«Los contextos de las palabras van almacenando la historia de todas las épocas, y sus significados impregnan nuestro pensamiento y se interiorizan. Y así las palabras consiguen perpetuarse, sumando lentamente las connotaciones de cuantas culturas las hayan utilizado» (Alex Grijelmo: La seducción de las palabras)

«Las sociedades humanas, como los linajes animales y vegetales, tienen su historia;
su pasado pesa sobre su presente y condiciona su futuro» (Pierre P. Grassé: El hombre, ese dios en miniatura)

9 abr 2010

(II) De Escuelas y Colegios. La Conexión Fenicia



«No es la respuesta a las preguntas ¿qué?, ¿cuándo? Y ¿dónde?, sino la de ¿cómo? Y sobre todo, ¿por qué?, lo que tiene importancia capital para establecer los fundamentos teóricos de una ciencia» (Ignace J. Gelb: Historia de la escritura)

En la entrada anterior tratábamos de la enseñanza en las primeras escuelas de la Humanidad. En la próxima entrega, trataremos sobre las escuelas griegas, los centros clásicos que servirían de referencia hasta prácticamente nuestros días. La radical diferencia entre los primeros y los segundos tipos de escolarización nos obligan a intercalar la presente entrega, en la que tantearemos cómo y porqué se produjo tal transformación en tan poco tiempo, relativamente hablando. Echemos un rápido vistazo, para empezar, a las características más llamativas de las sociedades tipo egipcio y de tipología griega.

A diferencia de lo que comúnmente se cree, la construcción de las pirámides (culmen de la cultura egipcia) no fue llevada a cabo por masas esclavizadas bajo el restallar del látigo, sino por muchedumbres de campesinos bien dispuestos hacia su faraón, a la sombra del cual esperaban conseguir una parcelita en los campos del más allá de las estrellas, tal y como intentamos razonar al hablar de los primeros templos y palacios.
Compaginaban el laboreo de su parcela particular (por supuesto siempre arrendada al templo, eso sí) de bastante buena gana con aquellas tareas faraónicas por las cuales recibían una paga razonable en especies. Lo mismo podríamos decir de todo lo levantado en Mesopotamia.

El historiador griego Herodoto (Los nueve libros de la Historia), que anduvo zascandileando alrededor de las pirámides dos mil años después de su terminación, que se dice pronto, al informarse de su coste nos dejó ver que su facturación no correspondía a una mano de obra esclava precisamente: «En la pirámide está anotado con letras egipcias cuánto se gastó en rábanos, en cebollas y en ajos para el consumo de peones y oficiales; y me acuerdo muy bien que al leérmelo el intérprete me dijo que la cuenta ascendía a 1.600 talentos de plata (más o menos, a unos veinticinco kilos el talento). Y si esto es así, ¿a cuánto diremos que subiría el gasto de herramientas para trabajar, y de víveres y vestidos para los obreros, y más teniendo en cuenta no sólo el tiempo que gastaron en la fábrica de tales obras, sino también aquél, y a mi entender debió ser muy largo, que emplearían así en cortar la piedra como en abrir la excavación subterránea?».

Aunque bien es verdad que con ocasión de tan monumental y perentoria obra, un sepulcro para sí mismo al fin y al cabo, ningún faraón, en este caso el bueno de Keops, podía andarse con muchos miramientos con su pueblo, pues ni siquiera un faraón sabe a ciencia cierta cuándo le toca cambiar de constelación. Así que con las prisas por poco finiquita el país al efecto:
«Primeramente, cerrando los templos, prohibió a los egipcios sus acostumbrados sacrificios; ordenó después que todos trabajasen por cuenta del público (Hacienda somos todos, que decimos ahora), llevando unos hasta el Nilo la piedra cortada en el monte de Arabia, y encargándose otros de pasarla en sus barcas por el río y de transportarla al otro monte que llaman de Libia. En esta fatiga ocupaba de continuo hasta tres mil hombres, a los cuales de tres en tres meses iba relevando, y sólo en construir el camino de dicha piedra de sillería hizo penar y afanar a su pueblo durante diez años enteros… En cuanto a la pirámide, se gastaron en la construcción veinte años».

Así pues, fue en este ambiente de servidumbre asumida y generalizada donde se gestaron las más antiguas escuelas dependientes del Templo, es decir, del Estado, que vimos en la entrada anterior.
En contraste con estas circunstancias sociales, en la Grecia clásica, aparte de Creta y sobre todo de Esparta, donde correspondía por entero a la ciudad, la educación era considerada como un asunto privado y la Ciudad se limitaba a castigar la inmoralidad de los maestros.
Y nada más ajeno a la cultura errante de estos pueblos que la estática y extática estructura del templo oriental. Si los egipcios y mesopotámicos son pueblos masificados y homogeneizados por la agricultura intensiva estatal, y que sobreviven remansados en la Era de la Piedra y el Cobre, a las tribus en movimiento los bosques o los simples árboles les bastaba como morada de sus dioses, una vez que decidían establecerse en un territorio levantaban santuarios, que no templos, a base de madera, no por su mayor manejabilidad, sino porque la madera es la materia del árbol y representa la continuidad sagrada del bosque.

También esa es la razón por la cual las columnas de sus santuarios siguieron siendo redondas, y a poder ser estriadas (a pesar de su obvia dificultad constructiva), una vez que se optó definitivamente por la edificación en piedra a la vista de que el fuego sagrado y los demás fuegos acababan con las sucesivas capillas una tras otra. De igual manera, el atrio o pórtico, que cubre el acceso al interior de templos y palacios, es el rastro de la lona alzada sobre dos postes o estacas a modo de porche que en las antiguas tiendas itinerantes resguardaba su entrada por el día y la obstruía por la noche tras ser retirada de los postes (imagen de la izquierda).

Incluso el espectacular Panteón de Agripa en Roma (a la derecha) respeta esas pautas milenarias. Dicho panteón, por cierto, ni es ni nunca fue una cámara sepulcral, ni de Agripa ni de nadie (ver la entrada 2, Sobre el Gran Incendio de Nerón). El griego 'pántheion' significa ''de todos los dioses'' ('pan', todo, y 'theos', dios), nombre genérico dado al templo edificado en honor a todos los dioses posibles. Precisamente por ello, y para no ofender a ninguno a causa de la preeminencia dada al lugar de otro, la estructura era de planta circular.
A pesar de su inigualable monumentalidad, su esquema estructural sigue conservando la sencillez de los aurorales hogares de campaña… por más que su nombre se aplique hoy equívocamente a todo monumento funerario destinado a albergar enterramientos conjuntos.
En cualquier caso, los estrictos santuarios montaraces no daban de sí más que para morada del dios o diosa titular y su cámara del tesoro, para algún habitáculo destinado al sacerdote o sacerdotisa de guardia y pare usted de contar. Así que, de sitio para una escuela ni hablamos. Lo más parecido a una escuela recogida en un templo eran los santuarios ubicados en Eleusis y Brauronia (ver la entrada 17, De las Once Mil vírgenes) centros destinados a la celebración de unos misterios que los griegos habían adoptado y adaptado de los misterios dedicados a Osiris, y que el catolicismo asumió gozosa y dolorosamente en sus rosarios y eucaristías. No en vano místico, del griego 'mystikós', significa ''relativo a los misterios religiosos'', por más que misterio (de 'mysterion') signifique originariamente ''ceremonia religiosa para iniciados''.

La rueda, el arco, el tornillo y la biela, los cuatro mecanismos básicos cuya combinación da marcha a la máquina más complicada que podamos imaginar, fueron ideados fuera del cargado ambiente de los templos, perfeccionados y manejados por pueblos criados al aire libre que acabarían con la supremacía de las escuelas sacerdotales.
La irrupción de estas inquietas gentes en los solemnes patios de los templos debió causar tal conmoción que quedó plasmada en la leyenda bíblica de la frustrada Torre de Babel con motivo de la confusión de lenguas propias y extrañas. Babel es el auténtico nombre de Babilonia ―similar a la traducción de Köln por Colonia―, aunque normalmente no se utiliza más que para referirse al Etemenanki, la torre de su templo, de su "catedral", que diríamos hoy si no fuera porque catedral viene de cátedra, que significa silla, mientras que el Esagila, nombre de aquel templo, albergaba la estatua en pie de Marduk o Assur, dios de Babel, o Babilonia, que decimos nosotros.


Las invasiones del Norte debían estar haciendo estragos, aunque quizá no fueran tan violentas como creemos, sino tan pacíficas como las emigraciones actuales… al fin y al cabo, se trató de la supuesta paralización de una obra por falta de traducción simultánea.
Digamos que aquél sólo fue el desencuentro, o el encontronazo, más llamativo de la historia de la construcción. La ''confusión de lenguas'', según la terminología bíblica, es algo inherente al sector, como pueden atestiguar contratistas, promotores, suministradores y obreros de cualquier obra de cualquier época (de los sindicatos mejor no hablamos). No en vano, Caín fue el primer promotor-constructor urbanístico de la Historia, una variante paleolítica del cazador-recolector (también puso sus bienes a nombre de la familia, por si los fiscos; nada nuevo bajo el sol):
«Conoció Caín a su mujer, que concibió y parió a Enoc. Púsose aquél a edificar una ciudad, a la que dio el nombre de Enoc, su hijo» (Génesis, 4,17).


Sin embargo, ahora en serio, la etimología de Babel no hace referencia a 'Baal' o 'Bel', sino a 'El', Dios en sumerio, y al cual los hebreos adoptaron como 'Elohim', término general utilizado ocasionalmente en el Antiguo Testamento para referirse a cualquier divinidad, aunque con más frecuencia para designar al dios de los israelitas. Así pues, Babel se traduciría por 'Bab-El', La Puerta de Dios.
(Arriba del todo, Torre de Babel, según la fantasiosa idealización de Peter Brueghel, el Viejo, hacia 1568; sobre estas líneas, a la derecha y algo desenfocada, realista maqueta de la Torre realizada de acuerdo a las excavaciones, pero sobre todo siguiendo de nuevo la descripción de Heródoto, que ofrecemos a continuación, el cual también visitó Babilonia hacia el año -450… señal de que la paralización de las obras, como suele ocurrir, fue sólo temporal).


«El templo, de puertas de bronce, todavía se hallaba en pie y era de planta rectangular, midiendo cada lado dos estadios de longitud [según las medidas de aquel tiempo en Grecia, el estadio tenía unos 180 metros; esa era la longitud del campo de los Juegos Olímpicos, y de ahí el nombre actual]. En el centro se erguía una torre, también cuadrada y con lados de un estadio de longitud. Un segundo estadio se alza sobre el primero. Y después un tercero. Y así hasta completar ocho. Estas ocho torres pueden escalarse utilizando una escalera en forma de espiral que las recorre por fuera. A mitad de camino hay asientos y un refugio para que las personas que lleven a cabo el ascenso puedan descansar» (Heródoto: Los nueve libros de historia)




En esta entrada intentaremos entender el motivo de que fuera en Grecia, precisamente Grecia, y en el siglo IV antes de Nuestra Era (y no antes ni después), donde y cuando la forma de cultura Occidental, y su enseñanza y aprendizaje, sufrió una transformación trascendental respecto a la que existían desde nada menos que cinco milenios atrás.

¿Eran los griegos más inteligentes que los egipcios y que los babilonios y que nadie en el mundo? ¿Qué ocurrió en este mundo para que de pronto aparecieran Sócrates, Platón y Aristóteles, de una tacada?
Intentemos comprender al hombre de hace tres mil años, época alrededor de la cual se comenzó a gestar tal revolución entre la Europa del Sudeste y el Asia del Oeste (la Revolución del Pensamiento, dicen que fue), y a su circunstancia.


1. Los Grandes Rezagados

La invasión sufrida por Egipto hace 3.500 años a manos de los hicsos fue posible gracias a que estos tuvieron un ejército dotado de carros de combate, mientras que los egipcios ni tan siquiera conocían la rueda aplicada al transporte (más bien ocurriría que, entre desiertos e inundaciones, el suelo del país no parecía hacerla aconsejable… hasta ese momento). Los hicsos eran uno de esos pueblos nómadas a los que aludíamos antes. Procedentes de no se sabe muy bien dónde («una raza innoble de Oriente», según se les describe en algún papiro egipcio) dominaron el país y, como luego veremos, modernizaron la obsoleta tecnología egipcia… hasta que fueron expulsados mediante esa misma tecnología (de esto los profesionales de la informática saben un montón). Todo esto ocurrió alrededor del año -1500, y fue sólo el prólogo de una serie de invasiones que, sin apenas pausa, pondrían patas arriba una cultura emanada del templo que había organizado la vida de Oriente durante casi tres milenios. A pesar de su longevidad y aunque perviviría un milenio más (pensemos que la Iglesia Católica nació con Constantino hace poco más de 1.600 años), su cultura continuaba en la Edad de Piedra, siendo arrollada por la cultura artesanal del bronce y la rueda, sabiduría terrenal auspiciada por unos dioses que, prescindiendo de parafernalias constructivas, moraban en santuarios al aire libre.

(Imagen izquierda: «El pasquín, el 'blog' del siglo XVI que usan los ultraortodoxos en el XXI. Su interpretación de la ley judía les impide emplear otros medios de difusión»: Diario El Mundo, domingo 11-abril-2010)


Trescientos o cuatrocientos años después de la peripecia hicsa en Egipto, tendría lugar la de los griegos aqueos (otro pueblo turbulento sin templos pero con bronces y naves) en Troya, un protectorado hitita (otra cultura fluvial a la sombra del templo). Y no más de un par de siglos después, alrededor del milenio –I, irrumpiría la tecnología del hierro, unida a la nueva técnica del jinete, como introducción al arma de caballería que relegó el carro de combate al escaparate de los desfiles y al trastero de los arcos de triunfo (ver la entrada 13, Los Caballos de Troya).
Tal cascada de avances tecnológicos (el bronce y el hierro, el arco compuesto --imagen derecha, en manos de un guerrero escita--, el carro y la montura conllevan muchas otras técnicas accesorias: la guerra siempre es el motor del progreso) desconectaron al templo y su enseñanza del progreso técnico y lo redujeron (allí donde no desapareció definitivamente) a su primigenia función religiosa. Ciencias y Letras, esquemáticamente hablando, comenzarían una andadura divergente que todavía padecemos.

Pues bien: justo cuando la Edad del Hierro empieza a amanecer y ante su fosforescencia la sombra del templo comienza a clarearse, irrumpe desde la nada polvorienta del desierto un pueblo nómada totalmente resuelto a hacerse un hueco en la Historia…: es el pueblo judío, que viene reclamando la Tierra Prometida por Jehová o Yahvé. Y aparece decidido, además, a dotarse de un Templo como Dios manda, como los de toda la vida del Señor, como los que tienen esos egipcios y esos sumerios y esos babilonios que tanto les han machacado.
Los israelitas, recién traspasada la frontera egipcia de su éxodo y antes de llegar a su destino prometido, se afanaron de inmediato en la construcción de un costosísimo tabernáculo, una morada de campaña para su dios como preámbulo de la edificación de su futuro gran templo. Su sueño se haría realidad con Salomón, en los comienzos del primer milenio anterior a nuestra Era, en una época en la cual ese modelo de institución, insistimos, estaba en declive entre sus poderosos vecinos.

La misma reciente implantación de la monarquía en Israel, inaugurada por el rey Saúl y continuada por David y Salomón, el constructor, era prueba evidente del decreciente poder sacerdotal: El pueblo judío, tras la muerte de Moisés y Josué, había exigido ser gobernado por algún tipo experto en matanzas en masa que diera respuesta a las amenazas del cada vez más turbulento mundo en que estaban inmersos (Salomón fue el primer rey que introdujo el carro de guerra en el ejército israelita), y pidieron al profeta Samuel que instaurara la monarquía. Tales exigencias democráticas revolvieron las tripas del buen y teocrático profeta, que les lanzó una perorata modélica para los futuros republicanos del mundo mundial:
«Ved como os tratará el rey que reinará sobre vosotros: cogerá a vuestros hijos y los pondrá sobre sus carros y entre sus aurigas y los hará correr delante de su carro. De ellos hará jefes de mil, de ciento y de cincuenta; les hará labrar sus campos, recolectar sus mieses, fabricar sus armas de guerra y el atalaje de sus carros [aquí, Samuel demostraba su categoría como profeta, pues faltaba casi un siglo para la modernización ''pesada'' del ejército a instancias de Salomón]. Tomará vuestras hijas para perfumeras, cocineras y panaderas. Tomará vuestros mejores campos, viñas y olivares y se los dará a sus servidores. Diezmará vuestras cosechas y vuestros vinos para sus eunucos y servidores…» y etc., etc., etc. Pero el pueblo llano lo tenía muy claro: «No, no, que haya sobre nosotros un rey y así seremos como todos los pueblos; nos juzgará nuestro rey y saldrá al frente de nosotros para combatir nuestros combates» (Samuel, 8-11)

No parece que los israelitas llevasen demasiado bien ser ''el pueblo elegido'', siempre fustigados bajo las órdenes casi directas del mismísimo Dios. Era una teocracia de primer grado que los historiadores que están conformes con la Biblia achacan a la influencia, ejercida durante el cautiverio, por el faraón Akenatón (recibiendo inspiración de su único dios, imagen derecha), el primer monoteísta del que se tiene noticia en el mundo (el cautiverio se supone comenzó en la época hicsa, y Akenatón reinaría siglo y medio después del fin de ésta).
Sin embargo, de acuerdo a su modo de vida, ancestralmente el culto judío no se debió diferenciar demasiado del practicado por los demás pueblos vecinos de Canaán, tan furiosamente criticado por Jehová al modo converso:
«Destruiréis enteramente todos los lugares donde las gentes que vais a desposeer han dado culto a sus dioses, sobre los altos montes, sobre los collados y bajo todo árbol frondoso; abatiréis sus altares, romperéis sus cipos, destruiréis sus aseras, quemaréis sus imágenes talladas y sus dioses y haréis desaparecer de la memoria sus nombres.
No haréis así cuanto a Yahvé, vuestro Dios, sino que le buscaréis en el lugar que El elija entre todas la tribus, para poner en él su santo nombre y hacer en él su morada» (Deuteronomio, 12-2)


Vemos cómo describe la Biblia el estilo de santuario que aquí hemos detallado como el propio de los nuevos pueblos viajeros: situados en collados y colinas y siempre al descubierto; los masebot o cipos (del latín 'cippus', pie o arranque de una planta, de donde también cepo) corresponden a iconos pétreos de aspecto fálico, una invocación a la fertilidad masculina que Yahve detesta profundamente, y «las aseras eran troncos de árboles con el arranque de algunas ramas, que, reunidos, venían a simbolizar a su vez un bosque, símbolo a su vez de Astarté, la diosa de la fertilidad femenina» (Nota de Nácar-Colunga, los comentaristas de la Sagrada Biblia de la B.A.C.).


Aunque tan despectivamente tratada por la Biblia (y por los señores Nácar y Colunga), Asera era el nombre propio de la diosa fenicia de la vegetación, la cual hacía pareja divina con Baal. Con el tiempo, Salomón, un rey con mucho mundo, yerno de un faraón y excelente poeta erótico, también se convertiría en buen amigo y mejor cliente de Hiram, el más famoso de los reyes fenicios, soberano de la ciudad de Tiro, proveedor de materiales y mano de obra cualificada para la construcción del salomónico templo (los peones eran judíos). Recién asentado en el trono, Salomón mandó recado a Hiram, el cual respondió inmediatamente con una eufórica misiva digna de cualquier contratista de cualquier época:
«Bendito sea Yahvé, que ha dado a David un hijo sabio sobre ese gran pueblo… Haré lo que me pides en cuanto a madera de cedros y cipreses. Mis siervos los bajarán del Líbano al mar, y yo los haré llegar en balsas hasta el lugar que tú me digas. Allí se desatarán y tú los tomarás y cumplirás mi deseo proveyendo de víveres a mi casa» (I Reyes, 5-7)

(Aquí encima, a la izquierda, les vemos metidos en faena; debajo de estas líneas, una reconstrucción bastante fidedigna, según lo relatado por la Biblia, del resultado de la contrata)

Esta amistad entre Hiram y Salomón también facilitó que el alfabeto fenicio fuera adoptado por el hebreo, al igual que ocurrió en todo Canaán. El llamado calendario de Gezer, del siglo -X, que contiene un catálogo de actividades agrícolas, pertenece a esta época de transición salomónica, hasta el punto de que no resulta fácil distinguir en él si se trata de una inscripción hebraica o fenicia. Ya del siglo -IX, pero crecientemente de entre los siglos -VIII al -VI, se conocen numerosas inscripciones hebreas que atestiguan el paso del alfabeto fenicio al hebreo procedentes de Samaria, Arad o Jerusalén. Como en todos los pueblos de cultura netamente sacerdotal, esta escritura se usó en la literatura religiosa. Pero fue abandonada hacia el siglo -VI a causa de la diáspora judía y su exilio hacia Babilonia.

Y así, a partir del siglo -VI la comunidad rabínica y los judíos ortodoxos abandonan esta escritura y la sustituyen por el arameo, cuya introducción se atribuye al profeta Ezra (en español, Esdras), que la traería consigo desde el exilio de Babilonia. La antigua prevención contra Asera y Baal se renueva y plasma en la oposición a la vieja escritura hebreo-fenicia, de tal forma que los textos sagrados, como la Michna o la Torah, serían reescritos en arameo.

De esta escritura derivaría la segunda escritura hebrea, denominada hebreo cuadrado, implantada en el siglo -III y usada en el actual Israel.




2. De los Imperios fluviales a los marítimos
 Otra diferencia fundamental entre Oriente y Occidente, tomados estos términos en su mera acepción geográfica, reside en el entorno económico forzado por la abismal diferencia ecológica de los territorios. Unos son imperios agrícolas de base fluvial, los otros son imperios comerciales de ámbito marítimo (''...los griegos, un pueblo botado al mar por su geografía'', algo así decía Herodoto). Siempre el agua como sustento de la vida.

Etimológicamente culto y cultura provienen de cultivo, y esto es así a causa del fundamento agrícola sobre el que se erigieron las paredes del templo en Egipto Mesopotamia y demás imperios fluviales; aparte de las innumerables definiciones de ''cultura'' existentes en función del contexto, se podría decir entonces que, en sus orígenes, cultura fue el conjunto de técnicas artes y costumbres desarrolladas alrededor del cultivo o aprovechamiento agrícola del territorio bajo el control de un pueblo.
No obstante, un tipo de evidente cultura desarrollada sobre el comercio, como la griega o la fenicia, y en la que se puede prescindir en gran parte de la agricultura (si exceptuamos el olivo y sobre todo la vid, centro del importante culto a Dionisos, o sea, a Baco y sus bacanales) y hasta del territorio, nos fuerza a generalizar tal definición.
Y como nos parece de perlas una enunciada por Manuel Hidalgo dentro de su columna de prensa, nos tomamos el libertinaje de repetirla aquí: «Cultura es el proceso y el desenlace de la actividad inteligente del hombre en relación con la Naturaleza. En su proceso inventamos cosas que nos permiten desenvolvernos en nuestro beneficio dentro del medio natural». (Lo simple y lo complejo: Diario El Mundo, 6-marzo-2010).



Es una descripción de la cultura que podría ser aplicable a muchas especies del reino animal, como los llamados ''pájaros jardineros'', por ejemplo; los capulineros son unas aves del tamaño de las cotorras que compiten entre sí construyendo enramadas como pequeños decorados (aunque grandes para ellos) a base de tallos, piedrecillas, moluscos y objetos diversos ―como plumas de otras especies de pájaros más vistosos que ellos―, con las cuales seducir y atraer a las esquivas y exquisitas hembras.
Como puede comprobarse en la imágenes (el macho es el del cogote malva, las hembras carecen de adornos) es un entramado que para nada puede cumplir la función de nido. Además, aunque este capulinerillo haya optado por reunir diferentes objetos del color más blanco reluciente posible, cada especie de capulinero construye un tipo de decorado total y absolutamente diferente en formas y materiales a las demás. Se las puede llamar culturas capulineras, con pleno derecho, por chusco que ello suene.


...Sin embargo, frente a la cultura creativa exhibida por las aves jardineras, se halla el concepto mucho más generalizado de ''cultura antropológica'', concretada como ''género de vida definido propio de un determinado grupo humano''. Y la mejor parábola del proceso de conformación de esta cultura que conozco, la fabulación que mejor sintetiza su cruda realidad, es la descripción del siguiente ''experimento'' que circula profusamente por Internet. Atención al proceso:
· Introdúzcanse una serie de monos en un recinto cerrado.
· Cuélguese un plátano del techo y colóquese una escalera para poder alcanzarlo, asegurándose de que no exista ningún otro modo de alcanzar el plátano.
· Instálese un sistema que haga caer una lluvia de agua helada en toda la habitación en el preciso instante en el que cualquiera de los monos toque la escalera: 
Los escarmentados bichos aprenderán rápidamente que es imposible alcanzar el plátano sin provocar un muy desagradable chaparrón generalizado de agua helada.

Ahora, sustituyamos uno de los monos por otro nuevo. Lógicamente, éste intentará trepar por la escalera de inmediato para pillar el plátano. Y sin saber por qué ni por qué no, al instante será apiolado por el resto de los horrorizados bichos.
· Reemplacemos a continuación otro más de los viejos macacos por uno nuevo.
El pobre neófito será arrastrado y machacado igualmente de mala manera por la escandalizada pandilla antes de acabar de aproximarse siquiera al pie de la escalera. Además, el último mono, el introducido más recientemente, será el que más rabiosamente se ensañe con él.
· Repitamos así el proceso, mono a mono, hasta renovar la totalidad de los primates aborígenes, de modo que no quede en la cuadrilla nadie que haya conocido personalmente el mítico diluvio (aunque los más viejos del lugar juren y perjuren que hubo una Edad de Oro en la que la escalera era practicable y el plátano accesible).

...A ningún individuo de la tribu resultante se le ocurrirá jamás de los jamases acercarse a la mítica escalera. Más aún: si por mental extravío cualquiera de ellos iniciase alguna aproximación a la fruta prohibida, el insensato será inmediatamente fogueado por el resto de sus congéneres. 
Y lo más significativo es que ninguno de ellos se cuestionará lo más mínimo tal actitud. Es la esencia del tabú

Y así, queridos amiguitos, es como se forja una Cultura.




Paralela y humanamente, el culto sería el ritual o sistema de conjuros con el cual se propicia a los dioses y demás espíritus con el fin de asegurarse los frutos de la tierra de los rebaños de la caza del sexo de la guerra o del comercio.
Respecto a estos dos últimos enunciados, guerra y comercio, hemos de avisar que desde sus mismos comienzos han ido peligrosamente de la mano; en el mar, piratería y comercio han sido indistinguibles hasta tiempos muy recientes. Cretenses, fenicios, griegos y cartagineses, por ejemplo (y en este orden cronológico), practicaron una u otra en función de lo calva o greñuda que vieran la ocasión, es decir, de la debilidad o fortaleza de los pueblos ''visitados''. Todos ellos desvalijaron al bélicamente inferior y negociaron con el más poderoso. Hermes era el dios de ladrones y negociantes, ambos encuadrados bajo su mismo sindicato descaradamente y en amor y compaña.


A finales del s.-IV Alejandro Magno juntaría en uno solo todos los imperios preexistentes. Esta fusión forzosa de los imperios fluviales y marítimos más importantes de la época, a excepción del cartaginés, prepararía el tablero sobre el que Cartago, último reducto fenicio, y Roma, imperio emergente, moverían las piezas del futuro de Occidente.

«Después del valor y esfuerzo militar, el mayor mérito de un persa consiste en tener muchos hijos; y todos los años el rey envía regalos al que prueba ser el padre de la familia más numerosa. En la educación de los hijos, que dura desde los cinco hasta los veinte años, solamente les enseñan tres cosas: montar a caballo, disparar el arco y decir la verdad.
Ningún hijo se presenta a la vista de su padre hasta después de haber cumplido los cinco años, pues antes vive y se cría entre las mujeres de la casa, y esto se hace con la mira de que si el niño muriese en los primeros años de su crianza, ningún disgusto reciba por esto su padre» (Herodoto: Los nueve libros de la Historia)


 3. La chispa fenicia
«Fenicia fue ilustre por los fenicios, raza de hombres hábiles y bien dotados para los oficios de la guerra y de la paz; ellos inventaron las letras y otras obras de la literatura y de las artes, como recorrer los mares con naves, combatir con escuadras y gobernar a los pueblos, así como el despotismo y la guerra» (Pomponio Mela, geógrafo latino del s.I: Corografía)

Los fenicios constituyen la transición entre el imperio fluvial y el marítimo en cuanto al templo y a la formación impartida por éste. «Bajo una forma de monarquía sagrada de estilo oriental existió en las ciudades fenicias un sistema de representación popular con instituciones consultivas y asesoras que podían asumir la máxima responsabilidad ciudadana, y este modelo, consecuencia del elevado poder de la oligarquía comercial, parece ser el que se desarrolla con plena independencia en los establecimientos coloniales fenicios»... donde, por cierto, fomentaron una cultura bastante revolucionaria (al estilo incluso de la Revolución Francesa): «así habla Filóstrato sobre Gadir, la actual Cádiz, donde mantenían un altar a la Vejez en el que se honraba a la edad llena de experiencia, así como otro altar dedicado a la Pobreza, con el que los gaditanos pretendían que ésta les fuera soportable, y otro dedicado al Arte, como consuelo de la pobreza». (Ramón Corzo: Los fenicios, señores del mar).

Fenicia (en el actual Líbano) carecía de campos fértiles, siendo su único reducto agrícola los bosques de cedros que los templos egipcios y el de Salomón hicieron famosos y que posibilitaron la construcción de su imponente flota, modelo para griegos y romanos, y que provenían en gran parte de lo aprendido de los cretenses. Sin ejército propio, su presupuesto militar se invertía en las murallas de sus ciudades y en el alquiler de destacamentos mercenarios.
Paradójicamente, gran parte de este presupuesto militar mercenario terrestre se financiaba... con las aportaciones de su propia marina mercenaria al servicio extranjero. Nos lo explica magníficamente Herodoto en su narración de las campañas de Cambises II:
«No bien tomó la resolución de enviar sus espías a Etiopía, cuando dio orden a su armada naval que se hiciera a la vela para ir contra Carchedón o Cartago (quizá karchedon, por ''tierra de metales'', realmente fuera el primigenio nombre de Cartagena, en griego; quizá). Representáronle los fenicios que nunca harían tal, así por no permitírselo la fe de los tratados públicos, como ser una impiedad que la madre patria hiciera guerra a los colonos, sus hijos. No queriendo concurrir, pues, los fenicios a la expedición, las restantes fuerzas no eran armamento ni recurso suficientes para la empresa; y esto fue la fortuna de los carchedonios, que por este medio se libraron de caer bajo el dominio persa; pues entonces consideró Cambises que la fuerza de su marina dependía de la armada fenicia y que no debía forzar a los fenicios, que de buen grado se habían entregado a la obediencia de los persas».

Pero su éxito comercial siempre atrajo inmemorialmente a los ejércitos vecinos, con los que prefirieron pactar antes que combatir. A pesar de ello sus ciudades fueron saqueadas en innumerables ocasiones de las que siempre se rehicieron… hasta que en el s.-VI los torpes persas remataron la gallina-fénix de los huevos de oro y Cartago recibió la herencia del Mediterráneo:
Del persistente renacer fenicio proviene la leyenda del Ave Fénix, ese pájaro rojo-fuego con nombre de aseguradora ―le va muy bien el nombre, puesto que Fénix deriva de fenicio― que siempre conseguía renacer de sus propias cenizas y alzar el vuelo tras perecer en cada incendio. Fenicio deriva de 'phoinix', palabra griega que significa púrpura o rojo intenso, ya que eran los consumados fabricantes exclusivos de los carísimos textiles teñidos con ese color, el cual obtenían del múrex, un molusco pequeño, trabajoso y desagradable de tratar; por este motivo siempre ha sido distintivo de la realeza tradicional y del alto clero, que, siguiendo las enseñanzas de Cristo, sigue sin renunciar a él.

Gente mañosa e imaginativa, los fenicios pueden ser comparados a los actuales japoneses (aunque sólo sea para entendernos, pues el tópico se va diluyendo a fuerza de ser imitado); observaban las necesidades y los gustos de unos y otros y copiaban los de mayor demanda y precio: los historiadores dicen que las producciones artísticas fenicias anteriores al s.-X ''se confunden'' con las egipcias y asirias y las posteriores al s.-VII ''se confunden'' con las griegas. (A la derecha, un sarcófago femenino fenicio).
Descendientes de los que la Biblia llama cananeos, los fenicios formaban parte de los grupos semitas originarios del desierto arábigo que a principios del tercer milenio llegaron al Éufrates medio y, en vista de que aquello estaba de bote en bote y se respiraba muy mal ambiente, avanzaron hacia el oeste a mediados del segundo milenio siguiendo el curso del río hasta toparse con el Mediterráneo.
Y allí se quedaron (el Sur estaba dominado por los egipcios y el Norte por los hititas), encajonados en una franja de terreno, de no más de 40 kilómetros de ancho por 300 de largo, entre el mar y la montaña que nadie había querido por improductiva (tuvieron que recurrir al cultivo de las laderas en terrazas), a la espera de los turistas culones que unos milenios más tarde vendrían a disfrutar de aquellas playas y a patear sus ruinas a lo tonto modorro.

Los artesanos fenicios no eran esclavos, ni siervos, ni nobles. Son todo lo libres que les permite su habilidad su talento su fuerza... Pero, qué son el talento, la habilidad y la fuerza ―e incluso la libertad― si se carece de posibilidades para mantenerse como "autónomos", es decir, si no se tienen medios ni influencias (esos dos vasos comunicados y comunicantes) para procurarse materiales, herramientas y clientes…! El gremio artesanal tendría que esperar unos cuantos milenios hasta poder sumergirse productivamente por su cuenta como fontaneros, paletas, cristaleros y chispas.

Los fenicios ''privatizaron'' el sector artesanal, cuyos integrantes habían formado parte del funcionariado sacerdotal durante milenios. Si bien los escribas eran los más conocidos y respetados de todos los siervos cualificados, también figuraban carpinteros, canteros, joyeros, ceramistas y todas aquellas actividades que la imaginación nos sugiere a la hora de recrear cualquier templo actual. Y lo mismo ocurre con los marinos y carpinteros de ribera y calafateadores…
Así pues, con su "liberalización" se da por primera vez un grupo intermedio de gentes que no están adscritos a la tierra, como los siervos, ni al templo, como los funcionarios, aunque sigan trabajando para el templo, pues en el puente cultural fenicio todavía todo el mundo vive por y para los dioses. Nacen así los menestrales, otro derivado de 'minister' pero con un sentido en el que todos captamos ya el ámbito privado; como ocurre con los menesterosos, o gentes que no tienen menester, servicio que prestar y del que subsistir. Y es que no en vano, privado es derivado de privar, en buen latín, 'privare', despojar, apartar de algo.

La forzada movilidad geográfica de los fenicios y su modus vivendi les permitió comprobar que el poder de los dioses era directamente proporcional al control de sus sacerdotes, pues, aunque las naves fenicias siempre estaban bajo el mando y administración de éstos, en cuanto las expediciones se asentaban en las lejanas factorías y la larga mano de los funcionarios del templo perdía garra, la teórica omnipotencia de los dioses parecía perder fuelle y ellos comprobaban que al final tenían que apañárselas solitos. (derecha, moneda de Biblos, acuñada en plata el año -340, con una nave fenicia de combate)
El sistema de gobierno fenicio era algo similar al de sus vecinos israelitas y al resto de los cananeos, una gerontocracia (o gobierno de los viejos) organizada al estilo de lo que conocemos como Sanedrín, bajo un Sumo Sacerdote antecesor del Sumo Pontífice de la Roma imperial, una figura ésta con un prometedor futuro.
El sistema de gobierno de los griegos, procedentes de las trotadas estepas del noreste del mar Negro, era otra cosa; otra cosa bastante más ''bárbara'', para entendernos.


Y he aquí el famoso y nunca bien ponderado alfabeto fenicio, con sus diecinueve letras originales, todas ellas consonantes, a saber: aleph, beth, gimel, daleth, he, zayin, cheth, teth, yod, kaph, lamed, mem, nun, sameth, ajin, pe, resh, shin, y tau.


Intentaremos matizar un poco el asunto de ''todas ellas consonantes''. En el alfabeto fenicio había una serie de signos para semiconsonantes que no hay en griego. Así que las casillas ocupadas por estos signos estaban ''libres'' en griego, y fueron ''ocupadas'' en conjunto por sonidos vocálicos. Esto es válido para el aleph semítico (fenicio), con el que se escribió la vocal griega α; para he, usado para escribir la ε; para yod, utilizado para reproducir el sonido griego ι; y para ajin, con el que se escribió la griega o. Al principio sólo había signo para la o breve, o bien ''o pequeña'', ómicron, (o-micro); secundariamente se creó la variante para escribir la o larga, o bien ''o grande'', ώ, omega, (o-mega). (Harald Haarmann: Historia Universal de la Escritura)



 4. El polvorín griego
«Lo oscuro acabamos viéndolo; lo completamente claro lleva más tiempo» (E. Roscoe Murrow)

Poco más de medio siglo después de que los fenicios se establecieran en el actual Líbano concentrados en las ciudades costeras de Biblos, Sidón, Tiro, Arados, Samur, Berito (Beirut) y Ugarit, un conjunto de tribus cuyos individuos son conocidos como dorios aterrizaban en la actual Grecia procedentes del vivero caucásico de pueblos indoeuropeos. Al llegar machacaron bien machacadas a las poblaciones que encontraron a lo largo y ancho de su ''tierra prometida'' (muchas de ellas oriundas de sus mismos territorios, como jonios, eolios y aqueos) gracias a las armas de hierro que portaban (un material recién inventado que atravesaba fácilmente al bronce al uso) y a los caballos que cabalgaban (como hemos dicho, el caballo como montura individual, y no como tiro de carro, era otra novedad mundial).

Dijimos allá al principio que en contraste con las escuelas enclaustradas orientales, en la Grecia clásica o, más apropiadamente dicho, en la Atenas clásica, aparte de Creta, donde la enseñanza era una exclusiva por entero de los ciudadanos, la educación era considerada como un asunto familiar y la Ciudad se limitaba a castigar la inmoralidad de los maestros.
En Atenas existen escuelas más o menos embrionarias ya desde la época de Solón (legislador ateniense que ejerció su arcontado o magistratura en el año -594), y eran enteramente privadas y de regímenes muy diferentes.

La abismal diferencia entre este tipo de escolarización y el que vimos en el Cercano Oriente y Egipto, reside en la correspondiente abismal diferencia que existe entre las forma de subsistencia de los respectivos pueblos. Los griegos proceden de tribus nómadas del Bronce y el Hierro que en diferentes oleadas han ido empujándose y revolviéndose entre ellos y los escabrosos montes y valles del continente y las islas circundantes sin darse reposo ni cuartel. Los egipcios y mesopotámicos son pueblos masificados y homogeneizados por la agricultura intensiva estatal, y que sobreviven remansados en la Era de la Piedra y el Cobre.

Como consecuencia de su estilo de vida, las poblaciones asentadas en las costas del mar Egeo, del mar Adriático y del Mediterráneo, a saber, cretenses, fenicios, helenos y etruscos, no vivían a la sombra del Templo ni bajo la protección de los sacerdotes, sino a lomos del caballo y del barco y siguiendo las directrices de un núcleo central de aristócratas que se consideraban como iguales entre sí y que admitían muy difícilmente a alguien por encima de ellos salvo emergencias puntuales que aconsejasen una cabeza estratégica: los Estrategas (al igual que estratagema, es vocablo procedente de 'strategós', general, y éste de 'stratós', ejército) formaban un grupo de diez miembros elegidos por la Ekklesía o Asamblea de ciudadanos; su función era atender las finanzas, dirigir el ejército y la flota y representar al Estado en asuntos de política exterior.

Una vez asentados y dispersos en ciudades-estado independientes, los griegos todos fueron conscientes de que su futuro dependía del mar. Atenas y los atenienses se lanzaron a él de cabeza, las demás regiones fueron algo más tímidas, por lo que Atenas y su potente flota acabó liderándoles (y exprimiéndoles) a todos. A todos excepto a Esparta.

Los espartanos decidieron que toda su vida y la de todos sus mayores habían sido de secano y no era cuestión de andar desdiciéndoles y mojándose los faldones a estas alturas del documental; así que, pensaron, si aquí todo el mundo se consagra al comercio lo mejor que podemos hacer es organizarnos en ejército regular y dedicarnos a saquear a tan marchosos vecinos. Y dicho y hecho; todos los ciudadanos espartanos se centraron de lleno en las artes… marciales.
Atenas y Esparta mantuvieron una rivalidad perpetua, en la que de grado o por fuerza tuvieron que encuadrarse (es decir, que tributar de una u otra manera) las demás ciudades bajo uno u otro bando, desde su fundación alrededor del s.-X hasta el dominio de Filipo de Macedonia y su hijo Alejandro en el s.-IV.

Pero se dedicaran al comercio o a la guerra o a las dos cosas, que era lo normal, ya tuvieran vocación de secano o de bajío, todos los griegos adoptaron desenvueltamente un estilo de gobierno tan claramente distanciado del Templo como su cuerpo serrano y sus nómadas tradiciones les pedían; la formación como educación para la guerra, y la artesanía como base del comercio, pasarán entonces a ser competencia de una aristocracia laica…, dentro de lo que cabe teniendo en cuenta que los bancos siguen radicados en los templos (ver la entrada 11, De Tesoros, Duendes y Espadas).
En cuanto a los atenienses y demás griegos, la enseñanza del arte de navegar difícilmente podía ser impartida desde los claustros sacerdotales, aparte de ser un arte y un oficio que escapa a las posibilidades didácticas y hasta mentales del Templo. La de piloto es la primera ''carrera técnica'' liberal de la historia.



5. La Escuela desborda el Templo
«En vez de registrar conceptos, las palabras chinas evocan, sobre todo, un complejo de imágenes… El ideograma de lo bueno ('hâu') se obtiene emparejando los de mujer y niño, es decir, se asocia la idea de bondad a una concreta escena familiar, que origina un movimiento de simpatía más que un análisis conceptual. El de idea o pensamiento consta de los de árbol y ojo puestos sobre el de corazón o sentimiento. Los elementos de la escena evocada orientan en una de terminada dirección» (Ignacio Gómez de Liaño: La escritura del Imperio)

Dos milenios después de los orígenes del más arcaico sistema escolar, es decir hace algo más de 3.500 años, la Guerra, madrastra de todos los progresos tecnológicos, obligó a Egipto a ''modernizar'' su enseñanza a causa de la conquista de su territorio por los hicsos, uno de esos pueblos indoeuropeos de régimen aristocrático a caballo que acabamos de mencionar (a la izquierda, Tutankhamón, un faraón ya a la última en tecnología).


Con los faraones hicsos, reinantes entre el -1785 y el -1580 constituyendo las dinastías XV y XVI, la escuela amplía sus cometidos. Si hasta entonces era una mera formadora de escribas sacerdotales (un primer paso que tampoco es para desdeñar), pasa a obligar a la separación del niño de su madre para asistir a la escuela, que aparece cada vez más claramente como una instrucción pública, separada de la familia. Al final de este periodo se imparte también una educación física, como la natación y la danza, aparte de ''asignaturas'' enfocadas a la actividad militar como son el tiro al arco, las carreras o la cacería de fieras… por más que toda esta ''educación física'' sea una prerrogativa de los grupos dominantes, igual que la formación ''oratoria''. Servirían de inspiración al modelo espartano y ateniense que luego veremos.

De otro estilo era la formación militar del pueblo llano el cual, más que recibir instrucción, hacía la instrucción (a la derecha, tropa perteneciente a un ajuar funerario egipcio): el verbo 'instruere', instruir, significaba ―hasta que el Renacimiento de finales del s.XV español lo enmascaró adecuadamente― levantar muros, proveer de armamento o formar en batalla; 'in-struere' es un compuesto del verbo 'struere' (''disponer en capas sucesivas, apilar, amontonar materiales''), fértil término originario también de instrumentar, destruir, construir, obstruir, estructurar (por el participio, 'structum'), así como de sus respectivas ristras de sustantivos y adjetivos colaterales.

Por estas fechas, es decir, a partir del s.-XV, ya vimos en la anterior entrega como también en Babilonia y en el Imperio Hitita se liberalizaba la actividad comercial de artesanos y comerciantes, así como los fenicios empezaban a ensayar nuevos modos de ganarse la vida. Eran síntomas evidentes de que el Templo se estaba quedando obsoleto a pasos agigantados.

Como el sistema de vida de los helenos era similar al fenicio ―la Hélade antigua no era la Grecia actual, sino que se circunscribía a los rebordes costeros griegos (Ática, Peloponeso), turcos (Jonia) e italianos (Magna Grecia) además de todas las múltiples islas intermedias e intermediarias (imagen izquierda)―, hay quien afirma que el distanciamiento mental que dio origen al nacimiento de la filosofía fue fruto del distanciamiento geográfico de los helenos entre sí y respecto al monte Olimpo.
Pero si tal percepción bien pudo propiciar el escepticismo ―es decir, una cierta reserva mental, negativa, respecto a la influencia astral― no era suficiente para generar una dedicación cerebral activa a la búsqueda de respuestas existenciales.

Ese cambio de mentalidad, de revolucionaria predisposición neuronal, sí quevino de la mano fenicia, pero por un sorprendente camino que las investigaciones filológicas no han excavado hasta no hace mucho tiempo: el camino del alfabeto.




6. Del Silabario al Abecedario

« Una escritura como la ideográfica implica operaciones intelectuales muy diferentes a las que derivan de la alfabética… evitando los artificios con que se tiende a economizar las operaciones mentales que están implicadas en la expresión verbal de las ideas. Desean que en todos los elementos del lenguaje centellee la eficacia propia de los emblemas… Los chinos no emplean el lenguaje tanto para embalar analíticamente las informaciones y conceptos con que aprehendemos la realidad como, sobre todo, para condicionar y regir la conducta» (Ignacio Gómez de Liaño: La escritura del Imperio)


Uno de los motivos de la larguísima duración de la carrera de escriba en Egipto, Mesopotamia, Elam (imperio persa) o Anatolia (imperio hitita), era el hecho de que aún los fenicios no habían revolucionado sin querer el abecedario, o mejor dicho el ''becedario'', pues serían los griegos del s.-VII los inventores de las vocales que redondearían esa herramienta fenicia que mal que bien hoy manejamos.
Hasta entonces, los escribas vivían atenazados por la complejidad de los silabarios; eran grupos de dos o tres consonantes que intentaban reproducir los sonidos independientes que componen las palabras, y los cuales podían constar de hasta nueve mil sílabas diferentes... que había que memorizar. Encima, sólo estaban pensados para anotar datos y frases lapidarias y, como mucho, diversos textos del tipo ejemplificado en nuestra anterior entrega, documentos que hoy son un tesoro, más por lo que cuentan que por cómo lo cuentan.

En el mundo oriental existían siete sistemas de escritura, de los cuales sólo cuatro se transformaron en silabarios y de ellos únicamente uno, el semita, sobreviviría constituyendo el alfabeto consonántico que sobre el s.-XV se extendería por Siria, Canaán y Arabia. Desde allí, ya que ellos también estaban allí, los fenicios lo utilizaron en sus operaciones comerciales tras algunas importantes modificaciones estratégicas que lo hicieran ilegible para sus competidores y espías. El que esas reformas derivasen en una mayor manejabilidad del alfabeto, resulta una mejora colateral que no estaba en el astuto ánimo fenicio.

Fueron unas modificaciones tan importantes como para que los propios griegos denominaran al resultado de aquella reforma, phoinokeia grammata, ''inscripciones fenicias'', ''garabatos fenicios'', y adjudicasen su invención a Cadmo. Este individuo era hijo del rey fenicio Agenor, y fue el fundador mítico de la ciudad griega de Tebas (una de tres grandes, junto a Atenas y Esparta) durante sus peripecias en busca de su hermana Europa, la cual había sido raptada por Zeus (una bonita leyenda esta de la etimología y del propio nacimiento de Europa ―una Europa que es de origen y mentalidad fenicios, como se ve― de la que trataremos en su momento).


Pero tenemos una nueva letra con visos de quedarse definitivamente. Sirve para escurrirse diplomáticamente del engorroso compromiso con el género y el sexo: es la letra arroba, @. Su único fallo es el de ser muda, con lo que sólo nos saca del compromiso escrito pero no oral (compromiso, por otra parte, tan artificial como cargante, una aidotez más; pero aquí ya se sabe que en cuestiones de género y sexo, o nos pasamos o no llegamos). Fácil, bonita y elegante, sus orígenes tuvieron unos motivos tan estratégicos como los del resto del alfabeto fenicio. Y, como ocurría con los fenicios, su padrino no inventó la letra-símbolo pero la adoptó e hizo famosa:
El ingeniero electrónico norteamericano Ray Tomlinson, creador de la red militar de computadoras ARPANET, precedente de INTERNET, fue quien tuvo la idea de utilizar el símbolo @ para separar el usuario y el servidor en las direcciones del correo electrónico, invención también suya. Ahora sólo falta que los fabricantes de teclados nos faciliten un poco las cosas, y a correr.

Pero tan moderna como luce (y por más que se diga que es abreviatura del inglés, 'at', hacia), resulta que @ apareció en la Edad Media como símbolo abreviado de la preposición latina 'ad' (''a'' o ''hacia'' o ''en''): fue ideada (garabateada, más bien) por los copistas monacales católicos para abreviar tinta y trabajo… por más que los copistas ingleses posteriores a la Reforma la siguieran conservando por su similitud con el inglés y por idénticos motivos funcionales.

Y en cuanto a su nombre, arroba, mira tú por dónde, proviene del enemigo de los buenos monjes, pues deriva del árabe 'ar-roba', ''la cuarta parte de algo'', y fue usada por los mozárabes hispanos para designar la cuarta parte del quintal. En las transacciones mercantiles del Renacimiento se usó, casualmente, @ para anotar las cantidades relativas a esta medida. Y esta medida acabó por dar nombre a un símbolo monástico, dejado caer colectivamente, y que carecía de él.





 7. La importancia del Soporte
« No hace falta que nos detengamos mucho en la historia de los diversos procedimientos de escritura: desde la inscripción en piedra, tablillas de barro, piel o cera, hasta el papel prensado, se va produciendo un proceso de aligeramiento del esfuerzo necesario para la inscripción. Ese proceso parece culminar por ahora en la pulsación sobre el teclado del ordenador, mucho más ligera que la que requería una máquina de escribir» (Santiago Auserón: Producción de Sombras

Los antecedentes vegetales de los soportes escritos quedan memorizados en sus etimologías: libro deriva del latín 'liber', líber, ''parte del tronco del árbol inmediatamente bajo la corteza'', parte que era utilizada para escribir primitivamente; además, la similitud física entre el árbol y el libro estaba evidentemente plasmada en el bosque de rollos apilados en las bibliotecas. Biblia significa ''libro hecho en Biblos'', la ciudad fenicia que tenía la exclusiva de la importación-exportación del papiro egipcio, planta cuyo cultivo y tratamiento eran prerrogativas reales. Y una biblioteca no es más que un almacén, archivo o colección, de productos típicos de Biblos.

Para distinguir unos rollos de otros cuando se encontraban enrollados o apilados en su depósito, era imprescindible disponer de un título visible y con el tiempo se llegó a fijar en el borde superior una especie de etiqueta en la que se escribía el título; precisamente esta palabra, así como índice, procede de la etiqueta, que los romanos llamaron 'titulus' o 'index' y los griegos 'sillybos'. El receptáculo, de madera o piedra, donde se conservaban los rollos, era llamado por los griegos 'bibliotheke', palabra que muy pronto adquirió el significado de colección de libros; en latín se llamó a estos depósitos 'capsa' (cápsula es diminutivo de capsa) o 'scrinium' (Svend Dahl: Historia del libro).

Código no significa otra cosa que "librito", pues deriva de 'codicus', diminutivo de 'codex/codicis', que, si en el s.XV se fijó como códice, en realidad significa "tablillas de escribir", y, propia y originariamente, "tronco de árbol", o mejor, "tronco del árbol", es decir, del árbol vivo de cuya corteza se cortaban las tablillas. Es el paso de la frágil y secreta tablilla sumeria o el papiro egipcio al perdurable y público código en diorita (como el de Hammurabí), lo que marca emblemáticamente el paso de la Cultura elemental a la Civilización que la engloba.

El tronco obtenido a partir del árbol caído, ese del que todo el mundo hace leña, se llamaba 'troncus', origen por ello de truncar y tronchar y de "tronco" como afectuoso apelativo acostumbrado entre coleguis. La diferencia entre 'codex' y 'troncus' es similar a la existente entre corteza del árbol vivo, denominada 'cortex/corticis', que tendría un significado general de cáscara, envoltura o caparazón, y 'corticeus', aplicado a los objetos hechos de corteza (derivados serían corcho o cortisona). En ambos casos tal distinción se ha perdido en nuestro habla corriente aunque se sigue utilizando en los ámbitos científicos.

Hoja apareció en España a principios del s.XII derivando del latín 'folia', hojas, plural de 'folium', hoja; folio es un cultismo emergente a principios del XVII; hojarasca hojaldre o follaje, folleto foliar o exfoliar van apareciendo a partir del XV.
Cuaderno surge en el s.XIII como descendiente de 'quaternus', cuádruple, derivado de 'quator', cuatro, por estar el cuaderno, o más comúnmente cuadernillo, compuesto de cuatro pliegos. Los consistentes antiguos libros del S.XII para acá estaban formados por un conjunto de estos cuadernillos cosidos y encuadernados; los viejos de hoy todavía nos tirábamos aburridos y eternos ratos cuchillo en ristre rasgando folios de los libros de texto, o libros-detesto, de aquel bachillerato aquél.

En los templos y en sus escuelas, sacerdotes escribas y escolares se habían pasado casi tres mil años apuntando datos. Datos son los inventarios de los almacenes o las poblaciones animales y humanas (ambas se medían en ''cabezas'') o los efectivos de los ejércitos; pero también las listas de reyes y batallas. También son poco más que datos las narraciones de las batallas que libraban esas tropas, e incluso las llamadas epopeyas que ''cuentan'' el origen del mundo (y de aquí la raíz del verbo ''contar'' que hoy sirve lo mismo para manejar números que para narrar historias):
Las cuentas originaron los cuentos: el verbo latino 'putare', también origen de podar, significa limpiar, poner en orden, aclarar, poner en limpio; de ahí su compuesto 'cum-putare', computar, raíz de contar; pero también 'in-putare', imputar, 'dis-putare', disputar, o, 'am-putare', podar por ambos lados o amputar.

Tampoco es que los materiales en que se grababan cuentas y cuentos mesopotámicos dieran para muchas florituras antes de la difusión del papiro desde Biblos (la carísima elaboración del pergamino desde Pérgamo no comenzaría hasta el s.-III). Tabletas de barro que no podían ser demasiado grandes ni demasiado lisas sin fracturarse formaron los ''libros'' que se almacenaron en Mesopotamia, Anatolia (hititas) y Elam (Persia). Hileras de ''tablillas'', como corrientemente se las denomina, mejor o peor cocidas atestaban los anaqueles de los templos sumerios. Cualquier cosa parecida a una biblioteca era simplemente inimaginable, además de carecer de sentido.


(Encima, un típico ejemplar de tablilla; en las dos imágenes de la derecha nos deberíamos hacer una idea de las proporciones de los instrumentos caligráficos; izquierda, el extremo de la cuña a punto de hundirse en la tierna arcilla (cuneiforme deriva de cuña, derivada del latín 'cuneus', y tiene el sentido de "en forma de cono").
Después debían ser secadas las tablillas al sol o en hornos, según la importancia del documento. Ahora tratemos de imaginar por un momento cuánto espacio esfuerzo y trabajo era necesario tener in situ para tan sólo preparar cualquier administración)


«Algunas de las tabletas de mayor tamaño muestran pequeños orificios en la superficie, para dar paso al vapor durante la cocción. Parte de las tabletas descubiertas no fueron cocidas, por lo que ha sido difícil o imposible el separarlas y descifrarlas.
En total, las excavaciones de las ruinas de Asia Anterior y Mesopotamia han producido hasta hoy cerca de medio millón de tabletas, incluyendo las fragmentarias, y muchas de ellas se encuentran en bibliotecas europeas y americanas. Son rectangulares y de muy diversos tamaños; algunas miden 30 cm. de ancho y 40 de largo, pero la mayoría sólo la mitad.
Se escribía en ambas caras; el reverso tenía forma abombada, el anverso era convexo o llano. En el reverso de la primera tableta de la serie se escribía el título de la obra, y con frecuencia también el nombre del propietario y del escriba junto con una amonestación de usar con cuidado la tableta. Lo cual era bien necesario, ya que de caer al suelo se hubiese hecho pedazos.
Por otra parte, era corriente que las tabletas, cuando su contenido dejaba de tener interés, fuesen utilizadas para edificar caminos o suelos o amontonadas en masas compactas». (Svend Dahl: Historia del libro)


Con las planchas de papiro los egipcios se liberaron de la servidumbre de las tablillas, tabletas o galletas de barro, y consiguieron elaborar lo más parecido a una literatura que se puede conseguir a base de los silabarios de la época (el papel, nombre deformado del papiro, fue inventado por los chinos en el s.I, no llegando a África hasta el VIII, época en la que pasaría a Europa a través de la invasión musulmana de España). Los pocos ejemplos de la anterior entrega quieren ser una muestra de lo máximo que dio de sí esa rudimentaria gramática incapaz de pasar del infinitivo de los verbos o algo parecido, aunque tampoco.
«Para escribir, los egipcios usaban un junco cortado al través, cuya punta suavizada podía emplearse como un pincel blando; utilizándolo de diferentes formas podía producir líneas más o menos gruesas. A partir del siglo III a. de C. comenzó a ser sustituido por una caña rígida y afilada, calamus, (izquierda) que permitía una escritura más fina; desde entonces se convirtió en el instrumento gráfico común y, junto con la regla para trazar líneas, en utensilio indispensable de todo escriba. La tinta utilizada estaba compuesta de hollín o carbón vegetal, mezclado con agua y goma, y su calidad superaba con mucho la de la tinta de hoy día; con frecuencia la escritura ha conservado a través de los milenios su brillo de negro intenso. También se encuentra la tinta roja, especialmente en títulos y epígrafes». (Svend Dahl: Historia del libro)


Así pues, a cualquier estudiante o estudioso, de dos mil quinientos años para atrás, se le iba gran parte de su vida útil sentado en los pupitres o en las esterillas de lo que hoy llamamos escuela de párvulos; y lo que hoy conocemos como literatura (simplificando mucho, ''sistema significativo de letras'') estaba todavía en la mente de los adormecidos dioses, por más que a base de paciencia e ingenio se hayan escrito así los primeros poemas de la Humanidad (de factura bastante tosca, como no podía ser de otra forma con tales representaciones fonéticas).



8. De la Audición a la Lectura: repercusiones sociales de la alfabetización
«--Ley 5.- Si un juez ha sentenciado en un proceso y dado una tablilla con su sentencia, y luego cambió su decisión, este juez será convicto de haber cambiado la sentencia que había dictado y pagará hasta 12 veces el reclamo que motivó el proceso y públicamente se le expulsará de su lugar en el tribunal y no participará más con los jueces en un proceso.
--Ley 37.- Si uno compra un campo, una huerta o una casa de un oficial o soldado o de un feudatario, su tableta será rota y habrá perdido su dinero. Campo, huerta, casa, volverán a su propietario.
--Ley 48.- Su uno se ha obligado por una obligación que produce intereses y Hadad (dios de la tormenta) ha inundado su campo y llevado la cosecha, o si faltó de agua y el trigo no se ha levantado sobre el campo, este año no dará trigo a su acreedor, empapará su tableta y no dará el interés de este año.
--Ley 128.- Si uno tomó una mujer y no fijó las obligaciones en una tablilla, esta mujer no es su esposa.
--Ley 150.- Si uno dio en regalo a su esposa campo, huerta, casa, y lo dejó fijado en una tablilla; después de la muerte del marido, los hijos no le reclamarán nada; la madre dará esos bienes después de su muerte al hijo que prefiera, pero no a uno de sus propios hermanos» (Del Código de Hammurabí, rey de Babilonia, creado en el -1760)

Incluso antes de la existencia del alfabeto, la publicación de las leyes, aun en una forma tan espinosa como la cuneiforme (cuya interpretación para el vulgo requería la intervención, y el coste, de un escriba), supuso el inicio de la protección legal, el arranque de una especie de ''derecho de gentes''. Tal publicación se tallaba y cincelaba sobre estelas (a la izquierda Estela de Hammurabí, y un detalle de la escritura grabada en el tallo de la misma a la derecha), bloques de la piedra más dura posible como la obsidiana o la diorita, y sus copias se repartían convenientemente por todo el imperio babilónico. Como puede apreciarse en este puñado de leyes de muestra, se imponía la intervención notarial en los actos sociales importantes so pena del más absoluto desamparo.

La generalización del alfabeto supuso, para empezar, la independencia social respecto a la intermediación del escriba profesional, lo cual no está nada mal. Pero esa sería casi la menos importante de sus consecuencias en el proceso de conversión del súbdito en ciudadano.


«El aprender a leer y escribir una escritura alfabética debe ser considerado un medio de formación infinita que nunca se apreciará lo bastante, en cuanto conduce al espíritu desde lo sensible concreto hacia la atención a lo formal, a la palabra sonora y sus elementos abstractos, aportación esencial para fundar y depurar en el sujeto el suelo de la interioridad» (Hegel: Enciclopedia de las Ciencias filosóficas)


Los eruditos en estas cosas llaman oralidad o cultura oral a la que se sustenta sobre los conocimientos adquiridos a base de escuchar, y no de leer; y hombre oracular al sujeto de estas audiciones.
Aún en el s.-VI existían en Grecia unos funcionarios civiles llamados "mnemones" (memorizadores) cuyo oficio consistía en conservar en la memoria las decisiones civiles y una cierta cronología del pasado, fijando nombres y acontecimientos. Es esta una figura que con distintos nombres sigue existiendo entre las tribus ágrafas del mundo; y para apoyar su narración, ayudando a su memoria, necesitan acompañar su relato de algún instrumento musical, por más que no se perciba melodía en el recitado (en la imagen izquierda un griot, o historiador local de Mali, metido en faena).


El mundo griego, religioso pero ajeno al templo, estaba inmerso en una cultura oral cuyos protagonistas eran los poetas, aedos o rapsodas. Esto explica, entre otras cosas, por qué casi hasta la muerte de Eurípides (año -406) la literatura y la filosofía estaba escrita, desde sus inicios, básicamente en verso y no en prosa (la palabra "rhapsodeim" significa "tejido" o "cosido", de donde rapsoda es el ''enhebrador o tejedor de rapsodias o canciones''. De hecho la palabra copla deriva del latín 'copula', lazo, unión ―en razón del rosario de fragmentos rimados que la componen―, con el mismo sentido que tenía la palabra rapsodia, de estrofas cosidas).

 (El proceso de creación del alfabeto empieza con las representaciones de objetos o animales más o menos realistas pero identificables, continúa con su esquematización y termina con una simbolización abstracta, que debe ser memorizada al perder todo parecido con el original. A la derecha reproducimos un clarificador ejemplo extraído de Cómo aprende el cerebro, cuyas autoras son Sarah-Jayne Blakemore & UtaFrith).


A fin de ayudar a comprender el salto cualitativo que supuso el alfabeto ―mucho más que un simple paso simplificador―, ofrecemos otro ejemplo de la artificiosidad de los sistemas de escritura arcaicos (izquierda, extraída de Así vivían en Babilonia, del profesor Lara Peinado; debajo, derecha, tablilla mostrando las líneas guía usadas por los escribas) que, encorsetados por los medios con que se ejecutaban, habían llegado a su límite práctico.
Son tres leyes del antecitado Código de Hammurabí, las 196, 197 y 198, que rezan lo siguiente, leídas de arriba abajo:
«Si un señor ha reventado el ojo de otro señor, se le reventará su ojo»
«Si un señor ha roto el hueso de otro señor, se le romperá su hueso»
«Si ha reventado el ojo de un mezquino o ha roto el hueso de un mezquino, pesará una mina de plata»


Son tres decretos representativos de la denominada Ley del Talión (talión es palabra castellana nada usada que deriva del latín 'talio, -nis' con el mismo significado: ''castigo equivalente al daño causado''; deviene a su vez de 'talis', tal en el sentido de ''de tal clase'', o sea, ''tal cual''), una ley que, por extraño que hoy nos pueda parecer, supuso un avance importante en la justicia en cuanto ponía coto a las desmesuras interminables que se cometían entonces a la hora de las venganzas las represalias y demás reparaciones.
Los mezquinos, 'mushkenu', (al castellano llegó desde aquí por interposición del árabe 'miskin', pobre, indigente) formaban una clase social intermedia entre los hombres libres y los esclavos. Eran individuos semilibres, esclavos manumitidos al parecer, o libres que habían perdido su condición por deudas o alguna otra razón.
La comprobación de los diferentes pesos sellados encontrados en las ruinas ha permitido saber que la mina babilónica representaba más o menos 505 gr (ver la entrada 11, De Tesoros, Duendes y Espadas).




9. De la Lectura a la Interiorización: repercusiones psicológicas de la alfabetización
Pero el paso del silabario al abecedario puede ser comparable al descubrimiento del fuego o al de la rueda. No es que consistiera en una herramienta más perfecta a la vez que más simple, que también, sino que tuvo la sorprendente virtud de poner en contacto el centro emocional del cerebro con la zona de control racional del mismo. Fue un mecanismo neuronal automático totalmente casual y de incalculables consecuencias.

« Escribir y leer son actividades introspectivas que individualizan, aíslan y hacen solitarios y reconcentrados sobre sí mismos a los hombres… El hombre oracular, simple oyente expectante, carece de conciencia de su propia unidad y de su individualidad; es tribal en cuanto se siente plenamente integrado e identificado con el grupo que, como el sonido, lo envuelve y absorbe…
La Grecia oral, la de los poetas homéricos, anterior a la escritura, no sabía lo que era un objeto de pensamiento (una idea), sólo lo particular y la acción. Fue necesario ir forzando el lenguaje para dar cabida a la expresión de los sentimientos y la abstracción… La oralidad es intraducible para nuestro lenguaje proposicional con cópula, y es legado, en gran medida, de Platón y Aristóteles»

Lo cual no quiere decir que no se dieran obras orales maestras fuera de las interminables ristras homéricas. La fábula, por ejemplo, fue inventada por esclavos griegos a fin de posibilitarse expresar sus opiniones de forma enmascarada sin exponerse al castigo por semejante osadía anti natura. Así, Fedro, esclavo y liberto del emperador Augusto, utilizó, plagiando desconsideradamente, las fábulas de Esopo, otro ex-esclavo que vivió quinientos años antes. En una de ellas un lobo, a punto de ser convencido por un perro para que se una a la jauría de su dueño, da marcha atrás al percatarse de la cadena que sujeta el cuello de su amigo. « ¿Qué me importa a mí a quién sirvo, mientras no me cargue con más de un paquete a la vez!» responde un asno a su amo cuando éste le insta a salir corriendo ante la proximidad de soldados hostiles.

Fábula viene del latín 'fabula', habladuría, rumor, charla popular. Del cual tiene origen ―y no al revés― 'fabulari', es decir, hablar. Y también 'confabulari', confabular, ''hablar-con alguien en contra de otro''. Y fabuloso, de 'fabulosus', ''objeto de habladurías y magnificado por ellas''. Parece ser que el mundo de la fábula es origen del cotidiano. Y es que la inmensa mayoría descendemos de esclavos. El ascenso sigue siendo complicado.
Porque no es lo mismo hablar que conversar, por sinónimos que nos parezcan. El latín 'versus' significó primitivamente ''surco que da la vuelta'' o ''hilera'', refiriéndose al labrantío; por su similitud con lo que mejor conocían después de la espada, el arado, los romanos también llamaron versus a la ''línea de escritura'' en general y al verso en particular (versículo es su diminutivo). Por igual agrícola motivo, 'versari' era primitivamente ''dar vueltas alrededor de algo'', y después se generalizó en ''ocuparse en algo'', raíz de donde salen, entre otros términos, versar, versado, versátil o versión. Y continuando por el mismo vericueto (saltándonos diversas ramas de donde brotan advertir, adverso, aversión o inversión y muchas más) llegamos por fin al bonito 'conversari', en principio ''compartir ocupación'', después ''vivir en compañía'', y por último, simplemente, conversar (y por supuesto, conversiónconverso).

El entrecomillado anterior (fábulas y conversaciones aparte, cuyo meollo etimológico está extraído del impagable Diccionario etimológico de la Lengua Castellana, de Joan Corominas... como sucede con toda la etimología de esta web, por más que muy a menudo se nos pase consignarlo) y los siguientes, así como toda la memoria gris de este punto, pertenecen a un ensayo imprescindible, Oralidad y escritura en la Grecia arcaica, y cuyo autor, José Luis Prieto Pérez, nos cuenta que a pesar de todas las ventajas que hoy nos parecen tan evidentes, el alfabeto no fue aceptado en Grecia de buenas a primeras, sino que tropezó con resistencias importantes que tan sólo se fueron debilitando con el tiempo.
Por un lado estaba la aristocracia dominante que, como los poderes de todas las épocas, sentía temor y desconfianza de unos súbditos instruidos. De hecho el teatro griego recibió un considerable impulso por parte de las autoridades e intelectuales afectos al régimen, de tal manera que las obras y autores dramáticos más importantes surgieron como reacción durante esta época alfabetizadora, con la oculta intención de distraer a las masas de la funesta manía de aprender. Pero no sólo se trataba de los poderosos.

Cuenta Prieto que Platón mismo albergó serias dudas hacia la escritura (pero también Sócrates, maestro de Platón, o Antístenes, creador de la escuela cínica). Y aunque la utiliza consciente de que la reflexión y la renovación de la educación pasan por ella, alerta sobre los peligros que representa para el dialogo y la dialéctica, y sobre todo para la memoria. Se temía que la lectura hiciera que la gente se aislara y la convivencia saliese perjudicada, unas reticencias, al fin y al cabo, no muy diferentes de las actuales ante la tecnología informática:
«La cultura oral, pues, fue abandonando Grecia muy lentamente, a medida que el almacenamiento escrito de información la fue sustituyendo… El momento en que podemos afirmar con rotundidad que la escritura está ya generalmente aceptada es el de su oficialización en Atenas, rondando el año -400; hasta finales del s.-V perduraron las formas de lenguaje y pensamiento orales, y la literatura y la filosofía no pueden entenderse bien sin este escenario…

…Todas las obras griegas que han llegado hasta nosotros provienen de la Biblioteca de Alejandría. Fue en ella, y bajo la filología helenística, que se canonizaron y vertieron a un griego legible para su época, pues hasta ese momento, entre otras cosas, no existía separación entre palabras, signos de puntuación o acentos.
Como legado de esos orígenes oraculares y semi-oraculares, durante toda la Antigüedad y el Medioevo, hasta bien entrado el Renacimiento, se siguió leyendo en voz alta. La lectura en silencio suponía una anomalía tal que San Agustín hallaba esa costumbre en San Ambrosio harto extraña: "Pero cuando estaba leyendo sus ojos se deslizaban sobre las páginas y su corazón buscaba el sentido, más su voz y su lengua estaban mudas. Vinieron visitantes para observar este prodigio''…
…Semejante aportación marcó distancias ―en algunos casos de años luz― entre la cultura griega y el resto de las culturas coetáneas. Mientras en éstas los silabarios eran aún torpes y ambiguos, incapaces de flexibilidad y expresividad, lo que impedía la propagación de la escritura y convertía su uso en necesariamente restringido, a cargo de las castas de escribas profesionales, y para fines casi exclusivamente contables y administrativos, los griegos van a darle unos usos radicalmente nuevos que van a marcar su propia cultura e identidad. Nunca se hará suficientemente énfasis sobre este punto que considero decisivo para la aparición de formas literarias expresivas, como la lírica o el teatro, y abstractivas, como la filosofía o la matemática».

Como dice Prieto Pérez, «el hombre oracular era producto de lo que veía, oía y recordaba. Su labor no consistía en formarse convicciones individuales y únicas, sino en conservar tenazmente su tesoro de ejemplos, constantemente presente ante él en sus reflejos acústicos. Su condición mental era de sometimiento pasivo». El tránsito del ''hombre oracular'' al ''hombre reflexivo'', es decir al hombre moderno (y también a la mujer moderna, aunque a escondidas y vergonzantemente) ya no correría a cargo de las escuelas del templo sino de las fundadas por un tipo humano especial: el filósofo.


«Ningún sistema pictográfico, ideográfico o jeroglífico de escritura tiene el poder destribalizador del alfabético fonético. Ninguna otra escritura, sino la fonética, ha sacado jamás al hombre del mundo posesivo, de interdependencia total y de relación mutua, que es la red auditiva. Desde aquel mundo mágico y resonante de relaciones simultáneas que es el espacio oral y acústico, solo existe un camino hacia la libertad e independencia del hombre destribalizado. Este camino es el alfabeto fonético» (Herbert Marshall McLuhan)



 10. De la Interiorización a la Reflexión: repercusiones cerebrales de la alfabetización
«Porque la literatura acelera el avance del pensamiento en tal grado que deja el lento progreso de la opinión de palabra u oral muy atrás, a una inconmensurable distancia. Dos o tres generaciones de literatura pueden hacer más por cambiar el pensamiento que dos o tres mil años de vida tradicional» (James Frazer: La rama dorada)

El uso del alfabeto, es decir la lectura y la escritura, crearon redes neuronales inexistentes hasta ese momento y pusieron en faena zonas del cerebro infrautilizadas en menesteres más rutinarios. Los escáneres cerebrales han podido comprobar que la lectura activa zonas del cerebro totalmente diferentes de aquellas que ''iluminan'' la audición y la visión. No obstante, este contraste tampoco es lo más esencial de la alfabetización:
«Investigaciones cerebrales recientes sobre la capacidad de leer y escribir ponen de manifiesto que ésta tiene profundas consecuencias en el moldeado del cerebro humano», se cuenta en el accesible y recomendable Cómo aprende el cerebro (Sarah-Jayne Blakemore & UtaFrith: Cómo aprende el cerebro. Las claves para la educación).

La cultura oral depende de la memoria a largo plazo, en la cultura escrita la memoria instantánea o memoria operativa es la puerta de entrada de los vocablos que sólo recoge durante unos cuantos segundos, los suficientes para completar palabras, que hilan frases, que dan vida a ideas, que son almacenadas duraderamente en otra zona diferente del cerebro. Este es el trasvase mecánico que se realiza durante la alfabetización, primero penosamente y después cada vez con más soltura, hasta que un buen día se realiza el milagro: nuestro cerebro se modifica alterando la dirección y la densidad de los circuitos neuronales implicados, y el paso de la visualización de una frase a la captación de la idea se da de un salto casi instintivo:
«Las correspondencias entre el habla y los símbolos fuerza a un aprendizaje que tiene un impacto duradero en el cerebro. Así el cerebro de quien sabe leer y escribir es distinto del de un analfabeto. Las personas alfabetizadas sólo necesitan mirar el texto impreso para saber lo que pone. De hecho lo descodifican automáticamente aunque no tengan intención de leerlo… En general se tarda mucho menos en leer una palabra que en poner nombre a una imagen… Una vez reconocemos la palabra escrita el mundo ya no parece el mismo».


Es por eso que...
"De aceudro a la Uinervsdiad de Cmarbidge no Ipomrta el odren de las lretas de una parblaa praa leer seirmpe y cnuado la pirmrea y la úmlita lteras etésn en su crrocteo lguar''.
Curioso, ¿no?



Cuando la gente aprendía de oídas memorizaba los relatos les llegaban espacialmente, como un conjunto poético global, dotado de ritmo y consonancia y entonación; y cada una de estas cualidades era captada por una zona cerebral específica. Estos relatos eran descripciones asumidas por la mente tan crítica o tan acríticamente como la contemplación de un paisaje.
La línea escrita, en cambio, es lineal muda y fría mientras no se posa y reposa en la materia gris, momento en el cual la idea encriptada en ella adquiere vida propia, y en la intimidad neuronal cobra ritmo timbre y color; y es pensada analizada y sintetizada emocional y racionalmente en soledad (y rechazada o aceptada o reservada sosegadamente), sin intérpretes que la tergiversen ni intermediarios que nos condicionen: es un proceso cuya repetición y profundización refuerza y afianza (y transforma mejorando su capacidad) nuestra constitución cerebral.
Mientras tanto, ahí queda la idea, intacta en el papel, para confrontarla en su originalidad tantas veces como sea requerida. Para nuestro almacén neuronal, en contraste, ''más o menos duraderamente'' no significa definitivamente, por eso se lo llama ''memoria a largo plazo'': lo que no se usa se degrada y acaba por borrarse: incluso simplemente con cada visita al pasado los recuerdos se deterioran y modifican.


Y por último hay que resaltar que los cambios neuronales ocasionados a lo largo del aprendizaje de la lectura y la escritura no operan simple y solamente cuando se lee y se escribe:
«Si la alfabetización es una especie de lavado de cerebro, entonces de ahí debe resultar que el cerebro está organizado de manera distinta en los alfabetizados y en los analfabetos, lo cual tenga acaso consecuencias para toda suerte de cuestiones… De hecho, los experimentos han puesto de manifiesto que el cerebro alfabetizado reacciona de manera distinta incluso cuando sólo está escuchando hablar»

«En lo referente al pensamiento, la novedad más importante ocurrida es el rápido crecimiento de la corteza cerebral. En particular crece el lóbulo frontal, que es donde conjeturamos se encuentra la sede de las funciones cognitivas superiores. La función primordial de la corteza cerebral es crear representaciones de los acontecimientos del mundo circundante» (P. Gärdenfors, Cómo el Homo se convirtió en Sapiens)

 Y es que la conciencia, que no reside en ningún punto del cerebro sino que emana de la estructura mental compuesta por todos esos puntos, no es ni más ni menos que la capacidad de percatarnos de nuestros propios pensamientos y sentimientos. Parafraseando el párrafo final del punto anterior, el tránsito del ''hombre anonadado'' al ''hombre intelectual'' (que usa el intelecto), es decir al hombre inteligente (y también a la mujer inteligente, aunque a escondidas y en voz baja, como en el bolero) ya no correría a cargo de las escuelas del templo sino de las fundadas por un tipo humano especial: el filósofo.



« A diferencia del niño occidental, al que desde muy pronto se le presenta un mundo de bloques de construcción, llaves y cerraduras, grifos y una multitud de objetos y hechos que le obligan a pensar en términos de relación espacio-temporal y de causación mecánica, el niño africano recibe, por el contrario, una educación que depende de la palabra hablada, y relativamente mucho más cargado de elementos dramáticos y emocionales.
En razón de las influencias educativas que inciden en los africanos durante su infancia, adolescencia y podría decirse durante toda su vida, el individuo llega a considerarse más bien como una parte insignificante de un organismo mucho mayor ―la familia y el clan― y no como unidad independiente y que confía en sí misma» (J.J. Canothers, antropólogo)





y 11. Epílogo
« Es cierto que el simple hábito de redactar hace más lógico el pensamiento» (Edgar Allan Poe)

Inteligente, inteligencia, derivan de 'intellegere', discernir, distinguir entre, y su origen, como le ocurría a ''conversar'', es más de campo que las amapolas pues se compone de 'inter-legere': 'inter', entre, 'legere', reunir, amontonar, escoger. Ello no obsta para que otros poetizados derivados de legere sean leer… y también leyenda (''aquello que debe ser leído'', aludiendo a la costumbre litúrgica cristiana medieval de leer en voz alta pasajes de vidas de santos, o 'legenda'… a diferencia del 'mythos', mito, fábula o alegoría contada) y legendario, propio de figurar en leyendas.

Listo ―no existen listura ni listeza para nombrar esa variedad de "inteligencia rápida pero de vuelo corto"― resulta ser una transformación castiza de leído… aunque lego no lo sea, por cuanto es un cultismo derivado de laico, que viene, por cierto, del griego 'laikós', perteneciente al pueblo, síntoma inequívoco de que entonces, y hasta el pasado siglo, los "servidores" del altar pertenecían a las clases superiores.

Y curiosidad vital es la filosofía, esa afición a preguntar por preguntar que tienen todos los niños ('philéo', amor, 'sophía', sabiduría, ciencia, Sofía). «La palabra 'sophía' significaba primariamente habilidad o destreza en un oficio. Por eso 'sophos' en una actividad es quien la sabe realizar bien. Más tarde 'sophos' pasó a designar también al que es sabio y prudente, especialmente en asuntos de Estado» (Jesús Mosterín: La Hélade)

« Algo más de un siglo después de la introducción del alfabeto en Grecia aparece un tipo de actividad mental radicalmente nueva consistente en ir sustituyendo el mecanismo de memorización por el de cálculo: los 'mathema' u objetos intelectuales puros», añade el citado Prieto Pérez. No obstante, la palabra matemática no aparece hasta entrado el s.XVII, cuando esta ciencia comienza a afianzarse en Europa (Tartaglia y Cardano empezaron a desarrollar el álgebra en Italia en el s.XVI, y en el XVII ya aparecen en tropel Descartes, Leibnitz, Newton, Pascal, Bernouilli…), y deriva de matemático (no a la inversa), que proviene del griego 'mathematikós', estudioso, por formarse con 'máthema', conocimiento en general, ciencia, como derivado del más pedestre 'manthano', aprender. Podríamos decir entonces que la matemática es la filosofía metidos en harina. De la curiosidad de preguntar a la voluntad de aprender.

¿Eran los griegos más inteligentes que los egipcios o los babilonios? ¿Eran más curiosos o más estudiosos o más aplicados? La pregunta de por qué la filosofía solamente nació en Grecia es del mismo tipo que la pregunta de por qué sólo hay vida en la Tierra. La respuesta reside en la conjunción de factores, los más importantes de los cuales, a mi buen parecer y criterio, he intentado reunir en este artículo como explicación del tránsito del saber y del entender (dos conceptos amigos pero no siempre en armonía) desde las márgenes de los ríos orientales a las orillas de los mares occidentales.

En la mayoría de los textos esta transición se explica simplemente, o casi, por los viajes realizados por primitivos sabios griegos, como Pitágoras o Tales, a las tierras y los templos de Egipto y Mesopotamia. ¿Eran los griegos más listos que los egipcios o los babilonios?
Parece como si los griegos llegaran vieran y vencieran: sin más que andar curioseando unos añitos sacaron en un momento más partido a sus contemplaciones que los egipcios en tres milenios. Uno se queda con la impresión de que estos sabios griegos tenían una categoría intelectual, es decir, una mente, superior a la de sus sabios anfitriones egipcios o babilonios. Es la apreciación de un sentimiento teñido de racismo que las historias del pensamiento parecen justificar más por omisión que por declaración.

Bien, pues el motivo de este largo relato de las circunstancias del eclipse medio-oriental (en la que se incluye a Egipto) por la triunfante cultura occidental, no tiene otro objeto que explicar tal eclipse sin necesidad de incurrir en sospechas raciales.
El entorno geográfico y las circunstancias socio-económicas, los avances tecnológicos en metalurgia de pueblos ágrafos y el inmenso caudal de conocimientos acumulados en los templos (que habían llegado al límite de sus posibilidades intelectuales), fueron el yunque y el martillo de la filosofía, una forma humana de ver el mundo, y del filósofo, el primer ser humano completo, así como de sus sistemas de enseñanza implícitos. Una nueva escuela que forjaría un ser nuevo: el hombre y la mujer propiamente dichos.

En la próxima entrega seguiremos con ello.



« La más vieja herramienta: un palo seco, plantado en el suelo para observar su sombra, es el esquema que reiteran los signos escritos, los palotes que aprendimos a trazar en la escuela.
Pero la escritura independiza la sombra del cuerpo, la convierte en cuerpo cambiante. Sombra que se transforma en cuerpo, erguida ante la luz, la escritura se revela como proyección de nuestro ser, que trata de sostenerse ante el desgaste producido por el paso del tiempo. No solamente la escritura, sino todo arte es producción de sombras, demarcación de espacios, creación de umbrales, resistencia al tiempo» (Santiago Auserón: Producción de Sombras)





Sed buenos si podéis...
……………………….«...Porque no hay que irritarse ni tampoco entristecerse, tan sólo intentar comprender»

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, me encanta tu blog www.sobre-historias-y-leyendas.com. ¿Hay algo que pueda hacer para recibir actualizaciones, como una suscripción o cosa alguna? Lo siento que no estoy familiarizado con RSS?

Anónimo dijo...

Hola desde Argentina Adelante con su empresa no bajemos los brazos ante nada que las multinacionales, y otras coorporaciones, farmacias, laboratorios nos sigan matando y destruyendo como en el casdo de Uds. y matando a la humanidad ya que Dios nos ha dado todo para q sepamos utilizarlos en beneficio de la humanidad y no para que estos cuiden sus propios beneficios Acaso estos indignos explotadores y comerciantes no tienen flia. Saludos y que el buen Dios los colme de bendiciones y proposperando esta gran empresa.

Mis amables compañías:

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Esta aventura es una exploración de las venas vivas que parten del pasado y siguen regando para bien y para mal el cuerpo presente de esta sociedad occidental... además de una actividad de egoísmo constructivo: la mejor manera de aprender es enseñar... porque aprender vigoriza el cerebro... y porque ambas cosas ayudan a mantenerse en pie y recto. Todo es interesante. La vida, además de una tómbola, es una red que todo lo conecta. Cualquier nudo de la malla ayuda a comprender todo el conjunto. Desde luego, no pretende ser un archivo exhaustivo de cada tema, sólo de aquellos de sus aspectos más relevantes por su influencia en que seamos como somos y no de otra manera entre las infinitas posibles. (En un comentario al blog "Mujeres de Roma" expresé la satisfacción de encontrar, casi por azar, un rincón donde se respiraba el oxígeno del interés por nuestros antecedentes. Dedico este blog a todos sus participantes en general y a Isabel Barceló en particular).