«Los contextos de las palabras van almacenando la historia de todas las épocas, y sus significados impregnan nuestro pensamiento y se interiorizan. Y así las palabras consiguen perpetuarse, sumando lentamente las connotaciones de cuantas culturas las hayan utilizado» (Alex Grijelmo: La seducción de las palabras)

«Las sociedades humanas, como los linajes animales y vegetales, tienen su historia;
su pasado pesa sobre su presente y condiciona su futuro» (Pierre P. Grassé: El hombre, ese dios en miniatura)

27 ene 2010

De las Once Mil vírgenes

En la entrada nº 4, relativa al Camino de Santiago, cotilleábamos acerca de san Juan de Ortega, sacándole punta a su viaje por Palestina a cuenta de los suvenires que en forma de reliquias de santos y otros personajes celestiales de allí se trajo (la lengua de uno de los Santos Inocentes figuraba en la colección). Hoy queremos recordar que entre aquellos restos necrológicos también se encontraba la calavera de una de las Once Mil vírgenes que acompañaban a santa Úrsula, un hallazgo al que adjuntábamos una nota a pie de página que hoy queremos completar y sobre todo revisar.






(Arriba, Martirio de Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes, de Rubens. Izquierda, busto relicario de santa Aurelia de Estrasburgo, s.XVI, sita en la capilla del Salvador de la iglesia de Medinaceli, Soria; la de santa Aurelia era una de las cuatro cabezas de acompañantes de Úrsula que Carlos I de España regaló a su secretario, Francisco de los Cobos, en 1521... junto con la cédula de autenticidad de las reliquias. Derecha, relicario de santa Úrsula, s.XIV, en Castiglione, Florencia. Debajo, relicario de santa Úrsula, s.XVII, perteneciente al Real Monasterio de Sahagún, en León)






1 De las Once Mil vírgenes, entre otras
«A semejanza de otros muchos héroes, se consideraba milagroso el nacimiento de Atis; su madre Nana, una virgen, le concibió al poner una almendra o una granada en su regazo.
Tenemos por cierto que en la cosmografía frigia se representaba como un almendro al padre de todas las cosas, quizá a causa de ser sus delicadas flores sonrosadas uno de los primeros heraldos de la primavera, haciendo su aparición en las ramas todavía desnudas de hojas. Estas historias de madres vírgenes son reliquias de una época de ignorancia infantil en la que los humanos no habían reconocido aún como causa verdadera de la preñez la cópula intersexual» (James G. Frazer: La rama dorada)

Parece ser que la leyenda de las Once Mil Vírgenes, "que murieron por defender su castidad", nace de un error de lectura de un manuscrito que relataba el martirio de once muchachas en la ciudad de Colonia por las huestes de Atila en sus correrías por Europa hacia el año 450.
"La tal princesa tenía por curioso nombre Úrsula, que en latín significa Osita. Quizá la llamaba así su padre, pero así se quedó", decía yo en aquella nota en un toque de pánfila ignorancia que hoy me propongo enmendar, pues tal nombre oculta una enjundia que bien merece ser puesta de relieve.
Pero recordemos primero el origen del desmedido número de vírgenes y su circunstancia, un tema menor en este artículo por más que constituya su reclamo.

Es posible que, de acuerdo con una tradición, realmente hubiera un grupo de "vírgenes" formando parte del séquito de alguna princesa inglesa que se desplazara hasta la ciudad de Colonia, por cierto, sin familia ni escolta, para casarse con un rey o reyezuelo sajón llamado Conan. Existe en Internet un serio asequible y no muy extenso relato de los vericuetos históricos de la leyenda de santa Úrsula, disponible en el artículo de Albert Poncelet, Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes.
Según se detalla en el mismo, entre otras hipótesis, el error procede «de la abreviatura XI.M.V. (undecim martyres virgines), mal interpretada como undecim millia virginum»: es decir, mil en números romanos es 'M', pero también mártir o mártires, y "XI M V" pretendía decir "once mártires vírgenes" en abreviatura, pero por estar las letras demasiado juntas lo que acabó diciendo fue "XIM V". Total vírgenes.- once mil. Naturalmente, ya puestos y por el mismo precio, junto a Úrsula canonizaron no a otras once sino a otras once mil. Papeles para todas, como se dice hoy por aquí.
Como consecuencia, en los relicarios de medio mundo se guardan cráneos órganos y pelo como para concentrar Once Millones de vírgenes el día del Juicio Final.

(Otra de las hipótesis que se barajan es que de las once acompañantes (Sencia, Gregoria, Pinnosa, Martha, Saula, Brítula, Saturnina, Rabacia, Saturia, y Paladia) la última en ser nombrada se llamaba Undecimila ―que se añadía a la lista del anterior paréntesis, para cuadrar balance―, apelativo por el cual se dedujo el abultado y erróneo número total. Pero si romano quiere parecer tal apelativo, Undecimila, ya vimos en la anterior entrada que en Roma al niño que venía tras el número diez (o sea, tras Decimito) se le llamaba Numerio o Numeriano ("numeroso"); y eso dejando aparte que para cuando Atila las niñas aún continuaban careciendo de nombre propio. En fin, dejémoslo definitivamente).

Mil años después, en 1535, Ángela de Merici (en la imagen izquierda) fundó en su recuerdo la Comunidad de Hermanas Ursulinas, que fue la primera congregación religiosa femenina dedicada a educar niñas... porque, como dice un santoral, "lo que más le impresionaba a Ángela de Merici era que las niñas de los campos y pueblos que visitaba no sabían nada o casi nada de religión, por lo que organizó a sus amigas en una asociación dedicada a enseñar catecismo en cada barrio y en cada vereda". Por algo se empieza. Al fin y al cabo, también la universidad y la imprenta se crearon con el mismo fin.


«La condición de parthenos ("virgen") que corresponde a tres de las cinco diosas mayores (Atenea, Artemisa, Hestia), podría no designar tanto virginidad física como pertenencia a culturas prehelénicas que los invasores aqueos asimilaron parcialmente al desposarse con reinas y princesas locales. Parthenos significaría entonces "indómita" (admetis), formada en tradiciones de prostitución sacra y, por eso mismo, activa en vez de pasiva sexualmente, no ceñida a lo maternal-doméstico» (Antonio Escohotado: Rameras y esposas)



2 La Úrsula nórdica
«El himen no es más que una frágil telilla cubierta de gruesas ideas» (Ifigenio Amezúa, sexólogo)

Demos de lado la guasa, más que ironía, de la pregunta literaria de Jardiel Poncela (Pero hubo alguna vez once mil vírgenes?). Dejemos también para foros más selectos el polémico concepto de virginidad (una interesante e interesada manipulación o elaboración de virgen, traducción de 'virgo, virginis', originariamente y sin más, muchacha, púber; discretamente, con el tiempo virgo ha devenido en sinónimo de himen, "repliegue membranoso que cubre la vagina virginal", del griego 'hymen', membrana). Pero en este mundo nada existe porque sí, así pues la persistencia del runrún acerca de santa Úrsula, dejando aparte su anecdótica y multitudinaria comitiva, tiene que tener unos motivos hondamente legendarios o mitológicos más consistentes cuanto más nebulosos son los históricos.
Por parte de padre, es decir, en cuanto a su territorio de origen, la imagen de Úrsula fue asimilada con la de la diosa germana Freyja o Freya, protectora de las doncellas vírgenes a las que recibía en el ultramundo si fallecían sin haberse casado. Aunque sería más razonable decir que ocurrió a la inversa: la imagen de la extinta diosa Freya se incorporó en o a Úrsula.

(Freya según una estatua de bronce del s.XI procedente de la provincia sueca de Södermanland)


Según cuentan las Eddas (recopilaciones islandesas medievales que forman el corpus de la mitología nórdica), Freya es la diosa del amor la belleza y la fertilidad. En este aspecto, y en función de determinadas variantes regionales de su nombre, como Frigg o Frija (también Brigit en Irlanda), le fue dedicado el quinto día de la semana; el que los latinos llamamos Viernes en honor a Venus (una ocurrencia del relativamente cristiano emperador Constantino para nuestros paganos días de la semana) y los nórdicos llamamos Friday en honor a Freya
Es por esto que la gente la invocaba para obtener satisfactorios coitos, asistencia en los partos y rendimiento en los campos. Igualmente era asociada con la guerra, la muerte, la magia, la profecía y la riqueza. En definitiva, era una diosa todo-terreno, es decir, había sido una ancestral diosa-madre pero con la crisis del matriarcado los nuevos patrones la habían rebajado el título y el sueldo, pero no el trabajo. Son las cosas que ocurren con las crisis en todas partes.
Dicen que Freya era también llamada Horsel o Ursel, aunque tal equivalencia podría muy bien ser una forma de nadar en aguas cristianas y guardar la ropa pagana. O viceversa.


La iconografía de Freya es bastante peculiar: como aquí vemos encima, la diosa se desplaza en un carro tirado por gatos, una representación que la vincula aún más con Artemisa, cuya diosa homóloga egipcia, aunque muy anterior a ella, era BastBastet , imagen derecha, personificada como mujer con cabeza de gato o como gato de cuerpo entero (los antiguos egipcios se quejaban con razón de que los antiguos griegos se dedicaban a copiarles descaradamente; se ve que echaban de menos una sgae, una "oficina de registro de la propiedad intelectual" o cualquier engendro de este tipo... que de haber existido hubiera hecho imposible o al menos improbable la cultura occidental tal y como la conocemos); con este vehículo, aun a riesgo de ir arrastrando los pies en los aterrizajes, Freya parece reivindicar una línea de ascendencia directa con Egipto en paridad con Artemisa.




3 La Úrsula helénica
«Artemisa, hermana de Apolo, está armada con arco y flechas como él; posee el poder de producir pestes y la muerte súbita entre los mortales y también el de curarlos. Es la protectora de los niños pequeños y de todos los animales que maman, pero también le gusta la caza, especialmente la de venados» (Calímaco: Himno a Ártemis)

Por sus atribuciones, Freya es una deidad paralela a la griega Artemisa, la cual era el ascendiente mitológico de Úrsula por parte de madre. Quizá resulte sorprendente y forzada la conexión entre la santa británica y la diosa griega, pero hay que tener en cuenta que Artemisa apenas perdió su prestigio en el mundo romano en lo tocante a los embarazos y los partos, por más que fuera Juno quien ostentara la titularidad protectora en obstetricia y ginecología. Mucho más consistente que su homóloga romana, la decorativa volátil y prescindible Diana, Artemisa era todo un carácter, y fue tan respetada en el Olimpo como temida y venerada por los helenos de todos los tiempos, y si bien no podemos decir que Úrsula fuera la hermana nórdica de Artemisa, como lo era Freya, sí podemos afirmar que era su ahijada de acuerdo a una estrecha relación que luego veremos. Además, Artemisa y Úrsula comparten un detalle iconográfico muy característico: las flechas.



Parece que Úrsula murió de un flechazo propinado por el frustrado Atila. Y si bien es cierto que en cuestión de flechas, la diosa las lanza y la santa las recibe, resulta que en iconografía el medio es el mensaje, como decía Marshall McLuhan. De hecho, aparte de la flecha de Úrsula, el único atributo de Artemisa heredado por el cristianismo ha sido el arco, el cual figura sublimado en forma de luna en ciertas vírgenes renacentistas o barrocas, como las de Murillo, por ejemplo. Se recupera paradójicamente por esa vía el carácter primigenio lunar que tuvo Artemisa y su relación directa con el menstruo, carácter que había perdido con la imposición del patriarcado, el cual transformó… su luna en arco.




«Las aves con yelmo que aparecen en las monedas estinfalias son espátulas, primas de las grullas, que aparecen en tallas medievales inglesas chupando el aliento de enfermos. Son en realidad sirenas con patas de ave, personificaciones de la fiebre. Ártemis era la diosa que tenía el poder de infligir o curar la fiebre con sus "flechas misericordiosas"» (Robert Graves: Los mitos griegos)


El culto de Artemisa estuvo profundamente imbricado en la vida íntima de las mujeres griegas, teniendo una remota tradición los de carácter específico que recibía en determinados santuarios, tales como en el de Brauron, en el Ática, en el que tenía en la propia Acrópolis de Atenas (imagen inferior), en el de Táuride y, por supuesto, en Éfeso. En cada uno de ellos se celebraban ceremoniales diferentes, muy concretos, pero unidos sutilmente por un hilo de referencia que, en ocasiones, sólo a duras penas podemos rastrear. (Pilar González Serrano: Consideraciones iconográficas sobre la Ártemis efesia)


Pero su hogar matriz ateniense estuvo en el hoy yacimiento arqueológico de Brauron (imagen inferior y siguiente izquierda), en la actualidad Vraona, a unos 40 km al este de Atenas, en la costa este del cabo Sunion y aproximadamente en la misma latitud que el Pireo, aunque en su costa opuesta.
El lugar consiste en una pequeña colina de 40 m en cuya falda norte se encuentra el santuario, que estuvo a orillas del mar en la época clásica pero que los aluviones del inmediato río Erásino han alejado unos 500 m.
El santuario está integrado por un templo y un altar, y una fuente sagrada y un pórtico con habitaciones y almacenes de ofrendas; y en una cueva derruida, la tumba de Ifigenia junto a la casa de las sacerdotisas.
Pero igualmente nos contentaremos con mencionar que también a Ifigenia (prima de Helena de Troya, hija de Agamenón y hermana de Electra y de Orestes) estaba dedicado el santuario de Brauron, en el cual murió tras de ser la principal sacerdotisa de su deidad principal, la Artemisa Brauronia.

(Los dos últimos párrafos están extractados del nº 216 de Revista de Arqueología así como los siguientes, en los que he intentado esquematizar en lo posible la información publicada).



4 La Artemisa Brauronia
«Ártemis exige a sus compañeras la misma castidad perfecta que practica ella. Cuando Zeus sedujo a una de ellas, Calisto, hija de Licaón, Ártemis observó que estaba encinta. La transformó en una osa, llamó a la jauría y Calisto habría sido perseguida y destrozada por los perros si no la hubiera acogido en el Cielo Zeus, quien luego puso su imagen entre las estrellas» (Higinio: Astronomía poética)

En particular, la fuente sagrada ha proporcionado miles de exvotos, objetos tomados de la vida de la mujer ateniense, como espejos de bronce, anillos, gemas, escarabeos, estatuillas, muñecas, vasos, casi todos datados antes del -480, protegidos bajo el barro acumulado tras una inundación del Erásino que obligó al repentino abandono del asentamiento.
Entre las piezas más importantes halladas en este lugar destacan las pequeñas crateras y fragmentos que representan misterios y ritos llevados a cabo en este lugar. En algunas aparecen niñas desnudas corriendo, en tanto que otra muestra una procesión de jóvenes en vestido corto que se dirigen hacia el altar de Artemisa en el que hay un fuego sagrado.
También se han hallado ofrendas de terracota en forma de palomas, cerdos, pasteles… todas ellas realizadas por gente humilde que no podía costearse las ofrendas auténticas. Quizá el material más interesante lo constituyan las numerosas estatuas de niños y niñas dedicadas a Artemisa e Ifigenia ya que el culto en el santuario era doble: Artemisa era venerada como protectora del crecimiento y maduración de las niñas, mientras que a Ifigenia se le ofrecían sacrificios y exvotos para propiciar los partos futuros y agradecer los exitosos.
De modo que es lógico encontrar esta serie de ofrendas escultóricas, tanto de niños como de niñas (como las que muestran las tres siguientes imágenes colaterales halladas en Brauron, entre ellas dos ositas, o como las denominarían posteriormente los romanos, dos úrsulas; también son úrsulas brauronias las dos últimas imágenes infantiles que cierran esta entrada). Son un poco mayores que el natural y están esculpidas en mármol. (Rev. de Arqueología nº216, p.p. 15-23)


(Niño con manzana y paloma, s.-IV, Museo de Brauron. Como «Señora de las Cosas Salvajes», o patrona de todos los clanes totémicos, se ofrecía anualmente a Artemisa un holocausto de animales totémicos vivos, aves y plantas)




El culto de Ifigenia parece consistir únicamente en la ofrenda de exvotos. Por el contrario, los festejos en honor de Artemisa eran más complicados y se dividían en dos celebraciones consecutivas: la primera relacionada con su advocación de diosa cazadora y la segunda con la de protectora de la mujer. Y también como celosa defensora de la castidad; el mito de Calisto, que encabeza este punto, tiene por finalidad explicar las dos niñas vestidas como osas que aparecían en el festival ático en honor de Ártemis Brauronia, y la relación tradicional entre Artemisa y la constelación zodiacal de la Osa Mayor, según nos cuenta el maestro Graves.


En el primer aspecto Artemisa es asociada con el oso, o mejor dicho, con la osa; aparte, o además, de sus similitudes antropológicas (su frecuente bipedismo, por ejemplo) ejerce una especial vigilancia y una feroz protección sobre sus crías. En otros santuarios de Artemisa se han hallado abundantes exvotos en forma de osa .
Como la osa domada o cazada, símbolo de la maternidad, la niña necesitaba una guía en su paso del estado "salvaje" de la infancia a la "doma", que significaba su entrada en la sociedad.
Es normal que los festivales cuatrienales celebrados en Brauron, de una importancia capital en el sistema democrático ateniense, fueran conocidos como arkteia, término derivado de 'arktós', oso, y las chicas consagradas a Artemisa se denominaran "osas".

Durante las arkteia las niñas atenienses abandonaban el mundo de la infancia y entraban en la esfera previa a la maduración que las llevaba directamente al matrimonio, su función en la sociedad. La representación ceremonial incluía una cacería en la que las niñas de 7-8 años, desnudas como al nacer, perdían simbólicamente su salvajismo quedando preparadas para adaptarse a su nueva situación, en el umbral de la madurez sexual.
El ceremonial femenino de Brauron era paralelo a las ephebeia celebradas por los niños, fundamentales también en el desarrollo social de los jóvenes. Y se podría decir que el ritual acentúa la aparición de la diferenciación sexual más que de la madurez.
El rito se completa con una segunda ceremonia en la que las niñas de diez años se vestían por primera vez el krokotós, un vestido ritual corto que simbolizaba el paso definitivo a la maduración que culmina en la primera menstruación.

Realizadas cada cuatro años, las ceremonias eran participadas por muchachas entre los siete y los diez años, implicándose así todas las niñas de Atenas. Pero dicho así, puede dejarnos la impresión de que estos ceremoniales resultaban ser un gesto simbólico de integración social, una una especie de puesta de largo en el salón del casino. Nada más lejos de la realidad:
«El ceremonial de la arkteia consistía, principalmente, en un baile ritual, en el que las jóvenes danzarinas iban vestidas con túnicas de color azafrán (el color sagrado en el ámbito litúrgico de la antigüedad hasta que se generalizó el uso de la púrpura) [pero que se siguió preservando en las bodas romanas] y llevaban máscaras de osas, al igual que la sacerdotisa que con un falo artificial, olisbos, se encargaba de romper el himen de las iniciadas para facilitar, posteriormente, sus relaciones conyugales.

Es posible que este ritual de iniciación se realizase ya en tiempos prehelénicos y en el interior de algunas cuevas tenidas por sagradas. En algunas de las existentes en Creta, hasta se han creído apreciar toscas esculturas, talladas en las propias rocas subterráneas y cuyas siluetas recuerdan a las de unos osos. El culto a estos animales se remonta al Paleolítico Superior, momento en el que el hombre se enfrentó a ellos por el dominio de las cuevas, por lo que no es de extrañar que su mítico recuerdo aún permanezca vivo en muchas culturas.
Su ancestral e inconsciente pervivencia en la mentalidad colectiva se pone de manifiesto en el hecho de que, aún hoy, se sigan regalando a los niños y niñas pequeños osos de trapo o de peluche, con los que muchos de ellos comparten su cama, sus sueños y temores infantiles, hasta etapas avanzadas de su infancia, resistiéndose, incluso, a su inevitable destrucción, cuando el deterioro del uso así lo exige». (Pilar González Serrano: Consideraciones iconográficas sobre la Ártemis efesia)

«Ártemis fue la hermana gemela de Apolo, y ambos, hijos de Zeus y de Leto, quien los alumbró en la isla de Delos (la brillante), después de superadas numerosas dificultades, todas derivadas de la persecución implacable a la que la sometió la celosa Hera quien, además, no consentía en enviar a su hija Ilitia, la diosa de los partos, en su auxilio.
El doble alumbramiento se produjo, por fin, en la ladera meridional del monte Cintio, bajo una frondosa palmera datilera, a la que se abrazó Leto haciendo presión en el suelo con las rodillas, para facilitar el parto. La primera en nacer fue Ártemis, quien, recién nacida, ayudó a venir al mundo a su hermano»


«A los meteoritos se les rendían con frecuencia honores divinos, y lo mismo a pequeños objetos rituales de origen dudoso, que podían explicarse como habiendo caído igualmente del cielo, como las puntas de lanza neolíticas cuidadosamente trabajadas, identificadas con los rayos de Zeus por los griegos posteriores (como a las flechas de pedernal se las llama "proyectiles de los elfos" en el campo inglés), o con los almireces de bronce ocultos en la cofia que llevaba la imagen de la Ártemis efesia.
Las imágenes mismas, como la de Ártemis Brauronia y la de madera de olivo de Atenea en el Erecteón, también, según se decía, habían caído del cielo a través de un agujero en el techo. Es posible que la imagen de Braurón contuviera un antiguo cuchillo de obsidiana destinado a los sacrificios —la obsidiana era un vidrio volcánico de la isla de Melos— con el cual se cortaba el cuello a las víctimas» [… o se incidía en el himen de las iniciadas]. (Robert Graves: Los mitos griegos)


«El nombre del mineral leucófana es epónimo del epíteto de la Diosa Artemisa LEUCÓFANA / Leucofirena en Magnesia, Lidia.
El mineral tauriscita deriva del epíteto de la Diosa Artemisa TÁURICA / Diosa Brauronia / Artemisa Brauronia adorada en La Táuride como areolito caído del Cielo.
Los minerales auralita, auricalcita deben su nombre a las AURAS / Ninfas aéreas de la comitiva de la Diosa Artemisa»
(Francisca Martin-Cano Abreu: Epónimos femeninos de PIEDRAS)



5 Dando la Nota al pie de página
«HE SIDO DEDICADA A LA DIOSA, QUE GOZA LANZANDO SUS FLECHAS LEJOS, POR NICANDRA HIJA DE DEINODICOS DE NAXOS, LA MEJOR DE ENTRE LAS MUJERES, HERMANA DE DEINOMENES, Y AHORA ESPOSA DE FRAXOS» (Inscripción grabada en el lado izquierdo de la llamada Ártemis de Delos (Museo Nacional de Atenas), figura de la izquierda, estatua de caliza de unos 75 cm de altura, erigida como exvoto por Nicandra, la naxiana, en honor a la Artemisa de la isla de Naxos)

En definitiva, espero haber purgado mi deficiente nota a pie de página en la entrada cuarta de este blog. La tal princesa tenía por piadoso nombre Úrsula, que en latín significa Osita. Pero no porque quizá la llamase así su padre, sino porque, como todas las ositas, con toda probabilidad respondía al cumplimiento de una promesa hecha a la Virgen de Brauronia llamada Artemisa o llamada Ifigenia ―o a la Virgen Freya llamada Ursel― durante un parto o un embarazo problemático, promesa refrendada con la garantía de un retrato escultórico u otro costoso exvoto depositado a los pies de su altar, helénico o nórdico.





 Existiera Úrsula o no, la amplia extensión de su nombre, en épocas pasadas donde la elección del nombre era un asunto terriblemente serio, manifiesta la decidida voluntad subliminal de las gentes en conservar unas advocaciones que en el Norte y en el Sur les han proporcionado respuesta y consuelo desde la Era de las Cavernas.





¿QUÉ fiebres, qué cuartanas? Me destemplo,
me exalto y emociono en el paraje.
¡Viva lo franciscano y su linaje!
¿Qué nace aquí? El tipo y el ejemplo

de la dulzura convertida en templo.
¡Tú, que nos asustabas, por salvaje,
por selvatiquez! Amo este paisaje,
la madre dadivosa que contemplo.

¡Ay, amoroso engaño! ¡Besos, mimos
junto al mar! Los ex-votos son de arcilla.
son juguetes sin más, animalitos

donados por los niños. Bendecimos
tu nombre, si así llega a nuestra orilla
la mágica ternura de tus ritos.

(Aurelio Valls: ARTEMIS BRAURONIA (Templo clásico en Atica,
santuario amado de los niños, que le donaban juguetes y animalitos))
(Retorno a la poesía, Ed. Adonais)



Sed buenos, si podéis
……………….«. . . porque el pensar y el ser son una y la misma cosa» (Parménides)


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Esta aventura es una exploración de las venas vivas que parten del pasado y siguen regando para bien y para mal el cuerpo presente de esta sociedad occidental... además de una actividad de egoísmo constructivo: la mejor manera de aprender es enseñar... porque aprender vigoriza el cerebro... y porque ambas cosas ayudan a mantenerse en pie y recto. Todo es interesante. La vida, además de una tómbola, es una red que todo lo conecta. Cualquier nudo de la malla ayuda a comprender todo el conjunto. Desde luego, no pretende ser un archivo exhaustivo de cada tema, sólo de aquellos de sus aspectos más relevantes por su influencia en que seamos como somos y no de otra manera entre las infinitas posibles. (En un comentario al blog "Mujeres de Roma" expresé la satisfacción de encontrar, casi por azar, un rincón donde se respiraba el oxígeno del interés por nuestros antecedentes. Dedico este blog a todos sus participantes en general y a Isabel Barceló en particular).