoro, o Isidro, significa "Adorador de Isis"?); los escandinavos a Hilda, la Tierra; una tradición iraní menciona a Gomer, hijo de Jafet, nieto de Noé y padre de los arios. Probablemente, la planta se usaría al principio para la confección de ligaduras y después ―al percatarse de la solidez de sus múltiples fibras tras pudrirse el líber―, para la del hilo de coser las pieles: línea significa “trazado con, o como, un hilo de lino”.
Grecia en particular, cuya mitología ―es decir, cuyo culto religioso y cuya cultura― está cimentada en dos animales "productores" de tejido, la cabra y el carnero (o la oveja, que para nuestro contexto es similar), ignora casi por completo al lino como sujeto de las aventuras y desgracias que la caracterizan. Ni siquiera el caballo y el toro pueden igualar el protagonismo de esos dos sufridos y nunca suficientemente bien ponderados animales.
El lino está escuetamente representado por un par de personajes secundarios, Lino e Hilo, bastante relacionados, por cierto con ese peón de brega, burrote tontorrón y sufrido currante que fue Hércules. Al primero le mató de un sopapo impaciente cuando intentaba meterle en la dura mollera el manejo de la lira; el segundo le proporcionaría el camisón que le amortajaría. Y poco más puedo yo decir del tema.
Bueno, sí. Parece que la mitología griega habla de dos Linos diferentes, uno de ellos, natural de Ismene, fue el que mató Heracles, y el otro, nacido en Argos, fue muerto por Apolo a causa de celos profesionales, igual que dijimos le había ocurrido a Aracne con Atenea en la precedente entrega. Y es que hacer sombra a nuestros superiores nunca ha sido una buena idea, por mucho que estos nos aseguren que les "encanta tener a su cargo a gente con iniciativa". Esos son los peores; lo dicen para darte cuerda y poder ahorcarte con ella.
«Lino era el músico más grande que había aparecido en la humanidad y el celoso Apolo lo mató. Había compuesto canciones en honor de Dioniso y otros héroes antiguos, y las escribía luego con letras pelasgas; y también una epopeya de la Creación. Lino, en realidad, inventó el ritmo y la melodía, era sabio en todo y enseñó a Támiris y Orfeo» (Diodoro Sículo y Diógenes Laercio comentados por Robert Graves, Los mitos griegos)
Y es que Apolo, cuyos sacerdotes, por cierto, se distinguían por vestir túnicas de lino, era el patrono de toda la música griega, y aunque el severo clima griego hacía que el lino no fuera demasiado apreciado como vestimenta ―fuera de los rituales funerarios, a imitación de la cultura egipcia―, sí se le utilizaba en la confección de instrumentos musicales, y algunas de las cuerdas de la lira en concreto eran de hilo de lino. Hay que tener presente que en aquellos tiempos era difícil encontrar materiales apropiados como cuerdas armónicas, es decir, eran escasos los elementos vibrantes que pudieran soportar una tensión apreciable anclados a una caja sonora; solamente el lino y tripas y tendones de determinados animales eran válidos al efecto.
A este respecto existe otro episodio bastante chusco encuadrado dentro de las insubordinaciones a las que tuvo que hacer frente Zeus como jefe de la levantisca tropa del Olimpo:
«Tifón envolvió a Zeus en sus millares de enroscamientos, le despojó de la hoz y, después de cortarle los tendones de las manos y pies con ella, lo arrastró a la Cueva Coriciana. Zeus es inmortal, pero no podía mover ni un dedo, y Tifón había escondido los tendones en una piel de oso que vigilaba Delfine, una hermana monstruo con cola de serpiente…
Pero fue Cadmo y engatusó a Delfine para que le entregara los tendones, alegando que los necesitaba para hacer con ellos las cuerdas para una lira con la que quería tocarle a ella una música deliciosa…» (Nono: Dionisíacas)
De todas formas, y en contra de la idea que hoy podamos tener acerca del mundo antiguo, éste era un universo abierto y dinámico; y los mercaderes egipcios se movían en él con bastante más alegría de la que dan a entender las hieráticas imágenes a medio perfil de sus gentes en los templos. En concreto el mercado del lino era manejado por ellos, amparados por su potente ejército, con un descaro muy semejante al del liberalismo actual.
Es el motivo por el cual el maestro Graves interpreta la muerte legendaria de ambos Linos conforme a la circunstancia histórica de que «la industria de la ropa de lino en Argólida desapareció a causa de la invasión doria, o de que los egipcios la vendían a menor precio, o de ambas cosas, y la sustituyó la industria de las ropas de lana. Es probable que la industria del lino fuera establecida por la Creta, medio colonia egipcia, que civilizó Argólida [«Argos, criadora de caballos» que decíamos que decía Homero en nuestra entrada sobre Troya]; la palabra griega para cuerda de lino es 'merinthos' y todas las palabras terminadas en 'inthos' son de origen cretense».
Aunque el hábitat principal del lino silvestre vivaz, corto y ramoso, y puede que su lugar de origen, se sitúa el Cáucaso meridional de la Alta Mesopotamia, región madre de muchas plantas útiles, el limo cálido y fértil que bordea el Nilo le gustó tanto a la planta que se transformó hasta alcanzar los dos metros, una altura mayor que en ningún otro lugar.
El clima cálido y seco condiciona la moda del vestido faraónico y convierte a Egipto en un museo de los tejidos más antiguos, hasta 5.000 años atrás, una época en la que las tribus europeas se hallaban todavía en la Edad de Piedra y llevaban pieles de animales.
17 «Sucederá que cuando entren por las puertas del atrio interior, se vestirán con vestiduras de lino. Cuando sirvan en las puertas del atrio interior y dentro del templo, no se cubrirán con tela de lana.
18 Tendrán turbantes de lino sobre sus cabezas y pantalones de lino sobre sus lomos. No se ceñirán nada que les haga sudar.
19 Cuando salgan al pueblo, al atrio exterior, se quitarán las vestiduras con que habían servido y las dejarán en las cámaras del santuario. Luego se vestirán con otras vestiduras, no sea que con sus vestiduras transmitan santidad al pueblo» (Ezequiel, 44)
En los primeros tiempos la producción era sólo artesanal y familiar. Posteriormente, con las dinastías y la autocracia, se desarrolla una industria a escala nacional que permite la exportación masiva de esa riqueza. Finalmente, el Estado pasó a detentar el monopolio del lino ―se encontraba en los rituales de enterramiento y las momias eran envueltas en este tejido― y, aunque concedía licencias a los mejores artesanos ―o a los mejor relacionados―, que sólo podían fabricar para el faraón, la mano de obra se componía generalmente de esclavos prisioneros de guerra o políticos, o de indigentes.
Pero cuando Ramsés II, alrededor del -1100, necesitó enormes cantidades de oro para sus campañas, muchos tejedores ―e incluso linicultores― huyeron de estos verdaderos presidios donde el ritmo y las condiciones de trabajo eran una locura.
Hallaron asilo entre los fenicios, a los que transmitieron su arte, y los fenicios de Tiro los enviaron a sus colonias de Irlanda, Portugal y España, lo que explica la "vocación" de estos países. Pero el lino es una de las plantas que han acompañado a los hombres desde tiempos remotos, y es posible que su cultivo y aprovechamiento surgieran en varios lugares sin una necesaria simultaneidad temporal; sin embargo, todo parece indicar que los procedimientos desarrollados por las culturas más avanzadas de los asirios, mesopotamios y egipcios fueran las que extendieran las especies y variedades mejoradas, así como las técnicas de la elaboración de la fibra textil y del aceite con sus variadas aplicaciones, el aceite de linaza, por ejemplo.
Fibras y semillas procedentes de alguna especie afín se han encontrado en cuevas Suizas habitadas por humanos durante el Neolítico. De igual forma, cuando las legiones romanas llegaron en el a.−57 a la región de Flandes se encontraron con importantes cultivos de lino y una desarrollada tradición de cultivo y costumbres tejidas en torno a sus hilos.
«Los fenicios, juntamente con los Sirios de la Palestina, quienes armaban sus cabezas con unos yelmos muy semejantes a los de los griegos; cubrían su pecho con unos petos de lino, llevaban unos dardos y escudos sin marco en su contorno…
Los asirios armados de guerra llevaban cubiertas las cabezas con unos capacetes de bronce, entretejidos a lo bárbaro de una manera que no es fácil declarar, si bien traían los escudos, las astas y las dagas parecidas a las de los egipcios, y a más de esto unas porras cubiertas con una plancha de hierro y unos petos hechos de lino» (Herodoto, VII-63 y 89, campañas de Jerjes I de Persia contra los griegos)
De lino se confeccionaban hace tres milenios unos petos o "chalecos blindados" con una resistencia a la penetración de flechas y lanzas y de demás armas arrojadizas similar a la que presentan los actuales chalecos de kevlar a las armas de fuego.
En particular, los agricultores latinos nunca demostraron entusiasmo por esta planta, culpable, en su opinión, de agotar los suelos, sin embargo, los sacerdotes se vistieron con él desde los comienzos para las ceremonias y el culto. Entre todos los lujos, los vestidos de lino fueron particularmente apreciados hasta que la seda hizo su aparición, para alegría de los esnobs, ya que era aún más cara debido a las importaciones masivas de lino desde las colonias de Hispania y Egipto, puesto que debía satisfacer no sólo el mercado del menaje del hogar ―sábanas, cortinas, mantelerías, pañuelos, toallas...―, sino, sobre todo, las crecientes necesidades del ejército y la marina de velas y cuerdas.
No obstante, estas últimas sólo complementaban la cordelería fabricada a base del cáñamo y el esparto, que era el material con el que se ha tejido su vestuario la gente humilde, la gente del común, en todas partes y en toda época hasta la llegada de las fibras sintéticas, otro progreso técnico subproducto del retroceso social y humano que supusieron las dos últimas guerras mundiales.
Con la gran expansión del Imperio Romano, llegaron de Grecia asiática ―hoy, litoral mediterráneo de Turquía― y de Egipto los mejores tejedores de lino, que, tras un período de capacitación pedagógica, eran enviados a las provincias de Galia o a las colonias de Hispania y Britania para formar a los viticultores y obreros de las fábricas imperiales, dirigidas por oficiales jubilados en las legiones, los 'procuratores'.
En 'Emporiae' (Ampurias), fundada por los foceos de la Grecia asiática, comerciantes del lino egipcio, y en la misma Tarraco, la blancura de las telas se explicaba por la calidad del agua en la que se ponía el lino para su enriamiento. (M. Toussant-Samat: Historia técnica y moral del vestido)
«Al tiempo que se ejecutaban estas obras como mandaba, íbanse aprontando los materiales y cordajes de biblo y de lino blanco para la construcción de los puentes. De ello estaban encargados los fenicios y egipcios, como también de conducir bastimentos y víveres al ejército…
Venían los persas propios llevando en sus cabezas unas tiaras, como se llaman, hechas de lana no condensada a manera de fieltro… » (Herodoto, VII-25 y 61, campañas de Jerjes I de Persia contra los griegos)
Puede ayudarnos a comprender la influencia del lino en nuestro mundo actual el tener presente que un pañero, Thomas Gresham, rey de las exportaciones a los Países Bajos, fue el fundador de la Royal Exchange, la Bolsa de Londres. Ya Julio César (Guerra de las Galias) admiraba de los belgas el que, «no familiarizados con las costumbres elegantes y la civilización de la provincia romana, no reciben del comercio exterior los productos de lujo que contribuyan a debilitar su valor» ―el valor de los belgas, no el de los productos de lujo.
Y es que los belgas no compraban, pero sí vendían. Sobre todo telas de lino. Hasta tal punto, que el nombre de la nación belga era sencillamente ‘Bel’ch’: lino, cuya técnica fue preservada, como la mayoría de las técnicas, en los monasterios.
Del mismo modo, rueca es palabra de origen germánico, 'rökko', adaptada al latín desde muy antiguo debido al mayor desarrollo de la hilandería entre los bárbaros que entre los romanos; el masculino germánico, rökko fue feminizado en 'rocca' según el modelo del nombre auténticamente latino de la rueca, 'colucula', el cual quedo abandonado en la cuneta de los caminos del tiempo.La palabra germánica rueca, por tanto, y a pesar de un parecido que tanta confusión causa, no tiene ninguna relación con la latina rueda, un derivado de 'rota', "que gira".
La ciudad de Brujas fundada por Carlomagno en el 760, se convirtió rápidamente en la capital mundial del lino. A causa del lino y de Brujas ―ciudad que no está relacionada con hechicerías, pues su nombre procede del flamenco 'brug', puente, voz emparentada con el alemán 'brücke' o el inglés 'bridge'― los centros que fijaban los precios de la oferta y la demanda recibieron el nombre de 'Bourse', Bolsa, nombre españolizado de un notable de la localidad, Van der Burse, el cual había puesto una de las salas de su casa a disposición de los comerciantes de tela extranjeros. (¿Recuerdan aquel viejo cuento de los Grimm, de un tejedor que convertía en oro la paja que trenzaba? En España era la hilandera o el Enano saltarín; por los países del norte era el enano Rumpelkiskisklás o Rumpelstiltskin o Rumpelstilzchen. Pues ahí tenemos a Van der Burse como un Rumpelkiskisklás de carne y hueso, capaz de convertir en oro todos sus tejemanejes con humildes fibras).
«Los investigadores aseguran que estas fibras de lino del Paleolítico Superior no procedían de un cultivo: "Sabemos que es lino silvestre que crecía en las inmediaciones de la cueva, y tras analizarlas con carbono 14 podemos asegurarlo", afirma Ofer Bar-Yosef, profesor de arqueología prehistórica de la Universidad de Harvard y uno de los directores de la excavación. "Lo más probable es que se usaran para hacer tela e hilo con los que fabricar después prendas de vestir, coser piezas de cuero, o atar los paquetes en sus desplazamientos", añade.
Estas fibras, las más antiguas que se conocen (34.000 años), se encontraron en la cueva Dzudzuana, situada en la falda de una montaña del Cáucaso, en la República de Georgia. Eliso Kvavadze del Instituto de Paleoecología, del Museo Nacional de Georgia fue quien las encontró al examinar con el microscopio las muestras de arcilla de diferentes estratos de la cueva. Fue toda una sorpresa. El objetivo de los científicos era analizar el polen presente en las muestras, como parte de un estudio sobre el medio ambiente y las fluctuaciones de temperatura a lo largo de miles de años. Sin embargo, encontraron estas fibras de lino que superan el récord de antigüedad de las encontradas en Dolni Vestonice, República Checa, que tienen unos 28.000 años.
Los arqueólogos también averiguaron que algunas fibras se utilizaron para hacer cuerdas o cadenas porque estaban torcidas. Otras eran de color negro, gris, turquesa o rosa porque estaban teñidas con pigmentos vegetales de plantas de la zona». (María José Puertas: Diario El Mundo, Ciencia, 10-septiembre-09)
4-b. El algodón misterioso
El gran historiador griego Herodoto, en el -430, escribió que en la India existían unos grandes árboles más hermosos en su blancura que las mismas ovejas, una confesión que, para un griego de pura cepa, ya era mucho decir. Este es, según parece, el primer encuentro que los griegos tuvieron con la planta del algodón.
Y si su obtención ató a pueblos y generaciones a una servidumbre obligatoria comparable con la esclavitud, la explotación humana a la que se llegó en su cultivo durante los albores de la era industrial superaron con creces las condiciones inhumanas del esclavismo de cualquier época anterior (en la pasada entrega ya mencionamos de pasada los enclosures sin entrar el tema para no desparramarnos demasiado, y ahora volvemos a insistir en su consulta en la Red; repetimos que la información en español castellano sobre el tema merece ser leída:
http://www.google.es/search?source=ig&hl=es&rlz=1G1GGLQ_ESES269&q=enclosures&meta=lr%3D).
Y no sólo éso tiene el algodón sobre su conciencia. El cultivo de esta planta trajo consigo el desarrollo y el florecimiento de la industria de insecticidas, herbicidas, pesticidas y similares: el 23 % de los insecticidas y el 10 % de pesticidas producidos en todo el mundo se utilizan en los campos de algodoneros.
Tanto en el Viejo Mundo como en el Nuevo, los pueblos aprendieron muy pronto a recoger y utilizar los extraños frutos vellosos proporcionados por las dos principales formas, herbácea y arbórea, del algodonero, el cual, desde su cuna en la India, extendió su dominio sobre todas las regiones tropicales del globo. A veces ni tenían necesidad de cultivar una planta que crecía silvestre al alcance de la mano. Sin embargo, la historia de esta fibra vegetal, probablemente la más importante en la historia de la humanidad, está todavía por desentrañar.
Los primeros vestigios arqueológicos del algodón conocidos en la actualidad se remontan a 5.000 años atrás, en Mohenjo-Daro, situado en el Valle del Indo, al Oeste del actual Paquistán, donde se encontraron restos muy descompuestos de una rudimentaria fibra textil, que debió ser utilizada como cuerda o para tejer algún tipo de vestimenta.
El algodón era denominado en sánscrito 'karpasai', palabra que los griegos adoptaron como 'karpasos', pasando al latín como 'carbasus'. Con el cerrojazo de la barbarización de Roma, el algodón tuvo que ser redescubierto en Europa a través de los árabes de Al-andalus.
Aunque los alemanes siguen empleando para designar al algodón un vocablo similar al arcaico que permanece grabado en la Piedra de Rosetta, ‘baumvolle’, lana de la madera, lana de árbol, el nombre castellano deriva del árabe 'koton', incorporando, como en tantos otros casos, el artículo, 'al-koton', algo que no ocurre en inglés, simplemente 'cotton', en francés, 'coton' o en italiano, 'cotone'.
Era un algodón que los árabes compraban a las caravanas que pasaban por Bagdad ―¡Ay, Irak, Irak!― y cuya ciudad de Mosul da nombre a su género más delicado, la muselina ―igual que la normanda ciudad de Creton convertiría la cretona en el algodón más universal―, un tejido que los varones romanos reservaban para sus mujeres, pues su natural cimbreo "provocaba el afeminamiento de los patricios". (M. Toussant-Samat: Historia técnica y moral del vestido). Hoy, pobres o ricos, en casi cualquier parte del globo hay una eterna prenda vaquera de algodón para casi todos los bolsillos y para casi todas las ocasiones. Pero nadie se atrevería a afirmar que el fin (aunque ése hubiera sido el buscado, que no lo fue) ha justificado los medios.
4-c. La seda mágica
En su Compendio de historia romana, el historiador del s.I Lucio Aenio Floro narra cómo, en el a.-53, vieron los occidentales la seda por vez primera. Y cómo murieron por ella. Fue en el campo de batalla de Carrhae (o Carrhes), en algún lugar de Persia, entre el Tigris y el Éufrates. Las protagonistas fueron siete legiones romanas conducidas por el triunviro y gobernador de Siria Marco Craso (el especulador inmobiliario al que despellejamos un poco en nuestra segunda entrega, sobre el gran incendio de Nerón), que quería emular las gestas de César y Pompeyo, para lo cual había decidido lanzarse tras las huellas de Alejandro Magno.
Después de una marcha agotadora a través del desierto, encontraron por fin a los jinetes partos (persas de hoy). La batalla fue terrible durante toda la mañana, pero los romanos parecían resistir, cuando, de repente, a pleno sol del mediodía el ejército nativo pareció cubrirse de llamas brillantes móviles y tornasoladas; eran banderas desplegadas rojas, amarillas o bordadas en oro, más cegadoras que el mismo sol. Estas resplandecientes banderas que parecían casi vivas al ondular con el viento eran de seda. Fascinados al principio, y después aterrorizados por aquella nube desconocida, incomprensible, quizá sobrenatural, las siete legiones se dejaron masacrar o capturar como el conejo por la serpiente.
Siete años después, los ciudadanos de Roma quedaban boquiabiertos cuando en las calles, en las que se celebraba el triunfo del último triunviro, Julio César, el general no había dudado en hacer que se tendiera a modo de toldo, para proteger a la multitud de los ardores del sol, una tela desconocida, soberbia, brillante, de mil colores tornasolados. Se supo que se trataba de un tejido muy apreciado por la seductora Cleopatra, fabricado por los ‘seres’, un pueblo del otro extremo del mundo, donde el sol salía, y del que no se sabía nada más.
Puesto que la fibra textil de repente descubierta era asunto de esos 'seres' del otro extremo del mundo, los romanos la llamaron 'serica'. En realidad fue la palabra 'ser', o mejor 'sseu', la que hizo las veces de madrina de su patria natal. La equivocación procede de una interesada mala traducción de los persas, que necesitaban cierto grado de misterio para encubrir su procedencia y asegurar sus intereses en el monopolio del tejido. Tela de 'ser' (o 'sseu') significaba, en realidad, "tela hecha de seda", no "tela del país de los seres". (M. Toussant-Samat: Historia técnica y moral del vestido). Hay que tener en cuenta que el verbo latino 'serere' significa tejer, trenzar, así pues al denominar serica a la seda estaban confesando su ignorancia acerca de la naturaleza de ésta.
Sin embargo existe otro 'serere', de distinta declinación, y con significado sembrar, plantar. Injerto, por ejemplo, deriva del latín 'in-serere', un ingenioso vocablo en el cual se confundieron ambas acepciones de 'serere'. Pero la fertilización artificial de los frutales no se consideraba un simple método hortícola cuya eficacia procedía de sí mismo, sino que se constituía dentro de un sugestivo ritual en el que estaba implicada la participación sexual humana, verdadero promotor de la fertilidad vegetal. En el caso particular del injerto de limoneros y naranjos, por ejemplo, Maimónides explica la prohibición existente entre los judíos de utilizar los limones injertados, con el fin de evitar las prácticas orgiásticas con que los pueblos vecinos acompañaban necesariamente los injertos.
Desde los tiempos modernos los occidentales denominaron este país con el nombre de China; comprende varios pueblos distintos, no todos chinos. Sus habitantes lo denominaron Imperio del Medio, que se mantuvo durante milenios hasta que la Revolución lo convirtió en la República Popular del País del Medio o Zhongguo.
El nombre de China recuerda la primera dinastía imperial de los Chin (o T'sin), del s-III, procedente del reino combatiente que ocupaba la fértil región del mismo nombre en la meseta de Shaansi (Shensi). Catay, el término medieval, es una creación de Marco Polo para referirse a una tribu mongola emigrada, los 'kutan', fundadores del reino de Liao, a la sazón preeminente en la región de Pekín.
Aunque no es propiamente una fibra vegetal, hemos tomado la discutible decisión de incluir a la seda entre ellas pensado que su extrema delicadeza la coloca más próxima a la vegetal morera que al animal carnero. Según se cuenta, fue descubierta en el a.2697 por la princesa Hsi Ling Chi, primera esposa (o mejor dicho, esposa primera) de Huang Ti, el "Emperador Amarillo", inventor de la brújula, las artes, los oficios, las casas y los templos y todo lo que a él se le antojase; hasta el II milenio su uso fue privilegio ―exclusivo bajo pena de muerte― de la familia imperial y de muy altos dignatarios de la corte, para los trajes, las sombrillas y las banderas.
Terciopelo: tercio-pelo, a.1495, tejido de seda o lana en ‘tertius’, tercio (un hilo de cada tres), "dos urdimbres y una trama". La palabra terciopelo no tiene traducción en griego clásico, lo que implicaría su desconocimiento. Las listas romanas de impuestos del Imperio de Occidente tampoco lo mencionan.
5. Acerca del pelo y la lana
En más de una ocasión hemos comentado que la lana tiene una connotación estereotipada que la identifica con la vida rústico-nómada de los criadores, en tanto que el lino expresa la urbano-sedentaria de los cultivadores. Conviene recordarlo aquí, porque, en cualquier caso, en un segundo período, coexisten en las grandes civilizaciones tejedoras las demás fibras peregrinas y la nacional, pero siempre habrá por ésta una preferencia tradicional de orden cultural. El cultivo como base del culto.
«Los diccionarios definen la lana como el pelo espeso, suave y rizado del carnero y de otros rumiantes. Pero en realidad ―y legalmente― el término "lana" sólo se aplica a la fibra textil que proviene de esquilar los vellones del carnero. Las demás fibras animales responden a denominaciones particulares». (M. Toussaint-Samat: Historia técnica y moral del vestido)
Sin embargo, 'lana' llamaban los romanos a la lana procedente de cualquier bicho, aunque supieran muy bien distinguir "las churras de las merinas". Tenían, por ejemplo, un proverbio que rezaba algo así como 'rixari de lana caprina', "reñir por un pelo de cabra", para referirse a las peleas por naderías. Nada raro. Al fin y al cabo pelea viene de pelo, de tirarse del pelo.
El término laya, un tanto despectivamente, "cualidad, especie", es una deformación dialectal portuguesa de lana aplicada en principio a las vestimentas de las gentes del común, las cuales portaban universalmente estos géneros mezclados, pardos y toscos. Un edicto ateniense incluso prohibía presentarse vistiendo estas calidades en recintos públicos, sobre todo en el teatro, a fin de protegerse de pulgas y chinches, que se confundían con el color del sayal que amorosamente los acogía. Y quizá por razones similares, los hebreos que, según cuenta Herodoto, usaban simples trozos de lana que «se echaban por encima» a modo de manto, «sin embargo, no introducen la lana en los santuarios ni se amortajan con ella. La ley lo prohíbe».
Otro derivado textil que ha perdido modernamente sus antiguos contactos es estofa, el cual se usa en diversas expresiones con el sentido de clase o calidad, pero siempre peyorativamente, algo muy curioso teniendo en cuenta que originariamente hace referencia al tejido, normalmente de lana, decorado con labores de figuras bordadas en seda. Sin embargo, en su primera acepción procede del germano 'stopfon', relleno, calafateo, una labor náutica esta que requería estopa es decir, la romana 'stipa', o sea, el esparto. Y el estofado lo mismo se utiliza en el costurero que en la cocina; toda la cultura está invadida, o sustentada, según se mire, por la textil.
Debe de ser por este motivo de la estopa y el esparto que, como decimos, estofa no se utilice más que para calificar a la gente como "de baja estofa", o sea para descalificarla, y, de modo similar a calaña (tampoco significa otra cosa que muestra, modelo, patrón o forma, y es un apaño entre el latín 'qualis', cual, y el castellano "tamaño", o más bien, "tamaña"), no existen los señores de alta estofa, igual que alcurnia sólo es utilizado encomiásticamente y no existen los paisanines de baja alcurnia; y es que los linajes (tejemaneje de "línea", que, a su vez deriva de "lino", por el aquel de lo de fino de su hilo) tienen exclusivamente más o menos, menos o más, prosapia, alcurnia o abolengo. Aunque para relativizar tanto oropel, digamos que alcurnia ha transmigrado del árabe 'kúnya' ―la gente del s.XV que sabía decirlo decía 'alcuña'―, y lo mismo significaba mote que apellido.
Recordaremos, de pasada, algo de lo dicho en el artículo precedente acerca del fieltro, descubierto en la época de formación de los primeros rebaños, hace ya diez mil años. Se comprobó que era posible confeccionar sin hilar trenzar ni tejer, mediante el apelmazamiento de mechones del pelo de los animales, un tejido homogéneo, de mayor o menor espesor, y lo suficientemente sólido y flexible, y de lo más apañado. La leyenda atribuye la invención del fieltro a unos camelleros del Asia Central que tuvieron la ocurrencia de forrar sus botas con una plantilla de borra de lana que acabó aglomerándose bajo la transpiración y la presión del pie...
5-a. Cabras mitológicas
Al progenitor silvestre de las cabras domésticas se le conoce como bezoar o pasan. Bezoar significa contraveneno, porque en algunos animales salvajes se puede encontrar una masa en el estómago que se pensaba podría ser un antídoto. Pazan es la palabra persa para la cabra montesa. Se localiza en Oriente Próximo y Medio desde Irán hasta Afghanistan, y se caracteriza por la forma de sable o cimitarra de los cuernos.
La evidencia de restos arqueológicos sugiere que muy probablemente fue el primer rumiante domesticado, ya que porque la cabra silvestre estaba presente en las regiones del Oriente donde la agricultura estaba más desarrollada, habiendo sido dibujada en cientos de dibujos rupestres en Asia y Europa.
«La presencia de una cornamenta es quizá la característica más conocida del perfil del ganado caprino. Cuando pensamos en un macho cabrío en nuestra mente siempre aparece una imagen de un animal majestuoso dotado de una potente cornamenta. Esta imagen abstracta para la mayoría de las personas tiene su base genética, y es que los machos caprinos sin cuernos son animales que degeneran la especie y de los que hay que huir cuando se va a seleccionar machos para recría», según avisan los criadores, muy serios ellos.
Bien, pues no sabemos si la importancia de la cabra es tanta como para que la percepción de sus cuernos esté inscrita en nuestra "base genética", pero sí es cierto que, en contraste con la escueta y violenta narrativa acerca del lino que mencionamos atrás, el universo caprino salpica de sal gorda la mitología griega en toda su extensión.
No sólo en Grecia, sino que fue animal sagrado y adorado en toda la Antigüedad. La Biblia y los libros sagrados árabes e hindúes la citan de continuo, ya sea como símbolo de riqueza o como ofrenda expiatoria a los dioses sólo superada por el carnero.
Entre los egipcios fue objeto de adoración y los clásicos como Aristóteles, Virgilio, Varro, Columela, Teócrito, Plinio, la describen y cantan como un animal que tantos beneficios dan al hombre.
Luego, en la Edad Media, comenzó a caer en desgracia; se la asoció con el demonio y sus cultos y, ya en la era moderna, durante los siglos XVIII y XIX se fue urdiendo una “leyenda negra” que la mostraba como un erosionante, desertificador y destructivo de las mejores hierbas.
«La Madre Tierra lo dejó allí para que lo criaran Adrastea, una ninfa del Fresno, su hermana Io, hijas ambas de Meliseo, y la ninfa-cabra Amaltea. Se alimentaba de miel y bebía la leche de Amaltea, con el chivo Pan, su hermano adoptivo. Zeus estaba agradecido a las tres ninfas por su bondad y cuando llegó a ser el Señor del Universo puso la imagen de Amaltea entre las estrellas, como Capricornio» (Higinio: Astronomía poética)
Invariablemente en la mitología griega, cuando un bebé es abandonado para que muera en los bosques, normalmente por cuestiones sucesorias a algún trono, siempre entran en danza los pastores de cabras, a los que o bien se les entrega la criaturita por algún alma caritativa y transgresora, o bien es tropezada recogida y criada por ellos desconociendo el lío en que se estaban metiendo.Ese fue el caso de Zeus, escondido por su madre para evitar ser devorado por su padre, el dios Cronos, según detalla aquí encima el director de la Biblioteca Palatina de Augusto, Cayo Julio Higinio. El nombre de Amaltea, "Tierna", demuestra que fue una diosa doncella, dice R. Graves, un ser (Amaltea, no Graves) que se relaciona también con el conjunto de tótems matriarcales y protectores… y otra sugerencia de cómo el sistema patriarcal mamó su poder de las primitivas formas matrilineales.
El conocido Cuerno de la Abundancia, o Cornucopia (latín 'cornu', cuerno, y 'copiae', abundancia, de donde sale copioso, y copia como repetición profusa o cuantiosa), que también da nombre a un ostentoso mueble-espejo, es uno de los cuernos que Amaltea se rompió jugando con el niño Zeus, que era bastante bruto. Sinceramente dolido, Zeus dotó al desprendido cuerno el poder de ser llenado por todo aquello que fuera apetecido por su poseedor (pero, por si acaso, tampoco puso demasiado fácil su acceso: lo colgó en un rincón del Zodíaco y allí se quedó: es la constelación de Capricornio, capri-cornio, cuerno de cabra). Y, a su muerte, la piel de Amaltea fue transformada en la égida, ''piel de cabra'', un zurrón mágico que también servía como escudo, y que era compartido por Zeus y por su hija Atenea.
Según el mito olímpico de la creación, Egeón, uno de los primeros hijos gigantes de forma semihumana de la Madre Tierra que surgió del Caos, andando las eras fue rey de un pueblo, el libio-tracio, cuya diosa cabra Egis dio su nombre al mar Egeo.
Y no podemos olvidarnos del dios Pan, cuyo nombre se deriva habitualmente de 'paein', "pastar", y que representa al dios arcadio de la fertilidad, cuyo culto se parecía mucho al de las brujas del noroeste de Europa. Mitad hombre, mitad macho cabrío; sus rasgos son humanos de cintura para arriba (excepto por los dos cuernos de su frente) y está caracterizado por su mirada pícara, su cara arrugada y su barba; de cintura para abajo luce un par de patas de cabra, secas y nerviosas, que acaban en fuertes pezuñas. Goza de desmesurado deseo sexual, gustándole por igual las ninfas y los faunos.
Por su condición de pastor se le suele relacionar con Hermes y Apolo, pero sobre todo con Dionisos ―al que sus devotos sacrificaban una cabra― debido a sus aficiones de sátiro. Y Sátiro era el equivalente romano de Pan y, por tanto, acompañante de Baco, el Dionisos romano; se le representaba con orejas, cola y patas de cabra. Por su popularidad y sus entretenimientos será elegido rápidamente por el cristianismo para inspirar la imagen clásica de los demonios secundarios. En recuerdo de Pan tenemos la palabra pánico para señalar un miedo grande; deriva del griego 'panikón' de igual sentido, abreviación de 'deima panikón', terror causado por Pan, divinidad a quien se atribuían los ruidos de causa ignota escuchados por montes y valles. Y Pan es como científicamente se ha denominado a la especie animal de los chimpancés.
El sátiro, es palabra raíz griega, 'satyros', que no tiene relación con la sátira, poema que censura vicios, pues ésta deriva del latín 'satura, -ira', macedonia de frutas, por ser la sátira en sus orígenes una obra literaria de géneros mezclados antes de convertirse en lo que hoy se entiende por tal.
…En fin, que el tema mitológico de la cabra griega es un cuento de nunca acabar que ya empieza a desbordar los modestos fines de este blog. El motivo de tanta devoción y tanta tradición caprina tiene que ver con las costumbres gastronómicas de los griegos, y con su manía por sobrevivir, las cuales se puede casi decir que giran alrededor del queso.
«Para los griegos, el queso no es un suplemento, es alimento. Al contrario que España, Francia e Italia, los griegos consumen queso continuamente. El queso se suele comer para el desayuno, el almuerzo, la cena, solo o con otro alimento.
Cualquiera que haya vivido o estado en Grecia sabe que un alimento que se puede comer a cualquier hora del día es el "tyropita" o pastel de queso. La fascinación del griego por el queso se puede explicar por su historia económica. Grecia nunca ha sido un país rico, actualmente tiene la renta per cápita más baja de la Unión Europea, así que su dieta diaria ha sido siempre frugal.
La carne era escasa y costosa, por lo cual se consumía poco, entonces los griegos tuvieron que encontrar una manera de sustituir la fuente de proteínas con algo nutritivo y no tan costoso. El queso era la respuesta al problema». (http://www.capraispana.com/animales/origen/origen.htm)
Por ahí arriba hemos dejado escrito que los romanos llamaban 'lana' a la lana procedente de cualquier bicho, y también que tenían un proverbio que llamaba "reñir por un pelo de cabra" al pelearse por naderías. También la Biblia considera el pelo de cabra como lana ―"lana negra", lo llamaban―, pero los hebreos, más sufridos que los romanos, no hicieron ascos a este material, ni mucho menos, pues era empleado para la confección de tiendas, como dicen que siguen haciendo los beduinos del desierto a pesar de la desleal competencia de la "tela vaquera" de algodón; tela vaquera, dicho sea de paso, cuyo origen está, también, en las tiendas de campaña montadas por los mineros de las «Ciudades sin Nombre» estadounidenses.
Y con un tapiz de pelo de cabra cubrieron el mismísimo Arca de la Alianza, aunque aquel género nada tuviera que ver con el lujo asiático que hoy suministran las selectas ―literalmente― cabras turcas de Ankara, es decir, de Angora ―un tejido que mucha gente ignorante relacionamos con los gatos―, llamadas cabras mohair, ni con las cabras indias de Cachemira, inventoras del venerado cashemir, "un pelo de cabra" por el que los desdeñosos romanos no hubieran dudado en estrangular a su abuelita.
«Quimérico es una forma adjetival del sustantivo quimera, que significa cabra. Hace cuatro mil años la Quimera no puede haber resultado más fantástica que cualquier emblema religioso, heráldico o comercial en la actualidad. Era un animal solemne de forma compuesta que tenía (como indica Homero) dos cabezas, una de cabra y otra de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente» (Robert Graves, Los mitos griegos)
5-b. Y de la tierra, el Carnero
En cuanto a la pobre oveja, su leyenda ha quedado anulada por la de su esposo el carnero, macho de oveja castrado que, al fin y al cabo, se limita a tener un nombre que deriva de carne y que no significa más que eso, proveedor de carne, a distinción del morueco, necesario para la fecundación y cuyo apelativo viene de 'amorecer', un derivado de amar sin pizca de romanticismo, algo así como cubrir en su sentido más caluroso posible. Sin embargo, el "proveedor de carne" ha sido distinguido con el primero de los signos del Zodíaco, entre los cuales, Aries se considera un símbolo de la energía masculina, del fuego dinámico y pasional, y es cardinal porque coincide con un cambio de estación
Al igual que los imponentes caballos modernos se parecen bien poco a sus más primitivos antepasados, que tenían un tamaño algo mayor que el de una cabra, los antepasados de las ovejas, al igual que muchas de las razas primitivas, tienen un pelo mucho más corto y basto, menos adecuado para la elaboración de tejidos. La selección de ovejas especialmente adecuadas para la producción de lana se habría producido también en Oriente Próximo, zona desde la cual se habría extendido a Europa, a África y al Extremo Oriente a través del comercio, según parecen confirmar estudios de biología molecular.
«La palabra churra en los medios rurales antiguos no designaba una raza ovina, sino la condición de ligada o dependiente de la agricultura. Era, por tanto, sinónima de labriega o labradora, por lo que había una oveja churra (aquélla adscrita a la empresa agrícola), una carreta churra (la utilizada por el agricultor y no para el transporte de mercancías) y una vaca churra (la domada como animal de trabajo); todavía en Salamanca se denominan churros los terneros de las vacas mansas y becerros los de las cerriles (raza morucha y de lidia). Un traje churro era usado únicamente por los labradores.
Pasado el tiempo, el vocablo churro no sólo es denominador de raza, sino que adjetiva características de ella; así, por ejemplo, se habla de lana churra, o bien ampara tipos de explotación, de rebaños, etc.A la raza churra, no con mucha precisión, antiguamente se la llamó riberiega por su adscripción a tierras bajas (singularmente del valle del Duero) y, sobre todo, por su sedentarismo, en oposición a la andariega y trashumante merina, su antítesis en todo». (Antonio Sánchez Belda: Razas ganaderas españolas).
«Hay muchos colores, puesto que incluso faltan nombres entre aquellas que llaman "nativas" para algunas clases: Hispania (los romanos no necesitaban más explicaciones autonómicas) tiene las mejores ovejas de lana negra; Polencia (en la actual Liguria italiana), junto a los Alpes, las de blanco; Asia las de rojo, las llamadas "eritreas" (el actual oeste turco); del mismo color la Bética; Canusio de color amarillo; Tarento también de 'pulligo' (un particular color oscuro). Todas ellas cuando están húmedas tienen virtudes medicinales» (Plinio: Historia natural)
El término vellón, 'vellus' ―y también vello, que los romanos distinguían como 'villus'―, es un derivado del latín 'vellere', arrancar de raíz. O viceversa, pues antes del empleo de navajas, primero de piedra y luego de bronce, a los pobres bichos se les esquilaba arrancándoles el pelo a puñado limpio: pellizcar deriva de 'vellicare', y pelear significa "agarrar de los pelos".
Aristóteles dice que se recurría a este procedimiento porque tras arrancar la lana ésta crecía más suave: «Durante el Neolítico las ovejas no eran esquiladas sino "depiladas'' en el momento de la muda. La aparición de la verdadera lana que reemplaza la borra (interna) no se sustituyó por la lana churra (externa) hasta bastante tiempo después de la domesticación». (O. Aurenche y S. K. Kozlowski: El origen del Neolítico en el Próximo Oriente), Resulta, sin embargo, que todavía en el s.I, «las ovejas no se esquilan en todas partes; en algunos lugares perdura la costumbre de arrancarles la lana» (Plinio: Historia natural).
Ojo. No confundir estos vellones con el vellón de los reales de ídem, pues éste deriva del francés 'billon', tronco desbastado, lingote ―al igual que billar, el juego, en referencia al taco―, que en numismática se traduce como aleación de plata y cobre, típica de los dineros de la Edad Media, de donde pasó a "moneda de cobre que se usó en lugar de la fabricada con liga de plata".
Si los antiguos griegos fueron prácticamente amamantados por las cabras, de acuerdo a lo visto en el apartado anterior, reservaron su amor para las ovejas los terneros y los corderos; estos ovinos han marcado a fuego su historia que es la nuestra: «De Hera y Zeus nacieron los dioses Ares, Hefestos y Hebe, aunque algunos dicen que Ares y su hermana gemela Eris fueron concebidos cuando Hera tocó cierta flor, y Hebe cuando tocó una lechuga» nos informan Homero y Ovidio sin que les entre la risa.
Ares es el dios de la guerra heleno homólogo del Marte de los romanos, los cuales conservaron el antiguo nombre griego para designar a la máquina de guerra de abatir murallas, 'aries, arietis', el ariete. El origen de tal etimología posee dos interpretaciones distintas: por una parte la mayoría de los arietes se remataban en una maza pesada de bronce, llamada testudo (origen de testuz, frente de ciertos animales, y ambos derivados de 'testa', testa, cabeza de esos mismos animales), que representaba la cabeza de un carnero, y por otra parte la acción de este ingenio necesita de cierto retroceso para tomar impulso, tal y como hacen los carneros cuando luchan entre sí.
Según las Etimologías de san Isidoro, «a Aries, primero de los signos, lo denominaron así a causa de Júpiter Ammón, en cuya cabeza los escultores representan unos cuernos de carnero. Los gentiles establecieron que, entre los demás signos, éste era el primero debido a que, según dicen, el Sol comienza su curso en este signo en el mes de marzo, que es el primer mes del año».
Aclararemos que este mes de marzo tan raro, tan raro como ''que es el primer mes del año", fue el primer mes del año del calendario romano hasta que perdió su puesto por causas estratégicas militares relacionadas con las graves rebeliones hispanas, asunto que desborda el presente campo narrativo y que ya contaremos en otra ocasión. De todas formas, marzo no podía quejarse del trato, dado que también había sido el primer mes del año por causas militares estratégicas: marzo era el primer mes en el que los caminos resultaban practicables y se podían emprender las actividades básicas de los romanos antes de ocupar definitivamente la península itálica: la guerra; actividades básicas por las cuales marzo se llama marzo, mes de Marte, y no cualquier otro nombre primaveril rural y mediterráneo.
Como contraste cultural entre un pueblo fundamentalmente guerrero y otro específicamente agrario, hemos de anotar que los egipcios asociaban este mes y al rojo planeta Marte, al esperanzador Ave Fénix, el pájaro que a pesar de sus alas chamuscadas de púrpura es capaz de renacer de su propio brasero y levantar el vuelo.
«Rara vez se podía convencer a Afrodita para que prestase a las otras diosas su ceñidor mágico, que hacía que todos se enamorasen de su portadora, pues era celosa de su posición. Zeus la había dado en matrimonio a Hefesto, el dios herrero cojo; pero el verdadero padre de los tres hijos que ella le dio —Fobos, Deimos y Harmonía— era Ares, el robusto, el impetuoso, ebrio y pendenciero Dios de la Guerra» (Homero: Odisea)
Aunque nuestra mentalidad se resiste a considerar como el mayor símbolo de la guerra a un carnero, su nombre técnico, Ovis aries, es más respetuoso con su pasado. Porque los griegos, aunque no fueran directos antecesores de los romanos biológicamente hablando, sí eran medio hermanos suyos. Si bien los griegos se habían criado con leche de cabra y los romanos con leche de loba, ambos compartían ese ascendente bélico, o al menos muy belicoso, característico de todas las tribus creadas y criadas bajo los cielos del Cáucaso, y muchos de los templos dedicados a Zeus estaban orientados hacia la muy visible estrella de Hamal, o Cabeza de carnero, la estrella más brillante de la constelación de Aries.
Bien. ¿Y qué hace un carnero ahí plantado en medio de las estrellas? Pues parece ser que los griegos organizaron su zodíaco a través de lo que aprendieron y copiaron en Egipto, donde se les tenía mucho aprecio (la mayoría de los soldados permanentes egipcios eran mercenarios griegos, mientras que el resto del ejército era ocasional y estaba formado por la masa de campesinos que colgaban los aperos sólo hasta la vuelta de la campaña), y adaptaron los símbolos egipcios dándoles un significado acorde con los intereses políticos helénicos del momento; en este caso, mediante una enrevesada trama que ahora comentaremos, malamente pues nos resulta algo confusa, el dios Hermes utiliza al carnero de Zeus para realizar una heroicidad que no viene a cuento aquí. De todas formas la idolatría femenina por el dios Hermes no ha decaído con el paso del tiempo. ¿Verdad?
«HERMES. Mit. Dios griego, protector del comercio y de toda clase de apropiación, legítima o ilegítima, y guía de caminantes... Protector asimismo de los pastores, se le representaba con un cordero sobre los hombros (Hermes Crióforo). El arte primitivo cristiano adoptó esta figura para representar a Jesús (el Buen Pastor)». (Diccionario Salvat 4).
Íbamos diciendo que los griegos, que forjaron sus leyendas sobre la marcha, adaptaron los símbolos egipcios dándoles un significado acorde con la política del momento, pero así es como se transmiten las culturas. Es algo similar a lo que más tarde hicieron los cristianos con los símbolos míticos del paganismo, haciendo nacer a Jesucristo el 25 de diciembre, día del Sol Invicto, por ejemplo, o adoptando al Carnero de Hermes mediante su transformación en la dulcificada figura del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Pero es algo que, a su vez, los egipcios habían hecho anteriormente, al haber acoplado un par de milenios antes los símbolos religiosos sumerio-babilonios a sus conveniencias culturales.
Conforme a esta cadena de copiar y pegar, las figuras zodiacales responden a unas leyendas mejor resueltas en unos casos que en otros. Y hay que reconocer que la justificación de la presencia del carnero de Zeus como Aries, o de Aries como carnero de Hermes, es una narración accesible sólo para especialistas mitológicos muy entregados a la causa. De hecho, de la leyenda del Vellocino de oro se conocen al menos cuatro versiones diferentes, dos de ellas tan enrevesadas y las otras tan endebles que renunciamos a su descripción. Son las cosas de la mitología exprés.
«HERMES. Mit. Dios griego, protector del comercio y de toda clase de apropiación, legítima o ilegítima, y guía de caminantes... Protector asimismo de los pastores, se le representaba con un cordero sobre los hombros (Hermes Crióforo). El arte primitivo cristiano adoptó esta figura para representar a Jesús (el Buen Pastor)». (Diccionario Salvat 4).
Íbamos diciendo que los griegos, que forjaron sus leyendas sobre la marcha, adaptaron los símbolos egipcios dándoles un significado acorde con la política del momento, pero así es como se transmiten las culturas. Es algo similar a lo que más tarde hicieron los cristianos con los símbolos míticos del paganismo, haciendo nacer a Jesucristo el 25 de diciembre, día del Sol Invicto, por ejemplo, o adoptando al Carnero de Hermes mediante su transformación en la dulcificada figura del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Pero es algo que, a su vez, los egipcios habían hecho anteriormente, al haber acoplado un par de milenios antes los símbolos religiosos sumerio-babilonios a sus conveniencias culturales.
Conforme a esta cadena de copiar y pegar, las figuras zodiacales responden a unas leyendas mejor resueltas en unos casos que en otros. Y hay que reconocer que la justificación de la presencia del carnero de Zeus como Aries, o de Aries como carnero de Hermes, es una narración accesible sólo para especialistas mitológicos muy entregados a la causa. De hecho, de la leyenda del Vellocino de oro se conocen al menos cuatro versiones diferentes, dos de ellas tan enrevesadas y las otras tan endebles que renunciamos a su descripción. Son las cosas de la mitología exprés.
«El carnero fue asignado al signo de Aries de forma bastante arbitraria, cuando los griegos llegaron a monopolizar la cultura de su época, ignorando que el carnero de Aries era mucho más antiguo que el carnero de Zeus, pues ya estaba consagrado al Dios egipcio Amón (el Dios de la ciudad de Tebas que alcanzo una gran difusión cuando esta ciudad se convirtió en la principal capital de Egipto) y localizado en el zodiaco babilónico muchos siglos antes de que los primeros griegos aparecieran en la historia»
(http://www.albadehermes.com)
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No obstante no podemos seguir sin hablar de la epopeya mencionada de Aries Zeus Hermes y demás, sumamente enrevesada pero tan básica en la cultura occidental, la conozcamos o no, como es el viaje de Jasón y los Argonautas: el rescate por ellos de ese endiablado Vellocino de Oro constituye el santo grial heleno, según los eruditos, el antecedente del Santo Grial cristiano. Una leyenda mítica comparable a la Guerra de Troya, y que realmente tuvo unas excusas y unos fines comparables a los de ésta.
Sintetizando al máximo diremos que, sea como fuere que llegase allí, una piel de cordero de oro que pertenecía a Zeus (la misma que posteriormente subiría al cielo en forma de constelación de Aries) se encontraba colgada de un árbol en la región de la Cólquide (parte norte de Turquía a orillas del Mar Negro) guardada por un dragón inmortal. Y como eso no se podía consentir, pues había que ir a rescatarla. Los motivos que se dieron y los fines que buscaron las Cruzadas fueron bastante parecidos y paralelos.
Si en Los caballos de Troya sorprendíamos a Atenea modelando el caballo que engañaría a los troyanos, aquí la sorprendemos en algún astillero de Eolia en plena faena de dirigir la construcción del Argos.
Si el motivo legendario de la guerra de Troya había sido el rapto de Helena, el motivo de los marineros del Argos (eso quiere decir argonautas) fue el robo del Vellocino de Oro; también fue llevado a un lugar del norte del Egeo; e igualmente fue recuperado por una expedición del sur del Egeo; y aunque los agraviados esta vez fueran los eolios, el barco se llamaba Argos, es decir, los griegos de la ribera norte del estrecho de Corinto navegando en la marina de los griegos de la ribera, o la costa, sur de ese estrecho o istmo o canal, que de todo un poco es. De hecho en este viaje también se produciría de rebote otra destrucción de la Troya, la número cinco, a manos de un cabreadísimo Hércules que reclamaba el pago no satisfecho de uno de sus famosos trabajos.
Para nuestro alivio contamos con las esclarecedoras interpretaciones de Robert Graves, en Los mitos griegos, para el caso: «Poseer ese vellocino era un distintivo de la realeza, porque el rey lo utilizaba en una ceremonia para atraer la lluvia anual. El cordero es metafóricamente de oro; en Grecia "el agua es oro" y el vellón producía mágicamente la lluvia. Esta metáfora puede, no obstante, haber sido reforzada por el uso de vellones para recoger oro en polvo en los ríos del Asia Menor… Por la leyenda del Vellocino de Oro conjeturamos que Laomedonte, rey de Troya, se oponía a las aventuras mercantiles tanto de los léleges como de los minias en el Mar Negro, y que la única manera de meterlo en razón fue destruir su ciudad, que dominaba el Helesponto y la llanura del Escamandro, donde se realizaba anualmente la feria de Oriente y Occidente».
Estamos en el Bronce final griego, siglos –XV a –XII y el Egeo es el "mediterráneo", el "mare nostrum" helénico. Si los egipcios del sur, con sus manufacturas, habían hundido la industria del lino en Grecia, en Grecia no estaban dispuestos a que los hititas y adyacentes del norte arruinaran la industria de la lana. Los griegos destruirán Troya todas las veces que sea preciso antes que perder los enclaves comerciales y coloniales del Mar Negro.
«El nombre de esta "forma" circular ―el zodíaco, uno de los símbolos más universales y extendidos― proviene del griego 'zoe', vida y 'diakos', rueda. El principio elemental de esta rueda de la vida se halla en el ouroboros, o serpiente que se muerde la cola, símbolo del 'Aion' (duración). La expresión general del zodíaco es concerniente al proceso en el cual "la energía primordial, al ser fecundada, pasa de la potencialidad a la virtualidad, de la unidad a la multiplicidad, del espíritu a la materia, del mundo informal al mundo de las formas", para luego retroceder en vía inversa» (Juan-Eduardo Cirlot, Diccionario de símbolos)
6. Siempre habrá un Vellocino que justifique una Guerra
Y como en este continente nuestro de bárbaros que se extiende alrededor de Roma y al oeste de Atenas estamos empeñados en entroncar, de la forma que sea, con estas dos metrópolis, un buen día a alguien se le ocurrió crear la muy rubicunda Orden del Toisón de Oro bajo el patronazgo cultural y moral de los argonautas y su vellocino. Resulta que toisón es la denominación francesa para el "vellocino de lana que resulta de esquilar a las ovejas" ('toison', francés del s.XII, deriva del latín tardío 'tonsio, -nis', tonsura, rapado, y éste, del clásico 'tondere', esquilar o esquilmar)… pero también "orden de caballería instituida por Felipe el Bueno en el siglo XV para celebrar su matrimonio con la princesa portuguesa Isabel de Avis, hija del rey de Portugal Juan I, en la ciudad de Brujas, y destinada a propagar el catolicismo", o eso dicen los fervientes de estas cosas religioso-militares:
«El vellocino, que es realmente el Toisón, es la piel del carnero que cuelga de un collar con veintiséis eslabones y pedernales despidiendo llamas y con una frase en latín recogida del libro de los Jueces, en la figura de Gedeón, en su lucha contra los madianitas: "Ante Feriti, Quam Flamma Micet" (hiere, antes de que vea la llama), junto a las 'B' de Borgoña». (José Luis Delgado García en el Diario de Ávila)
Pero no parece ser rigurosamente exacto, mi querido y desconocido Don José Luís; tal frase, yo al menos, no la hallo por ninguna parte en la Biblia, ni en latín, ni en arameo traducido, ni en español sin traducir. Busquemos otra opinión, que para éso está la Red:
«"Ante ferit quam flama micet" (Golpea antes de que surja la llama), era la divisa del Duque de Borgoña aludiendo a la necesidad de actuar antes de que los problemas alcancen proporciones inabarcables. Ya en puertas del Renacimiento, el Duque Felipe quería con estos elementos simbolizar la riqueza lanar de su ducado, representada con la piel del carnero sagrado, y el espíritu aventurero de los compatriotas de su tercera esposa, los portugueses, encarnados por los argonautas. Más tarde trató de cristianizarse la Orden, identificando su simbología con la historia de Gedeón, que siendo un pasaje bíblico la alejaba del paganismo, pero este intento del clero borgoñón no tuvo gran éxito.
En cualquier caso, la riqueza y el valor, junto al ingenio de los caballeros encontraría cauce en la aún pretendida recuperación para el cristianismo de los Santos Lugares (fracasadas las Cruzadas hasta ese momento) y, más adelante, en 1454, en los proyectos de recuperación de Constantinopla, caída en manos del infiel turco con el consiguiente daño para la verdadera Fe y, ¿por qué no reconocerlo?, del comercio occidental cuyas rutas principales para comunicarse con Oriente sufrían una gravísima alteración con este cambio». (José Luis Sampedro Escolar: El toisón de oro en el siglo XXI).
Es decir, una y otra y otra vez, y siempre, la Guerra de Troya. Y siempre habrá un Vellocino de oro que justifique una Guerra.
«Estos pueblos vascones son sobrios, no beben más que agua, duermen en el suelo, tienen los cabellos largos. Comen carne de cabra; bellotas con las que hacen una especie de pan; a veces beben una especie de cerveza (debía tratarse de sidra) y muy pocas veces vino en las fiestas familiares; a falta de aceite usan grasa… Ofrecen al dios Ares sacrificios de animales y también de cautivos… No tenían más que barcas de cuero, luego de troncos de árbol… Se calzaban con abarcas, no llevan nunca casco en la guerra, cultivan el mijo y el lino… Tenían reputación de augures, de adivinos y adoraban a la luna durante la noche…» (Estrabón, s.I: Geografía)
Sed buenos, si podéis
……………….«. . . porque el pensar y el ser son una y la misma cosa» (Parménides)
6 comentarios:
EN ÉSTAS, LAS ÚLTIMAS HORAS DE 2009, TE DESEO A TI Y A TODOS LOS TUYOS TODA LA FELICIDAD Y ALEGRÍA DEL MUNDO. QUE TE ACOMPAÑE DURANTE TODA TU VIDA, QUE TE DESEO INFINITA EN EL TIEMPO, LA ALEGRÍA Y LOZANÍA DE ESTA MÚSICA.
ANTONIO MARTÍN ORTIZ
Muchísimas gracias, Antonio; no sabes cuánto te agradezco tu mensaje. Personas como tú y blogs como el tuyo hacen de este mundo un lugar más habitable y nos animan a otros a unirnos a tratar de seguir el ejemplo. Aunque es francamente difícil hacerlo con tu entusiasmo y bonhomía, recibe mis más encendidas felicitaciones para tí y los tuyos y mis mejores deseos de bienestar para el año que comienza.
Angel Molledo
Querido amigo, tengo claro que tendré que venir a documentarme a tu página para mi siguiente libro... si es que lo escribo, claro. Eres una maravilla y muy generoso al ofrecer tanta y tan cualificada información. Disculpa si últimamente no te he frecuentado, he ido muy de cabeza con el trabajo, la publicación de la novela y los asuntos familiares. Pero en fín, quería, por lo menos, pasar a felicitarte el nuevo año y desearte lo mejor para tí y tu familia. Un abrazo muy fuerte.
Amgo Ángel,
Muchas gracias por tus elogiosas palabras, dejadas en tu comentario, que seguramente no merezco, pero, bueno, tampoco es cuestión de llevarte la contraria en un asunto tan grato.
Tengo que felicitarte por la exhaustiva y bien elaborada información que nos regalas con tu extenso artículo en tu espacio, sobre los orígenes de nuestra especie, y sobre la forma cómo se han ido superando los diferentes obstáculos que podía encontrar la evolución de los homínidos.
Aquí, en tu espacio, tenemos un buen ejemplo de lo que es tesón y ganas de hacer cosas útiles para los demás.
Ya casi no nos hace falta recurrir a las Encilopedias para según que temas: te tenemos a ti y tu exhaustiva información.
Te felicito sinceramente por tu capacidad de trabajo y por la generosidad en poner a nuestra disposición el fruto de muchas horas investigando.
Te seguiré visitando con placer.
Que tengas un buen 2010. Me quedo con la frase que nos cita de Parménides:
porque el pensar y el ser son una y la misma cosa.
Realmente, creo que es así: las cosas no son lo que son, sino lo que creemos que son, porque es ésa la forma como nos afectan.
Un gran abrazo,
Antonio
Sinceramente, amigo Antonio, tu comentario me deja un tanto perplejo. Mis artículos, aparte de no tener otra cualidad o intención que la de conectar de mejor o peor forma cosas archisabidas, no son ni exhaustivos ni enciclopédicos, sólo son kilométricos. Y creo que ello es un defecto más que una virtud pues un blog debiera ser conciso por definición. Simplemente, es que no sé cuando parar a la hora de encadenar los porquéses de los porquéses. Quiero ir al fondo y me pierdo entre detalles. No soy ningún erudito, como tú y la mayoría de la gran gente que participa en vuestros blogs. Soy, si quieres, un apasionado más que un aficionado, porque esto de la escritura es un vicio hermoso que engancha, lo siento. Y leeros me animaba tanto como me acobardaba, hasta que un día me dije ¡qué demonios! Intentaré ser menos farragoso. Dame tiempo.
Un abrazo
Amigo Ángel,
Por favor, no te quites méritos tú a ti mismo, que de eso ya se encargan, por lo general, otros, porque siempre los hay que son incapaces de ver las cualidades del vecino. Yo he escrito lo que pensaba y sigo pensando. También es verdad que hay mucha gente que es incapaz de leer algo que tenga más de un cuarto de página, pero eso es problema de ellos. Fundamentalmente creo que uno para quien primero escribe es para sí mismo. Si además hay otros que lo lean a uno, pues ¡bienvenidos sean!
Por consiguiente, te animo a que estés orgulloso de lo que escribes, porque somos bastantes los que valoramos el mérito de lo que haces.
Recibe un gran abrazo, y, nuevamente, mi Felicitación.
Antonio
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