«…En ese límite territorial, o quizá un poco más "allá" de él, ocurre que si se encuentra un chimpancé de la misma especie pero de otro grupo se le ataca y a veces se le mata. Pero no establecen guerras más allá de eso. La solidaridad entre machos sirve para defender el territorio. Es decir, un competidor “que no es de los nuestros” y que eventualmente puede matar a nuestras crías, copular con nuestras hembras o robarnos el alimento.
¿Qué otra cosa han hecho las tribus más primitivas de seres humanos, y aun las actuales, entre tribus vecinas, sino organizar bandas para defender el territorio? Pero entre los seres humanos primitivos hay una diferencia importante añadida. Aquélla que hace que las bandas organizadas vayan más allá de la defensa del territorio y se adentren en el territorio de “los otros” con la clara intención de destrozar, matar y expoliar al vecino» (Francisco Mora: De la solidaridad a la agresión)
En los dos capítulos anteriores hemos argumentado acerca de la conflictividad del trueque natural en base a varios factores tales como la dispersión de nuestra rala especie por el infinito mundo, así como la innata y fiera propensión de la naturaleza, humana y no humana, a la soberanía autosuficiente.
Y es que pagar por algo, incluso aunque valor y precio se ajusten razonablemente, siempre estuvo muy mal visto, como denuncia la etimología: pagar deriva de 'pacare' (que a su vez viene de 'pax', paz), apaciguar, propiamente pacificar. Y pacato (meramente participio pasado de 'pacare') deviene en apocado, menguado, cobarde, por señalar al "que paga", al que pacta, otro derivado de 'pacare'.
Quince mil años antes de la Revolución Agrícola, en cuyo marco nos moveremos ya en este capítulo (como de costumbre, se nota que no tenemos ninguna prisa), la necesidad de aunar la provisión de agua en abundancia, con una posición estratégica en la que encontrar refugio y piedra laborable, condujo a nuestros ascendientes a habitar las siempre agrestes y escarpadas cabeceras de los ríos, donde además estos cazadores-recolectores típicos encontrábanse con buenas reservas de caza y bosque.
Y es que las cabeceras de los ríos eran unos lugares excelentes por la abundancia de abrigos rocosos y grutas naturales, además de la estratégica perspectiva panorámica sobre el contorno. Idóneos… si no fuera porque osos, lobos y otras fieras hoy extrañas en esos parajes, los habían visto primero y ejercían su derecho preferente con un estilo no demasiado gentil, según muestran diferentes guaridas paleolíticas en cuyo fondo las osamentas humanas se acumulan indiferenciadamente entre las de cérvidos y otras piezas de caza mayor.
Y es que las cabeceras de los ríos eran unos lugares excelentes por la abundancia de abrigos rocosos y grutas naturales, además de la estratégica perspectiva panorámica sobre el contorno. Idóneos… si no fuera porque osos, lobos y otras fieras hoy extrañas en esos parajes, los habían visto primero y ejercían su derecho preferente con un estilo no demasiado gentil, según muestran diferentes guaridas paleolíticas en cuyo fondo las osamentas humanas se acumulan indiferenciadamente entre las de cérvidos y otras piezas de caza mayor.
De hecho puede decirse que la presencia de tales objetos "de importación" ya es síntoma del final del Paleolítico en la zona donde se hallen, anunciando el umbral de una nueva época, el Mesolítico como antesala del Neolítico (que es como los técnicos en la materia llaman a la implantación y desarrollo de la agricultura), en la que, prácticamente agotada la caza mayor, se impone dejarse rodar por las vertientes e irse acostumbrando poco a poco a la cada vez menos lejana y más amenazadora presencia de tribus extrañas: los ominosos vecinos de ribera, o rivales, de los que hablábamos dos capítulos atrás, debido fundamentalmente a que los ríos servían de fronteras naturales. Y si primero los rivales eran los vecinos de enfrente, con la posterior aglomeración de tribus y su subdivisión en naciones, los rivales fueron también los vecinos de al lado (que es lo que los entusiastas del Progreso entienden por desarrollo de la Civilización).
1 Ya es Primavera en Atapuerca
En estas circunstancias, el trueque más primitivo se desarrollaría en forma de lo que hoy conocemos como "la elegancia social del regalo": Mi tribu visita a la tuya y te regala suministros que yo me acuerdo que tú una vez dijiste que os gustaban mucho; en correspondencia, tu tribu nos visita y trae como regalo lo que tú piensas que puede venirnos bien… procurando ambos no quedar mal pero sin pasarse (y es que la cultura corteinglesa no ha cambiado ni tanto así en doce o quince mil años: izquierda, una primavera intemporal de Chema Madoz).
Naturalmente, las tribus que celebran tales festejos están formadas por parentela que antaño convivía pero que en un momento dado hubo de escindirse y distanciarse antes de apurar los recursos ecológicos patrimoniales, formando a continuación dos o más tribus que colaboran entre sí: esto es lo que se llama clan: una tribu con éxito… así como varios clanes que colaboran entre sí forman un pueblo exitoso, y varios pueblos que colaboran entre sí, una nación airosa (por más que el concepto actual de pueblo no surgiera hasta el s.XII a raíz del latín 'populus', que Roma entendía como "conjunto de ciudadanos", es decir, personas de pleno derecho (subtitulado en castizo, gente con suficiente pasta... pues la "pasta", uno de los nombres técnicos del dinero, es el principal atributo del ciudadano desde que los griegos acuñaron tal concepto en el s.-V).
Hoy pueblo se entiende como conjunto de personas que forman una comunidad, aunque no residan en un mismo país o sean errantes (no presenta connotaciones de dominio, al contrario que la actual idea de nación, consecuencia subjetiva de unas aspiraciones de hegemonía por parte de una fracción del pueblo sobre el resto).
Hoy pueblo se entiende como conjunto de personas que forman una comunidad, aunque no residan en un mismo país o sean errantes (no presenta connotaciones de dominio, al contrario que la actual idea de nación, consecuencia subjetiva de unas aspiraciones de hegemonía por parte de una fracción del pueblo sobre el resto).
Tal es el estilo de intercambio que se siguió conservando entre las realezas de los diferentes Estados (al fin y al cabo, naciones que mueren de éxito), y que, como hoy ocurre, siempre son "primos"… hasta el momento en que entran en guerra, y de cuyos tejemanejes comerciales, ya mencionados en el capítulo anterior, ofrecemos otro ejemplo, este con tratamiento familiar incluido:
«A Naphururia (Akenatón), gran rey, rey de Egipto, mi hermano, así habla Ashur-uballit, rey de Asiria, gran rey tu hermano: que el bienestar reine sobre ti, tu casa y tu país!
Me siento muy complacido tras haber visto a tu enviado. Te envío un hermoso carro real, dos caballos blancos, un carro no revestido y un sello de hermosa piedra-lasur (lapislázuli) como regalos. Del gran rey se dice: El oro es en tu tierra como el polvo ... Comienzo un nuevo palacio, y quiero tenerlo listo pronto. Mándame tanto oro como exige su decoración y sus necesidades…» (Cartas de Amarna)
En cuanto a las tribus, clanes o gentes "extrañas" en la noche y entre sí, ya vimos cómo se las gastaban en sus relaciones comerciales para evitar que éstas degenerasen en una guerra, intento en el que no siempre tenían éxito:
«Se dice que en los mercados situados al sur de Taghaza (mítico centro minero y comercial del actual Malí, hoy abandonado, edificado con bloques de sal, su único material disponible… y su único capital natural) se cambiaba la sal por su peso en oro, lo cual es una exageración. Esta confusión tiene su origen en el trueque de tipo silencioso que ya advirtió Herodoto:
En las regiones productoras de oro de África occidental se disponía una pila de oro que el mercader de sal contrarrestaba con una montaña de sal; ambas partes iban rectificando sus montones hasta que llegaban a un acuerdo. Durante todo el proceso, que podía durar días, no intercambiaban palabra alguna. Los mercaderes de sal con frecuencia llegaban por la noche para arreglar su montón y desaparecer sin ser vistos…
Sin embargo, lo más probable es que las dos pilas finales no fueran en ningún caso del mismo peso». (Mark Kurlansky: Sal).Lo acabamos de sintetizar al comienzo: según muestra el rastrojo etimológico de nuestra cultura predadora, pactar significa rendirse.
«Los etnógrafos coinciden en que entre las tribus de recolectores o simples agricultores, raras veces se guerreaba por motivos económicos ―adquisición de derechos de caza o de tierras de cultivo—, siendo esto, en cambio, habitual entre tribus de pastores o de agricultores mixtos, que buscaban la adquisición de ganado o de esclavos. No obstante, como medio de ganar prestigio o por otras razones "no económicas", los salvajes (sic), sobre todo en Norteamérica, emprendían guerras bastante importantes.
De todas formas, en la Europa prehistórica las pruebas positivas sobre la guerra no se multiplican hasta que aumenta la importancia de la cría del ganado en la economía rural. La correlación difícilmente puede ser del todo accidental» (Gordon Childe: La evolución social)
(Mapa de G. Llorente, dentro del artículo de Juan M. Vicent, El hombre cazador se hace agricultor)
2 De la Revolución agrícola a la Comercial
«Las primeras formas de vida, nomadismo y sedentarismo agrario sin producción de excedentes familiares, son estadios anteriores a la aparición del fenómeno urbano: el nomadismo por definición, ya que con él no se da el asentamiento permanente, que es condición indispensable para que se produzca el hecho de la ciudad física; la dedicación a la agricultura como recurso de subsistencia que sustituye a la caza, porque origina la dispersión de las familias, cada una de las cuales ha de residir cerca de la explotación elemental en que ejerce su actividad» (Lewis Mumford: La ciudad en la Historia)
Pero como hemos prometido que este capítulo se desarrollaría en pleno período agrícola, no vamos a perdernos en «el paso más antiguo conocido en la historia de la humanidad, entre el modo de vida de los cazadores-recolectores ―los ocupantes del paraíso― y el de los primeros agricultores y ganaderos ―los excluidos del mismo―; el paso mítico de un estado en el que todo se encuentra en abundancia sin trabajar, a un estado en el que sólo el trabajo permite la supervivencia y que se une en la conciencia occidental a los mitos de Edad de Oro de la cultura greco-latina (y que tan hermosamente refleja esa nostalgia de lo no conocido la ilustración de Javier Gracia, -izquierda-); un paso cuya datación más precoz tuvo lugar alrededor del 8300-8000 en el Próximo Oriente, o sea, 2.500 años antes de la neolitización más antigua en la Europa occidental». (Olivier Aurenche y Stefan K. Kozlowski: El origen del neolítico en el Próximo Oriente).
Al fin y al cabo es a lo largo de esa larga marcha del paraíso al exilio, tras este paso, donde se materializan las circunstancias del trueque que hemos esbozado hasta ahora. Un trueque íntimamente relacionado con la generalización de la agricultura, cuyas primeras fases, a partir de plantas silvestres, consistían en vegetales que evolucionaban de forma que inducían a los humanos ―al estilo de lo que ocurre entre las fresas y los pájaros o entre las bellotas y las ardillas― a comer y dispersar su fruto sin que todavía los cultivaran a propósito.
Igualmente inconsciente sería el proceso de domesticación de los semilleros: A la hora de recolectar se prefieren las bayas grandes por motivos obvios. Y cuando tales bayas fueran comidas y expulsadas, germinadas y recolectadas, el proceso selectivo en la recolección de las más grandes y resistentes continuaría acentuándose con cada ciclo durante miles de años. Y así vemos como las actuales manzanas o las granadas silvestres, por ejemplo, siguen sin alcanzar los tres centímetros de diámetro.
No obstante, aunque siempre se dio por supuesto que la dedicación agrícola surgió de esta manera, y no súbitamente de la nada, de vez en cuando van surgiendo hallazgos arqueológicos para corroborarlo, por ejemplo y entre otros, hace seis años «expertos, dirigidos por Dolores Piperno, de la Smithsonian Institution de Washington, hallaron en la costa del mar de Galilea (Israel) un campamento de hace 22.000 años. La zona, que normalmente está cubierta de agua, albergaba seis cabañas construidas con hojas y ramas, con un hogar e incluso una tumba. Encontraron también restos de 150 granos de cereales salvajes cerca de una piedra plana que pudo haber sido usada para molerlos. Un trozo de suelo cubierto de losas pudo haber servido para hornear, opinan los científicos. Hasta ahora se consideraba que el uso doméstico del trigo y la cebada había surgido hace 10.000 años en Oriente Medio, pero este hallazgo demuestra que los humanos aprendieron a procesar cereales mucho antes del comienzo de la agricultura organizada. "El origen del horneado fue probablemente un paso importante en la nutrición humana", señala Piperno en Nature». (Agencia EFE, 4-ago-2004).
La generalización de la agricultura trajo de la mano una explosión demográfica en aquellas zonas donde tuvo asiento (un baby-boom, para entendernos). Y ello por varias circunstancias no tan felices como puede parecer a simple vista y en las que no vamos a enredarnos aquí. Baste decir que la natalidad de la gente trashumante es casi un tercio menor que la de la sedentaria. Ello no obstante, la arqueología forense evidencia que los restos examinados de los primeros, de los trashumantes cazadores-recolectores, pertenecían a individuos considerablemente más sanos y fuertes y longevos que los segundos, los sedentarios agricultores, a excepción de la clase dirigente de éstos, claro está (izquierda, La niña y el buitre, dramática foto de Kevin Carter (foto en realidad de un niño, y que llegó a adulto, aunque él nunca lo supo), y cuyo recuerdo acabó deprimiéndolo hasta el suicidio pocos meses después de la instantánea; derecha, rey de Uruk, Mesopotamia). Pero no hay mal que por bien no venga, como insisten los optimistas más ciegos ante la habitual evidencia contraria
Y con la explosión demográfica viene la saturación y con ella la necesidad de la expansión territorial, materializada en migraciones de los excedentes humanos por un lado, en apropiación de los excedentes ajenos por otro (incursiones de saqueo), y en las anexiones territoriales por otro lado más. Surgen así los imperios, o expansión de los pueblos marchosos además de airosos que mencionábamos antes, en cuanto los adelantos en metalurgia (el bronce y el hierro) se unen a los adelantos en transporte (el caballo y el carro de combate).
Es el avance paulatino de la civilización que se materializa en un primer período con la erección de murallas y bastiones defensivos en los asentamientos existentes (obras que pueden ser inmediatamente anteriores o posteriores a la organización política de la población, fenómeno que constituye el primer paso de la "civilización", es decir de la institución de una ciudad), para pasar a una segunda fase en la que se levantan ciudades capitales (en su sentido de 'capita', cabeza de nación) de nueva planta en entornos estratégicos, bien en elevaciones, bien rodeados de corrientes caudalosas.
«Kish fue derrotada y el reino se llevó a Eanna (esto es, Uruk)…
Entonces, Unug (Uruk) fue derrotada y el reino se llevó a Ur…
Entonces, Ur fue derrotada y el reino se llevó a Awan…
Entonces, Awan fue derrotada y el reino se llevó a Kish…
Entonces, Kish fue derrotada y el reino se llevó a Hamazi… » (Lista Real sumeria)
3 Del Pan y la Sal
En lo que respecta al nacimiento de la ganadería, «ahora sabemos que se produjo antes del final del milenio IX a.C., varios siglos después no obstante que los inicios de la agricultura, y en un periodo que no parece marcado por cambios climáticos importantes. La ganadería tardó más de mil años en consolidar su lugar en las sociedades humanas de Oriente Próximo, tanto en lo que con cierne a la emergencia de formas animales sensiblemente modificadas como a su predominio económico sobre la caza (izquierda, figurillas de bóvidos de terracota de la primera mitad del VIII milenio halladas en Ain Ghazal, Jordania).
Además, aunque el desarrollo neolítico de la ganadería indujo necesariamente innovaciones técnicas posteriores, su nacimiento no se puede considerar un "gran invento" técnico: las sociedades del final del Paleolítico conocían el comportamiento de los animales y sin duda practicaban ya desde hacía mucho tiempo el aprovisionamiento, atestiguado en muchos cazadores recolectores modernos.
La ganadería no era una necesidad por efecto de condicionantes externos, ni la consecuencia de un acceso repentino a un nivel técnico superior, sino más probablemente el resultado de una dinámica interna de las sociedades». (Jean-Denis Vigne: La Recherche-Mundo Científico, nº231).
Y donde ocurría que, con la agricultura y la ganadería, «la dieta humana consistía principalmente en cereales, verduras y hortalizas, y se complementaba con carne procedente del sacrificio de animales domesticados, la sal se convirtió en una necesidad básica, a la que se daba una gran importancia simbólica y un enorme valor económico (derecha, bocamina de Cardona, Barcelona).
La sal se convirtió en una de las primeras mercancías internacionales; su producción fue una de las primeras industrias e, inevitablemente, el primer monopolio del Estado: las tribus que se dedicaban a la caza no fabricaban sal ni comerciaban con ella, al contrario que las tribus que vivían de la agricultura. En todos los continentes, en el momento en que los humanos empezaron a cultivar la tierra se inició la búsqueda de sal para incorporarla a su dieta y a la de sus animales: las dietas vegetarianas, ricas en potasio, aportan my poco cloruro sódico, y la falta de sal produce en un principio dolores de cabeza y debilidad, y posteriormente mareos y náuseas, y si la carencia se agrava, con el tiempo puede conducir a la muerte». (Mark Kurlansky: Sal).
La súbita necesidad de sal propiciada por la Civilización Agropecuaria tuvo una inmensa repercusión en el comercio prehistórico e histórico europeo, particularmente, así como en su cultura venidera por los siglos de los siglos (la ingesta de carne roja, régimen preponderante de los ancestrales cazadores recolectores, no necesita un aporte complementario de sal; los masai, pastores nómadas del África oriental, satisfacen su necesidad de sal sangrando al ganado y bebiendo la sangre). Los celtas, que eran así llamados por los griegos, 'keltoi', y cuyo significado es "los que viven escondidos", surgieron a la luz del día con los romanos, quienes les denominaron galos, es decir, 'galli', denominación igualmente procedente de la palabra griega 'hal', también usada por los egipcios y que significa sal (izquierda, caldero céltico de Gundestrup).
Efectivamente, se trataba del pueblo de la sal, y ciudades centroeuropeas como Halle, en Alemania, Hallein, Swäbisch Hall y Hallstatt, en Austria, la región de Galitzia en Polonia, donde se halla Halych (y, de paso, también la extremoccidental Galicia española), por ejemplo, poseen un nombre derivado de la existencia de salinas celtas. Y gracias al descubrimiento de numerosos cadáveres de mineros exquisitamente conservados dentro de las minas de sal de Hallstatt, datados entre hace 2400 y 3300 años por el C-14, el período Hallstatt pasó a ser el nombre arqueológico con el que se conoce a una temprana y rica cultura de la Edad del Hierro entre los siglos –X y –V europeos.
Y así, la proximidad de las salinas vino a añadirse a las demás condiciones que debía cumplir un asentamiento estratégicamente sostenible (y no se tome por baladí a este respecto el hecho de que el queso, formado a base de leche y sal, fue inventado como medio de conservación de aquélla). Además, con la desaparición de la autosuficiencia nómada vino el olvido de antiguas sabidurías en materia de hierbas medicinales y aromáticas, con lo que hizo su entrada el comercio de las especias, las cuales no sólo tenían valor como condimento sino también como medicinas y perfumes, sin olvidar el importantísimo papel que algunas de ellas (como la mencionada sal, pero no sólo ella) prestaban a la hora de las conservas alimenticias.
4 Y de la Revolución Comercial a la Urbana
«Pero antes de iniciar los trabajos de replanteo, Paulo Fabio Máximo tuvo que consultar los auspicios al objeto de asegurarse, mediante signos visibles, de que los dioses no se oponían al establecimiento de una ciudad en el lugar escogido. Los augures le confirmaron los bueno auspicios; en el mismo momento en que un correo de Roma trajo a la expedición la noticia del nombramiento de Augusto como Pontífice Máximo de la religión en el imperio, dos rapaces sobrevolaban el bosque designado para fundar la nueva ciudad» (Recreación literaria de la fundación de Lucus Augusti (Lugo))
En lo relativo a las relaciones comerciales, una vez que la gente no tuvo otra que desplazarse hasta donde buenamente encontraba un hueco, desaparecieron las antiguas condiciones favorables a la autarquía, y el intercambio de bienes y servicios empezó a hacerse imprescindible entre los diferentes niveles de aglomeración mencionados en el punto anterior.
Y así, con la muralla, apareció la ciudad, un fenómeno asociado al comercio:
«La verdadera ciudad supone la existencia de una economía de trueque, al no tener sus habitantes acceso directo a los bienes primarios de consumo. Dentro de éstas destacaban más las que eran sede de mercado, en las que se asentaban una serie de individuos que desempeñaban papeles de una organización incipiente ―como recaudadores de impuestos, administradores gubernamentales, servidores del culto religioso, militares, etc.―, al tiempo que existían ciudadanos de la aristocracia rural, en cuyas propiedades había trabajadores, esclavos o colonos.
Así empezó la ciudad a cumplir un papel de integración dentro de un sistema de interdependencia funcional entre poblaciones relativamente alejadas. A medida que crecía, nacía la especialización y división de tareas y responsabilidades, que se fueron integrando a través de una jerarquía formal». (Anthony Edwin James Morris: Historia de la forma urbana).
Sin embargo, la creación de una ciudad suponía para las sociedades antiguas de cualquier latitud una clara conciencia de estar contraviniendo las inmutables leyes divinas (no en vano la Biblia adjudica a Caín el mérito de la invención del urbanismo). Como en el engañosamente espontaneo caso del trueque, la fundación de una ciudad es un fenómeno antinatural e incluso herético cuyas terribles consecuencias había que neutralizar pidiendo consentimiento previo a la divinidad correspondiente (a izquierda y derecha, maqueta y sección de una de las impresionantes fortificaciones de la Cultura de Arkaïm, en las estepas del Ural. Arriba la fortaleza nurágica de Barumini, Cerdeña).
También se debían indagar las preferencias que sobre su localización tenían las deidades, mediante métodos en general relacionados con los movimientos y descansos de diversos animales. Como muy bien expresa José María Gracia (El rito fundacional de la ciudad):
«Establecer su centro pasa por conocer la "voluntad divina", que en la tradición etrusco-latina se obtenía mediante la observación del vuelo de unas determinadas aves, en Grecia se consultaba el oráculo de Delfos y en Samnio, un pueblo de la Italia antigua, se seguía el rastro de un animal sagrado como el lobo o el pájaro carpintero, para finalmente establecer los límites del espacio que, en virtud del rito, pasa a ser sagrado».
Se consideraba que renunciar al ancestral nomadeo era despreciar los dones que los dioses esparcían por doquier. El asentamiento agrícola era un acto de desconfianza acerca de la benevolente providencia divina, pero sobre todo una rectificación del Orden Primordial. Así pues había que jurar, mediante rituales específicos y solemnes, que en cada nueva ciudad se tenía la intención de reproducir ese Orden Cósmico. Volviendo a José María Gracia y su Rito fundacional de la ciudad: «El particular rito de fundación de una ciudad se enmarca en el ámbito más general de los ritos de construcción, que engloba la construcción de altares, templos, casas, asentamientos militares y en general cualquier ordenación del territorio por pequeña que esta sea…
Desde las tradiciones extremorientales hasta las precolombinas pasando por la tradición occidental el hecho que se persigue es esencialmente establecer en la tierra un centro a partir del cual se repite la cosmogonía, rememorando así el acto divino primordial de la creación de toda manifestación…
En el caso etrusco, por ejemplo, el Augur advertía en el cielo unas coordenadas; el punto en donde éstas interseccionaban se proyectaba en el suelo y éste, que pasa a ser el centro de la ciudad, es lo que propiamente se llama 'templum'…, templo, o temple (del verbo templar), que, aparte de recinto cerrado, cercado o amurallado, significa también una unión o fusión o mezcla de los tres niveles cósmicos en juego, celeste, terrenal y humano, los cuales se unían mediante el rito y se materializaban en la figura o gesto del Augur…
Por otra parte, en el subsuelo del templum se construía una cavidad llamada mundus ―equivalente pobre del 'kosmos' griego, "el orden del mundo", el cosmos opuesto al caos― en la cual se alojaban tres reliquias: los restos del ave que fuera portadora de los buenos augurios, un puñado de tierra traída de una ciudad hermana, y los restos del héroe fundacional. Así en el mundus se "fijaban" también los tres niveles cósmicos», una operación que hoy día se continúa realizando por más que los objetos enterrados consistan en un conjunto un tanto arbitrario y caótico como paradójica muestra de la pérdida de significados dentro de un ritual mecánico. De aquello, cristianizado, deriva el ritual por el que hoy el sacerdote, al bendecir una obra nueva repite, convertida en la señal de una cruz esparcida al aire, los ejes celestes (Norte-Sur, Este-Oeste) que antaño irradiaba el Augur. Y con ello deja inAugurada cada edificación en el ultramoderno pero elemental mundo actual.
Además, cada ciudad digna de tal nombre (ya vimos tal dignidad al tratar del Origen de la Escuela, pero sobre todo al esquematizar el desarrollo de Palacios y Templos) tenía un nombre propio y exclusivo, un nombre que debía ser secreto, pues quien lo conociera podía adueñarse y destruir su espíritu, como ya mencionamos al tratar de los nombres personales en De la Familia y el Servicio.
« Paulo Fabio Máximo, revestido con una toga dispuesta a la antigua usanza, cogió las estevas de un arado de bronce, tirado por una ternera y un toro blancos, y trazó un surco alrededor de la futura urbe, siguiendo la misma línea a lo largo de la cual habrían de levantarse las murallas. En el transcurso de la ceremonia el fundador procuró cuidadosamente que toda la tierra levantada por la reja cayese al interior del recinto, y tras él los asistentes recogieron los terrones que a veces saltaban fuera y los volvían a echar donde el rito establecía. Al llegar al sitio previsto para las puertas, el ejecutante levantaba el arado con el fin de dejar un espacio libre de toda consagración. Cuando el oficiante alcanzó el punto de partida, la ciudad quedó virtualmente fundada» (Recreación literaria de la fundación de Lucus Augusti (Lugo))
5 Las Ciudades tienden las Redes
«A Naphururia (Akenatón), gran rey, rey de Egipto, así habla Burnaburiash, gran rey, rey de Karaduniash (nombre casita de Babilonia), tu hermano. Yo y mi casa, mis caballos y mis carros, mis notables y mi tierra estamos perfectamente. Que el bienestar reine sobre mi hermano y su casa sus caballos y sus carros, sus notables y su tierra…
…Y por lo que respecta a Salmu, mi enviado, por dos veces su caravana ha sido saqueada. Una vez la saqueó Biriazama, y a su otra caravana Pamahu, gobernador de una tierra que te pertenece. ¡Y este asunto lo debes reparar tú, mi hermano! Cuando mi enviado comparezca ante mi hermano, que comparezca entonces también Salmu! ¡Se le debe devolver, y se le deben resarcir los daños!» (Cartas de Amarna)
Las corrientes fluviales más fértiles pronto quedaron saturadas de asentamientos agropecuarios y de sus correspondientes ciudades controladoras, y surgió año a año y siglo a siglo un conjunto de líneas terrestres de flujo migratorio y comercial que complementó al fluvial, cuando no lo suplantó.
Y los camellos y las mulas entraron en competencia con los esquifes y las balsas, marcando sobre la pedregosa geografía una red de caminos a lo largo de los cuales surgieron asentamientos que devinieron populosos en una secuencia similar a la que hizo germinar a las más primitivas culturas y civilizaciones fluviales, y con las cuales entraron en competencia: la ruta de la sal (la Vía Salaria inauguró la red de espléndidas carreteras que los romanos se preocuparon en tender), del ámbar o del incienso, primero, la de las especias, del estaño y de los metales que enlazaron con aquellas, después.
Y si los poblados tachonaron los ríos y rutas comerciales, las ciudades crecieron en sus intersecciones así como en aquellos accidentes geográficos que permitían su control, haciendo así inevitable el pago de peajes y aranceles.
«Los mercaderes asirios se reunían en un organismo asambleario que recibía el nombre de karum. El término significa "muelle" y es que en primer lugar el karum era un centro receptor de impuestos sobre el tráfico comercial, función ésta que se realizaba en Mesopotamia tanto en los puertos de mar como en los fluviales... Proporcionaba, al mismo tiempo, facilidades de almacenaje para las mercancías y actuaba como institución financiera, concediendo créditos y manteniendo la contabilidad de los mercaderes. Además funcionaba como corte de justicia con competencia para dirimir pleitos entre mercaderes y discutir los litigios con los nativos...
El karum no era un organismo independiente, por el contrario dependían unos de otros en una intrincada red que cubría las rutas comerciales de Anatolia. El karum de Kanish poseía funciones especiales ya que era del que dependían todos los demás... Su primacía venía asegurada por el hecho de que Kanish era el punto de intersección de las vías de comunicación principales y, como tal, ocupaba un lugar preeminente entre las restantes ciudades de la Anatolia oriental» (Carlos G. Wagner, Prof. titular. Dpto. de Historia Antigua UCM: La égida de Shamash)
Los ejemplos de núcleos populosos surgidos fuera del contacto fluvial son tan numerosos como para permitirnos afirmar, por extensión, que todas las ciudades importantes tienen como razón de existir el pasado control de una ruta comercial o de una intersección de varias rutas comerciales.
Sin ir más lejos, el atrás mencionado Hallstatt se halla en el centro de la salzkammergut (ruta de la sal), de ahí su importancia estratégica. En esencia, el poblado era una explotación minera situado en la ruta mediante la que llegaban al mundo mediterráneo los productos del norte (principalmente, del Báltico, a través del Danubio), como el ámbar, el hierro y los esclavos; a cambio, el norte se surtía de los productos del sur de los que carecían, como el vino, el aceite y artículos de lujo.
Precisamente los reyes desarrollaron a partir del IV milenio una ostentación y un aparato inusitados hasta entonces. En parte era necesario: cuanto más lujosa resultaba la monarquía, más convencido quedaba el pueblo de su naturaleza divina y más fervorosa era su devoción. Naturalmente, todas las cortes, hasta el último funcionario, tenían que mostrarse dignos de tales reyes mediante la emulación del mayor lujo posible dentro de los máximos estipulados para cada nivel. A satisfacer tales "necesidades" fue trazado, por ejemplo, del Camino de Horus, ruta protegida por once fortines apoyados por un sistema de graneros y pozos a una jornada de distancia entre sí, lo que permitía al ejército (o a los mercaderes) cruzar la península del Sinaí de manera segura, o el Camino de los Reyes, o el de los Filisteos (arriba a la derecha), o la Ruta de las Seda o la Vía de la Plata (la cual, por cierto, nunca condujo plata, sino estaño)…
« El camino de Horus… ¡Una espada de doble filo! Una línea vital que en tiempo de paz va de los centros comerciales de oriente hasta el corazón del Delta, pero en tiempos de guerra se convierte en un canal por donde andan todos los peligros. Tu antecesor, Senwasret (Sesostris III), construyó los fuertes de la Muralla de los Príncipes para tratar de controlar la llegada de los extranjeros, pero ahora la muralla está en poder de Apepa (Apofis, último faraón hicso) y los setiu (los hicsos) vienen a Egipto en un flujo constante…» (Pauline Gedge: El Camino de Horus)
Si como ya hemos afirmado en diversas ocasiones, nuestra Cultura deriva del Cultivo, nuestra Civilización deriva del Comercio y de la defensa y el ataque de sus intereses. Los sacerdotes sumerios aprovecharon el código de signos que habían elaborado los mercaderes y lo extendieron para reflejar ideas abstractas. Gracias a ello, hacia el 3100 los sumerios disponían de una auténtica escritura (algo parecido, y en fecha más temprana aún, había sucedido en Creta y otras culturas centroeuropeas, como la de Vinça). Al igual que la agricultura había inducido la creación de la geo-metría, el comerció fomentó el avance de la aritmética, e indudablemente, como efecto colateral, la escritura resultó indispensable para la organización del Estado.
A su vez, la necesidad del transporte de largo recorrido de líquidos como el vino o el aceite empujó a idear procedimientos eficaces de producción de un embalaje impermeable, estanco, manejable y técnicamente sencillo económico y rápido de confeccionar a partir de los materiales disponibles: el barro y la madera de clase inferior como combustible para el horno. Y teniendo en cuenta que al principio las vasijas de barro se moldeaban sin otra herramienta que las manos, como cualquier otra figura (derecha, vasija de tell-Halaf, hacia el 5800; debajo, foto de excavación de este yacimiento, en el Museo Tell-Halaf de Berlín), su diseño no pudo avanzar más allá del simple cuenco hasta que, inspirado en la rueca y el huso, a algún iluminado comerciante se le ocurrió inventar el torno de alfarero:
«La invención de la rueda en el transcurso del 4º milenio constituyó el punto de partida de una nueva tecnología que permitía, mediante el torno de alfarero, la mecanización de la actividad, incrementando considerablemente su producción. Además de la producción de vasijas, los moldes de arcilla cocida a altas temperaturas fueron utilizados para realizar figurillas y relieves en terracota. Íntimamente vinculados a la cerámica, y como una consecuencia del desarrollo de los sistemas de cocción, aparecerán finalmente, durante el 2º milenio, el esmalte y el vidrio…
La metalurgia fue una consecuencia de la industria cerámica dentro de un mismo proceso de control de la transformación de la materia por el fuego» (Carlos G. Wagner: La égida de Shamash).
La metalurgia fue una consecuencia de la industria cerámica dentro de un mismo proceso de control de la transformación de la materia por el fuego» (Carlos G. Wagner: La égida de Shamash).
«La República Galáctica vive un momento político crítico debido a los enfrentamientos que se producen con otros sistemas solares por el control de las rutas comerciales. La Federación está segura de controlar la situación si logra contener y bloquear al planeta Naboo. A partir de esta decisión, es inevitable la lucha entre los señores Sith y los caballeros Jedi» (Del argumento de La Guerra de las Galaxias, de George Lucas, donde una vez más se comprueba que la historia siempre se repite, primero como tragedia y luego... como Oscar de Hollywood)
Tiene razón la wikipedia al afirmar que las rutas comerciales «han sido grandes impulsoras de la ciencia y la tecnología de la navegación y el transporte terrestre y aéreo. Gracias a las necesidades de nuevas rutas comerciales, se crearon objetos como las brújulas, los sextantes, los relojes y los modernos sistemas de navegación GPS, así como la cartografía» (izquierda, el más antiguo plano de un terreno descubierto hasta la fecha, con cerca de 5000 años).
Pero mucho más importante aún que las "simples" tecnologías: Alrededor de las primitivas rutas comerciales se trenzaron los primeros mimbres del cuerpo civil precursor de la democracia: los primeros colegios laicos artesanales y crediticios (en su acepción de reunión de colegas), las primeras patrullas estables de vigilancia y protección civil, las primeras leyes estrictamente civiles, las primeras instituciones de crédito, las primeras formulaciones aritméticas, aplicadas al interés bancario…
«El recipiente por excelencia para el traslado de líquidos en la Antigüedad fue el ánfora de cerámica (del griego 'amphoréus', cántaro de dos asas, derivado de 'phéro', llevar, con prefijo 'amphi-', por ambos lados). Su fabricación y manipulación resultaban más baratas que las de odres o pellejos, por más que éstos fuesen más flexibles y resistentes.
Resistente pero frágil, el ánfora es un recipiente concebido especialmente para el transporte por vía acuífera, lo que explica su forma, con base generalmente puntiaguda que le confería mayor estabilidad al ser clavada en la arena o el fango, y su disposición al tresbolillo en la bodega del barco ahorraba espacio y facilitaba la trabazón de la carga, beneficiando la estabilidad.
Decir ánfora equivale a hablar de navegación, pues sólo se fabricaban en lugares accesibles a las embarcaciones» (Genaro Chic García: El comercio y el Mediterráneo en la Antigüedad)
«§151. Si alguno alquila un buey de labor por un mes pagará un siclo de plata. Si alguno alquila una vaca un mes, pagará medio siclo de plata.
§152. Si alguno alquila un caballo, un mulo o un asno por un mes, pagará un siclo de plata.
§157. Si un hacha de bronce pesa una mina, su renta por un mes es 1 siclo de plata. Si un hacha de bronce pesa media mina, su renta por un mes es medio siclo de plata. Si un tapulli de bronce pesa 1 mina, su renta por 1 mes es medio siclo de plata.
§158. Si un hombre se alquila para una cosecha en la cual se atará las poleas, tirará de carros, se meterá en el granero y limpiará la trilla, su sueldo por 3 meses será 30 parisu de grano. Si una mujer se alquila para la cosecha, su sueldo por 2 meses será 12 parisu de grano.
§159. Si alguno apareja un tiro de bueyes por un día, su alquiler será medio parisu de grano…» (Artículos de las leyes hititas)
«§Si un señor se entrega al bandidaje y llega a ser prendido, ese señor recibirá la muerte.
Si el bandido no es prendido, el señor (que ha sido) robado declarará oficialmente delante del dios (los pormenores de) lo perdido; después, la ciudad y el gobernador en cuyo territorio y jurisdicción se cometió el bandidaje, le compensarán (por todo) lo perdido.
§Si es una vida (lo que se perdió), la ciudad y el gobernador pesarán una mina de plata (y se la entregarán) a su gente». (Artículos del Código de Hammurabí)
Y al haber del comercio, y no a la inversa, pertenecen las primeras industrializaciones artesanales, debidas, por ejemplo, a que:
«El intercambio no se puede efectuar directamente entre comida y materias primas, ya que la comida no es apropiada para el transporte, por su escaso valor unitario. Por eso los excedentes alimentarios tienen que transformarse en bienes apropiados para el intercambio, por lo general telas y otros productos manufacturados». (Mario Liverani: El Antiguo Oriente).
«El peso mismo de los carruajes gravitaba sobre el esfuerzo exigible a los animales de tiro [las ruedas aligeradas por medio de radios eran entonces exclusivas de los carros de combate, que sólo para ellos fueron creadas], y carros de dos o cuatro ruedas tirados por bueyes no podían desplazar cargas superiores a la tonelada si se trataba de una yunta, y de diez si formaban un sistema de varias. Se estima que los costos de transporte terrestre doblaban el precio del grano cada 150 km, y algo parecido debía suceder con todas aquellas mercancías cuyo valor fuese pequeño en relación con su volumen o peso… Comparativas efectuadas para tiempos de Diocleciano afirman que si se establece un valor 1 para el transporte por mar, este se multiplicaría por 5 si se hacía por río y por 28, por lo menos, si se usaban vías terrestres». (Genaro Chic García: El comercio y el Mediterráneo en la Antigüedad).
No obstante, si atendemos a las observaciones de Gordon Childe, deberíamos mirar tal extensión comercial con cierta prevención, al menos en el caso particular de los desiertos asiáticos:
«Las rutas de las caravanas fueron, como el mar para los pueblos marítimos, el camino abierto hacia el mundo exterior. Su estudio sería tanto más interesante cuanto que permitiría descubrir que las rutas de las caravanas, a pesar de romper el aislamiento de los pueblos continentales ―como fue el caso de Irán, los países del Turquestán y las provincias orientales de China― no ejercieron sobre constitución social y política de los pueblos una influencia tan decisiva como la que gozaron las vías marítimas». (Gordon Childe: Nacimiento de las civilizaciones orientales).
Y es que, tampoco el comercio ha sido nunca sinónimo de paz. Ni tan siquiera una cierta garantía de paz, sino todo lo contrario (como podríamos comprobar hoy si siguieramos la actualidad política con la misma atención que ponemos en la deportiva):
«La guerra de rapiña, que incluía el saqueo y la imposición de tributos a los vencidos, tenía una importante dimensión económica, y como una actividad depredadora que utilizaba técnicas y métodos propios, puede muy bien inscribirse en el apartado de la producción, en tanto que actividad con que se conseguían recursos, más que vincularla al comercio de Estado, como tantas veces se hace, pues en ella el aspecto de intercambio es inexistente. A diferencia de otro tipo de guerras, como la de fronteras o la de conquista, no constituía un instrumento al servicio de una causa económica, sino una actividad económica en sí que reportaba grandes beneficios en forma de riqueza material (botín, tributos) y humana (esclavos)» (Carlos G. Wagner: La égida de Shamash)
Sed buenos si podéis...
……………………. Pero seremos mejores si no olvidamos que «La ignorancia es el infierno» (Amalric de Bène)
1 comentario:
Volveré a leer con detenimiento esta entrada, tan interesante y tan útil para mí ahora que estoy metida en faena. Pasaba a saludarte. Un abrazo.
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