«Goliath, de Gath, tenía de altura seis codos y un palmo. Y traía un almete de acero en su cabeza, e iba vestido con corazas de planchas: y era el peso de la coraza cinco mil siclos de metal: Y sobre sus piernas traía grebas de hierro, y escudo de acero a sus hombros. El asta de su lanza era como un enjullo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro: e iba su escudero delante de él. Y paróse, y dio voces a los escuadrones de Israel, diciéndoles: ¿Para qué salís a dar batalla?...» (Libro de Samuel, I, 17-5)
El hierro se emplea por
primera vez en el Indostán, Mesopotamia y mesetas del Asia Menor,
en progresiva sustitución del cobre, para la fabricación de aquellos utensilios
en los que prima la dureza sobre una forma condicionada por el uso, como son
las armas cortantes y punzantes. Hasta el siglo –XVI los hititas no descubren
en Anatolia la fundición del hierro, y el poderío de este pueblo, una comunidad
marginal en todas las demás actividades, estuvo fundado en aquél, utilizándolo
en sus conquistas y vendiéndolo a peso de oro en mercados, mercadillos y
grandes superficies.
Pero si en la entrada anterior vimos los orígenes
mágicos de la industria del hierro, en la presente trataremos de la transición
de su metalurgia a la del acero. Éste fue el material verdaderamente ansiado en
la búsqueda humana del filo perfecto, inmellable, que pudiera cortar de un
solo tajo en dos el cuerpo del contrincante a pesar de sus defensas de bronce.
«… Echó a andar hacia el megarón en busca de los ilustres pretendientes
con el flexible arco entre sus manos y la aljaba portadora de dardos con muchas
y dolorosas saetas; y junto a ella las siervas llevaban un arcón en que había
mucho hierro y bronce, ¡los trofeos de un soberano como él!» (Homero: Odisea, XXI)
1 Del Valor del Hierro (su enorme precio en los mercados antiguos)
2 Al Poder del Acero (el casi milagroso invento)
3 El Carbón (peripecias de su inevitable compañero)
4 El Filo del Acero (su virtud por excelencia)
5 El Hierro occidental (el progreso que vino de Asia)
6 Civilización de Hierro (consecuencias sociales de la técnica)
7 El Infierno de Acero (consecuencias últimas)
1 Del Valor del Hierro…
2 Al Poder del Acero (el casi milagroso invento)
3 El Carbón (peripecias de su inevitable compañero)
4 El Filo del Acero (su virtud por excelencia)
5 El Hierro occidental (el progreso que vino de Asia)
6 Civilización de Hierro (consecuencias sociales de la técnica)
7 El Infierno de Acero (consecuencias últimas)
1 Del Valor del Hierro…
«"Estoy decidido a penetrar en el Bosque de los Cedros, / quiero
fundar mi gloria; pero antes, amigo mío / quiero dar trabajo a los artesanos, /
que forjen nuestras armas delante de nosotros".
Señalaron un lugar a los metalistas / los cuales fundieron poderosas
azuelas / fundieron hachas de tres talentos cada una (unos 90kg), / fundieron
también poderosas espadas, / puñales de dos talentos cada uno (unos 60kg), / y
uno y otro tuvieron a su lado una lanza de treinta minas (unos 15kg); / la
empuñadura de oro de sus puñales pesaba treinta minas. / Gilgamesh y Enkidu llevaban
cada uno / diez talentos en armas (unos 300kg)» (Poema de Gilgamesh, tablilla III)
Si ya tratamos del valor mágico del hierro veremos
algo aquí acerca de su precio mítico. Y decir de éste que era comerciado "a
peso de oro" es decir poco. Por utilizar una referencia significativa
escogeremos una unidad de peso de metales y moneda denominada mina, y que ya
era usada en la antigua Mesopotamia, según se puede apreciar en la cita de este
encabezamiento.
(Imagen derecha, cuadrante romano --moneda de cobre, cuarta parte del as-- de Bílbilis, próxima a Calatayud, moneda en la cual los numismáticos son capaces de apreciar la figura de un minero armado con su lámpara)
(Imagen derecha, cuadrante romano --moneda de cobre, cuarta parte del as-- de Bílbilis, próxima a Calatayud, moneda en la cual los numismáticos son capaces de apreciar la figura de un minero armado con su lámpara)
Su importancia es tal, que resulta ser el origen
etimológico de la denominación de las minas
o yacimientos minerales. Es decir, cuando se empezó a profundizar en los
yacimientos los excavadores encontraron "minas" enterradas, más o
menos desmigajadas y entreveradas de impurezas; así que esos excavadores fueron
conocidos como "mineros" que zapaban desenterrando "minas"... Claro que todo esto está dicho a bote pronto y con ánimo simplificador:
Para los forofos de la etimología diremos que, antes de llegar a nosotros, la voz mina dio un buen rodeo. Fueron los pueblos celtas (para los cuales mina seguía significando tanto mineral como metal) quienes la conservaron desde sus remotos orígenes próximo-orientales, y la acabaron depositando entre nosotros a lo largo de la Edad Media.
Los romanos denominaban a la excavación minera metallum, un vocablo entre los muchos existentes creados a partir de la raíz meta, "más allá de". Es decir, metal era tanto lo que se buscaba como lo que se emprendía más allá del suelo, de la misma manera que la metafísica era todo aquello que se hallaba más allá de la física pero que los bibliotecarios no sabían muy bien cómo narices clasificar (¡todas aquellas extrañas elucubraciones filosóficas de Aristóteles "a partir de" la materia tangible...!).
Para los forofos de la etimología diremos que, antes de llegar a nosotros, la voz mina dio un buen rodeo. Fueron los pueblos celtas (para los cuales mina seguía significando tanto mineral como metal) quienes la conservaron desde sus remotos orígenes próximo-orientales, y la acabaron depositando entre nosotros a lo largo de la Edad Media.
Los romanos denominaban a la excavación minera metallum, un vocablo entre los muchos existentes creados a partir de la raíz meta, "más allá de". Es decir, metal era tanto lo que se buscaba como lo que se emprendía más allá del suelo, de la misma manera que la metafísica era todo aquello que se hallaba más allá de la física pero que los bibliotecarios no sabían muy bien cómo narices clasificar (¡todas aquellas extrañas elucubraciones filosóficas de Aristóteles "a partir de" la materia tangible...!).
Y ya que hemos empezado esta entrada resaltando la
influencia recíproca entre el hierro y los hititas, puntualizaremos que los
hititas, como continuadores de la cultura mesopotámica, también poseían una
unidad de peso para los minerales, llamada 'mina', que suponía 505 gramos de
peso. Pues bien, en sus transacciones la relación de mercado de hace tres
milenios (culmen del poderío hitita) entre los metales era la siguiente: 1 mina de hierro = 5 minas de oro = 40 minas de plata = 2.400 minas de cobre.
«Si un hacha de
bronce pesa una mina, su renta por un mes es 1 siclo de plata. Si un hacha de
bronce pesa media mina, su renta por un mes es medio siclo de plata.
Si un tapulli [¿?] de bronce pesa 1 mina, su renta por 1 mes es medio siclo de
plata» (Artículo 157 de las leyes hititas)
Tenemos otra referencia histórica en el rey asirio
Sargón II (-721, -705), famoso por un poderío militar que le permitió reunir lo
considerado entonces como un gran tesoro, compuesto por 176 toneladas de hierro
en forma de barras y cadenas. Así es que el hierro era empleado en orfebrería
en pie de igualdad, si no de superioridad, con el resto de los metales nobles,
como vemos en el siguiente párrafo del historiador Heródoto:
«Volviendo a la historia, diré que Alyattes [padre
de Creso] dio fin con su muerte a un reinado de cincuenta y siete años, y que
fue el segundo de su familia que contribuyó a enriquecer el templo de Delfos;
pues en acción de gracias por haber salido de su enfermedad, consagró un gran
vaso de plata con su pie de hierro colado, obra de Glauco, natural de Chio (el
primero que inventó la soldadura de hierro), y la ofrenda más vistosa de
cuantas hay en Delfos» (Los nueve libros de la Historia, I,XXV)
O en esta otra cita bíblica:
«Y consumieron con fuego la ciudad, y todo lo que
en ella había: solamente pusieron en el tesoro de la casa de Jehová la plata, y
el oro, y los vasos de metal y de hierro. Mas Josué salvó la vida a Rahab la
ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que ella tenía… por cuanto
escondió los mensajeros que Josué envió a reconocer á Jericó» (Libro de Josué, 6-24)
Naturalmente, tales equivalencias ponderales se evaporaron cuando quedó en evidencia la voracidad destructiva de la herrumbre en comparación con la estabilidad de la plata y la inalterabilidad del oro, clasistamente denominados "metales nobles" a causa de estas propiedades. Paradójicamente, fue esta fragilidad del hierro ante el óxido lo que indujo al pueblo griego de Esparta (tan famoso por su austeridad como para haberse inmortalizado en los adjetivos espartano y lacónico, derivado éste de la región de Laconia que habitaban), a adoptar al hierro como moneda de cambio. La tradición asegura que fue el mismísimo Licurgo quien prohibió acuñar moneda convencional en Esparta, sustituyéndola por lingotes de hierro, ruinosos de atesorar, tanto a causa de su oxidación como por el tamaño de sus piezas:
«Prohibió Licurgo que los ciudadanos se enriquecieran,
estableciendo un tipo de moneda que impedía a cualquiera llevar a su casa diez
minas a escondidas de dueños o de criados, ya que dicha suma necesitaría un
gran espacio donde ser custodiada y hasta un vehículo para su transporte.
Además, se investiga dónde hay oro y
plata, y si se descubre algo en alguna parte, su dueño es castigado con una
multa. De modo que ¿Cómo va a ser motivo de preocupación el acumular dinero en
una ciudad en la que produce mayores pesares su posesión que el disfrute que
pueda proporcionar?» (Jenofonte: Constitución de Esparta).
No obstante les fue imposible librarse totalmente
del manejo de dinero en metales nobles, al ser oro, plata y bronce el único
dinero aceptado por sus interlocutores económicos en el comercio exterior.
De todas formas los espartanos aguantaron el tipo sin
acuñar moneda propiamente dicha hasta el siglo -III, cuando fueron conquistados por
Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno; lo cual quiere decir que
aguantaron con su peculiar "dinero en metálico" en forma de lingotes,
barras y varillas de hierro a lo largo de toda su historia como Estado
independiente.
Tales "monedas", en barras y varillas, de
Esparta tenían la forma y el nombre de óbolo, término griego que significa espetón
(el pincho o la barra, según el tamaño de la pieza culinaria, en que se ensarta la
carne para asar a la parrilla), denominación que posteriormente pasaría a una ser
una de las monedas griegas de menor valor, ya con su forma tradicional de chapa
circular (plata significa ―al igual que plato― chapa plana, nombre derivado del
latín 'plattus', de su uso como moneda).
En particular, el óbolo sería su última fracción
monetaria, de tal forma que si el talento, la unidad de peso y de moneda
superior, pesaba 27 kilos y valía 60 minas, entonces la mina equivalía a 100 dracmas, y
el dracma a 6 óbolos.
Nos haremos una idea del valor del óbolo en la era
de máximo esplendor griego recurriendo a las leyes atenienses del siglo -V:
«Corresponde igualmente al Consejo de losQuinientos efectuar el examen de las personas enfermas o menesterosas. De
acuerdo con la ley, quienes posean menos de tres minas y estén físicamente
lisiados, hasta el extremo de que no puedan desempeñar ningún trabajo, pasen
una inspección ante el Consejo, y en tal caso se les conceda a cargo del Estado
dos óbolos diarios para su manutención. A tal fin existirá un tesorero de
inválidos elegido también por sorteo…» (Aristóteles: Constitución de Atenas,
49, 4)
No obstante, el óbolo conservaría su prestigio mítico como referencia de incorruptibilidad moral también en Roma, hasta llegar a ser la única moneda admitida por Caronte, el portero del Averno; era la pieza que debía colocarse debajo de la lengua o en los ojos de los difuntos si querían ser admitidos en el Más Allá… Y que, por lo mismo, pasaría al cristianismo como el "Óbolo de San Pedro", «la expresión más típica de la participación de todos los fieles en las iniciativas del Obispo de Roma en beneficio de la Iglesia universal» (Benedicto XVI).
(Imagen derecha, Vladimir Kush: What the fish was silent about)
«En otros lugares, creo, cualquiera acumula tanto dinero como puede: uno es agricultor, otro es dueño de unos barcos, otro es mercader, y algunos otros viven de distintos oficios. En Esparta, en cambio, Licurgo prohibió que los ciudadanos libres ejercieran actividades comerciales y ordenó que se considerasen apreciables sólo aquellas que contribuyeran a hacer libre su ciudad…
«En otros lugares, creo, cualquiera acumula tanto dinero como puede: uno es agricultor, otro es dueño de unos barcos, otro es mercader, y algunos otros viven de distintos oficios. En Esparta, en cambio, Licurgo prohibió que los ciudadanos libres ejercieran actividades comerciales y ordenó que se considerasen apreciables sólo aquellas que contribuyeran a hacer libre su ciudad…
De hecho no necesitaban el dinero ni siquiera para
procurarse vestidos, ya que no disponen de ropa lujosa, sino que su belleza
estriba en la excelente condición de su físico. Se consideraba más digno
auxiliar a los compañeros con una buena presencia corporal que con dispendios
monetarios, pues lo primero es un adorno del alma y lo segundo un alarde de
riquezas…» (Jenofonte: Constitución de Esparta, 7).
2 …Al Poder del Acero
«Y juntando David todo
el pueblo fue contra Rabba, y combatióla, y tomóla. Y tomó la corona de su rey
de su cabeza, la cual pesaba un talento de oro, y tenía piedras preciosas; y
fue puesta sobre la cabeza de David. Y trajo muy grande despojo de la ciudad.
Sacó además el pueblo que estaba en ella, y púsolo debajo de sierras, y de
trillos de hierro, y de hachas de hierro; e hízolos pasar por hornos de
ladrillos: y lo mismo hizo á todas las ciudades de los hijos de Ammón. Volvióse
luego David con todo el pueblo á Jerusalén» (Libro de Samuel, 12,29)
El del hierro y su forja
era un mundo aparte. Incluso entre los mismos metalúrgicos el trabajo
del bronce y del cobre seguían plenamente vigentes para cascos, corazas y
grebas militares, así como en decoración y menaje del hogar, y utillaje
artesanal.
Y es que la elevada temperatura que debe alcanzar el mineral de hematites (del griego 'haimatítes', sanguíneo, por su color, derivado a su vez, de 'háimatos', sangre) antes de liberar el ansiado metal, así como el complejo proceso subsiguiente hasta llegar a la espada final, hizo que hasta el siglo −XIII su técnica no empezara a difundirse. Su uso y producción siempre ha estado muy controlado por todos los poderes del mundo.
(A izquierda y derecha, sendos fotogramas de la impagable serie, ROMA, de Bruno Heller)
Y es que la elevada temperatura que debe alcanzar el mineral de hematites (del griego 'haimatítes', sanguíneo, por su color, derivado a su vez, de 'háimatos', sangre) antes de liberar el ansiado metal, así como el complejo proceso subsiguiente hasta llegar a la espada final, hizo que hasta el siglo −XIII su técnica no empezara a difundirse. Su uso y producción siempre ha estado muy controlado por todos los poderes del mundo.
(A izquierda y derecha, sendos fotogramas de la impagable serie, ROMA, de Bruno Heller)
Los hebreos, por ejemplo, padecieron de muy mala gana tal control, que en su zona era ejercida por los hábiles y adelantados filisteos (uno de los más famosos Pueblos del Mar que ya mencionamos al comienzo de la entrada anterior), según vemos en la queja bíblica que cierra este punto.
Los filisteos dominaban Canaán a base de prohibir
la tenencia de cualquier objeto de hierro en la zona. No es de extrañar, pues,
que la Biblia atribuyese la
invención de la metalurgia a la descendencia maldita de Adán. Ya hemos visto
como Tubalcain, «forjador de instrumentos cortantes de bronce y de hierro» era
uno de los séptimos tataranietos de Caín.
A pesar de ello parece que ni siquiera el rey David
se resistió a su poder, según muestra el ejemplo de reciclaje de herramientas
enemigas para su reconversión en armamento, como refleja la cita bíblica que
abre este punto.
No obstante, dado el negocio que suponía su
fabricación y contrabando, con el tiempo se hizo impracticable cualquier
control. Hay que tener en cuenta que el de hierro (a diferencia del escaso y
concentrado estaño integrante del bronce) es el cuarto mineral más abundante y
más repartido del planeta, el núcleo del cual está formado por una enorme masa
de hierro-níquel responsable del campo magnético terrestre. Y también, que los
herreros, afiladores, soldadores, paragüeros y lañadores (y más tarde, los
herradores) eran una especie artesanal eminentemente ambulante, que incluso
hemos conocido los más viejos del lugar: No en vano Smith, Herrero, atestiguado
como apellido desde alrededor del año 975 (y derivado de la raíz proto-germánica
'smei-', curvar, cortar) es el patronímico más frecuente en el mundo
anglosajón.
(Izquierda, flash de Cecilia Orueta: Camerún 4, fabricando ollas)
«La opinión expresada por ciertos especialistas
según la cual los pueblos sometidos a Roma tenían prohibida la fabricación y
posesión de armas, se ha visto contradicha por cuanto no hubiera sido posible,
en cualquier caso, detener la fabricación en las fraguas de las aldeas; y
excepto circunstancias muy especiales Roma se mostró proclive a permitir algún
contingente de fuerzas armadas a disposición de las clases dirigentes locales a
quienes se encargaba el control de las masas y la participación en su
explotación, permaneciendo así profundamente leales a Roma.
Desde luego resulta de lo más pertinente el hecho
de que no oigamos hablar de fábrica estatal de armamento alguna hasta el
reinado de Diocleciano, a finales del siglo III; y sólo en 539, en tiempos de
Justiniano, la fabricación y venta de armas se convirtió en un monopolio
estatal absoluto» (G.E.M. de Ste. Croix: La lucha de clases en el mundo griego
antiguo).
«Debido a las necesidades militares, la metalurgia
alcanzó en Asiria un desarrollo especialmente notable y una gran perfección
técnica. Durante el siglo -VIII el hierro había desplazado al cobre y al bronce
tanto en la vida ordinaria como en la producción militar. La extracción y
elaboración del hierro produjeron una revolución tecnológica y favorecieron el
desarrollo y complejidad de la metalurgia. La fuerte caída del coste de esta
nueva y más asequible clase de metal contribuyó a su amplia difusión» (Carlos
G. Wagner: La égida de Shamash).
(Izquierda, Goya: El afilador. Debajo, Camerún 5, Jugando a la rueda, de Cecilia Orueta)
En resumen, hacia el año −1000 entraríamos en una plena "Edad del Hierro" de la que básicamente aún no hemos salido, y si bien es cierto que los primeros objetos de hierro fundido, hallados en Anatolia, en la actual Turquía, están datados entre los años 2500-2300, su técnica, en particular la del acero, fue un celoso secreto militar ―una de las características básicas de la tecnología y el progreso― durante otro largo milenio.
En resumen, hacia el año −1000 entraríamos en una plena "Edad del Hierro" de la que básicamente aún no hemos salido, y si bien es cierto que los primeros objetos de hierro fundido, hallados en Anatolia, en la actual Turquía, están datados entre los años 2500-2300, su técnica, en particular la del acero, fue un celoso secreto militar ―una de las características básicas de la tecnología y el progreso― durante otro largo milenio.
«No había en toda la tierra de Israel herrero
alguno pues los filisteos se habían dicho: "Que no puedan los hebreos
forjar espadas ni lanzas". Todo Israel tenía que bajar a tierra de
filisteos para aguzar cada uno su reja, su hacha, su azadón o su pico. No se
disponía más que de la lima para sacar el filo a toda clase de hachas,
tridentes y hoces, y para aguzar las aguijaderas.
Llegado el día del combate de Mijmas no había en
mano del pueblo todo que estaba con Saúl y Jonatán espada ni lanza más que las
de Saúl y las de Jonatán, su hijo» (Libro I de Samuel, 13, 19)
3 La empuñadura del Carbón
«Siendo la Escitia una región sumamente falta de
leña, han hallado un medio para cocer las carnes de los sacrificios. Desollada
la víctima, mondan de carne los huesos, y si tienen allí a mano ciertos
calderos del país, muy parecidos a los peroles de Lesbos, con la diferencia de
que son mucho más capaces, meten en ellos la carne mondada, y encendiendo
debajo aquellos huesos limpios y desnudos, la hacen hervir de este modo»
(Heródoto, IV, 61)
(Izquierda, una muestra de street art 3D, de Eduardo Relero. Debajo, derecha, una gráfica hoja de Lorenzo Durán)
La ley del menor esfuerzo empuja a todo bicho viviente a echar mano de los recursos más fácilmente accesibles. Ello hizo que en cuestión de caldear los hogares para la preparación culinaria, y los hornos para la producción cerámica y metalúrgica, el hombre fuese mucho antes maderero que minero. Y tal importancia tuvo este aspecto de la actividad humana que se cree que el nacimiento de Argos (ver plano del punto 1), la ciudad más antigua de Grecia y patria de los Argonautas que trajeron el Vellocino o Toisón de Oro, giró alrededor de la metalurgia del bronce, potenciada por su abundancia en una madera muy apreciada por su poder calórico: el aliso.
Éste es un árbol que crece en zonas húmedas; y en
la Argólida, la región bajo la influencia de Argos, se daba en natural
asociación con el fresno, un árbol muy vinculado a la mitología del fuego,
pues, como cuenta Robert Graves, «el fresno, el árbol precedente de la misma
serie que el aliso, se dice que "corteja al relámpago", y los árboles
heridos por el rayo fueron la fuente de fuego para el hombre primitivo».
Así pues, parece ser que la primera ciudad griega,
siempre que consideremos como ciudad propiamente dicha aquella que da cobijo a
un mercado (en este caso, el mercado metalúrgico), fue fundada hace 4.000 años
por un tal Foroneo:
«El primer hombre que fundó y pobló una ciudad con
mercado fue Foroneo, hermano de Io e hijo del dios fluvial Inaco y la ninfa
Melia; posteriormente cambió su nombre, Forónico, por el de Argos. Foroneo fue
también el primero que aprovechó el uso del fuego, después de haberlo robado
Prometeo. Se casó con la ninfa Cerdo, gobernó todo el Peloponeso e inició el
culto de Hera» (Higinio: Fábulas 143 y 274)
También se comprende que la producción del hierro y
el acero acabase con el ecosistema maderero suministrador del combustible: los
bosques de la zona mediterránea y del Oriente Próximo y Medio.
Y es que el acero no habría sido viable sin el
poder calórico y la "contaminación" físico-química del carbón
mineral. De hecho, nuestra civilización al completo tampoco hubiera sido
posible sin el poder calórico y la contaminación del carbón mineral. En su
origen la historia del carbón estuvo indisociablemente vinculada a la del
hierro, y las minerías de ambos elementos avanzaron sincronizadamente hasta dar lugar a la
Revolución Industrial del siglo XVIII.
Pero en sí, la piedra de carbón o carbón mineral estuvo clasificada más bien entre las rarezas de la naturaleza hasta casi el
siglo XII, según veremos ahora.
Sin embargo, el acero —el hierro por excelencia— se
inventó por casualidad. Ocurrió un buen día al calentar el hierro en un lecho de carbón en
el cual se lo arropaba con el fin de suministrarle el mayor calor posible. Así,
en los hornos estudiados en la Palestina del primer milenio se enterraban las
barras de hierro en lechos de carbonilla durante una semana sometiendo al
conjunto a temperaturas de unos 1000º C. Se comprende que no abundaran
precisamente las herramientas de acero, y que éstas tuvieran un exclusivo
destino bélico.
(Izquierda, Brasas en la herrería, de Andrii Kulygin. Derecha, instantánea minera de Navesh Chitrakar)
(Izquierda, Brasas en la herrería, de Andrii Kulygin. Derecha, instantánea minera de Navesh Chitrakar)
Los antiguos desconocían el carbón mineral
propiamente dicho. De hecho, cuando se tropezaron con él en sus viajes a
"tierra de bárbaros" no supieron reconocerlo, como demuestra el
comentario de Heródoto que cierra este punto, en el que, relatando ritos
purificadores de los escitas con cannabis, habla de "unas piedras hechas
ascua" y "piedras penetradas del fuego".
Una de las primeras menciones al carbón mineral nos
la facilita Teofrasto:
«Estas piedras que
sacan excavando por su utilidad se llaman carbón y son de naturaleza terrosa.
Ellas prenden y el fuego las consume como los carbones vegetales. Se las
encuentra en Liguria en el mismo lugar que el ámbar y también en Elea yendo
hacia Olimpia a través de las montañas. Los que trabajan los metales fundidos
las usan» (Lapidario)
Y parece que esas piedras de naturaleza terrosa son
más bien lignito, término derivado de 'lignus', leña, una petrificación por compresión
de la turba (del antiguo inglés 'turf', pedazo de césped). Aunque su poder calórico es el menor entre los carbones minerales,
resulta fácilmente accesible debido a que sus yacimientos son bastante
superficiales.
Tal circunstancia no se da en la antracita ni en la
hulla o carbón bituminoso (del fráncico 'hukila', terrón, emparentado con el neerlandés 'heukel', montón de heno), lo cual exige su explotación en mina, motivo por el
que estas dos variedades, sobre todo la antracita, fueron confundidas muchas
veces con otros tipos de piedras semipreciosas como el granate la obsidiana o
la espinela… que eran el objetivo realmente ansiado por los mineros antiguos.
(Examen de minerales por un estudioso y dos mineros: Lapidario de Alfonso X el
Sabio de Castilla)
Los antiguos no clasificaban los minerales por su composición,
sino por su aspecto; ello impidió la consideración del carbón mineral como combustible. De igual
manera y por los mismos motivos llamaban carbúnculos o carbunclos (por su
similitud con las brasas) a piedras de diferentes tonalidades como el zafiro el
rubí o el topacio.
Así es que se continuó utilizando el lignito en las
herrerías hasta que a base de ensayo y error fue sustituido progresivamente por
la hulla y la antracita.
Se da la circunstancia de que el carbón mineral, en
sus variantes de hulla, antracita y lignito, no se empezó a explotar con
intensidad hasta el siglo XII, hacia el año 1113. De hecho, el latín 'carbo-
carbonis' significa propiamente carbón vegetal, siendo el griego 'ánthrax-
ánthrakos' la raíz del término utilizado para el carbón mineral, origen tanto
de antracita como de ántrax (carbunclo ―o sea carboncillo― maligno), que
alcanzaron su apogeo en las fundiciones de la Revolución Industrial.
Y fueron los monjes del monasterio de Klosterroda, en el
ducado de Limburgo, una de las doce provincias que conforman el reino de los
Países Bajos, los primeros en practicar la minería de la hulla en todo el
mundo, si bien en la abadía inglesa de Peterborough se quemaba hulla
superficial desde el año 850.
Hasta el s.XII el combustible empleado en los hogares humildes era la bosta (del latín tardío 'bostar', establo de bueyes), el estiércol de vacas y bueyes, una tradición que hoy se continúa conservando en la India, también como pavimento allanado y enlucido de paredes… Y es que, en el siglo XXI la bosta se sigue utilizando en gran parte del mundo civilizado (civilizado, hoy, es todo aquel que procura vivir sin perjudicar al planeta):
«… Y en medio de
aquella estufa de lana tupida meten un brasero en forma de esquife y dentro unas
piedras hechas ascua, todo con el fin de sahumarse como diré más adelante… Del
mencionado cáñamo toman, pues, la semilla los Escitas impuros y contaminados
por algún entierro, echándola a puñados encima de las piedras penetradas del
fuego, y metidos ellos allá dentro de su estufa…» (Herodoto, IV, 73)
4 El filo del acero
«Se ha notado ya que, por su construcción, las
espadas galas sólo tienen eficaz el primer golpe, después del cual se mellan
rápidamente, y se tuercen de largo y de ancho de tal modo que si no se da
tiempo a los que las usan de apoyarlas en el suelo y así enderezarlas con el
pie, la segunda estocada resulta prácticamente inofensiva» (Polibio: Historias, Libro II)
Hablábamos en la entrada anterior acerca de la
cantidad de experimentos a ciegas que se debieron de llevar a cabo a fin de
obtener un producto más resistente y sobre todo más afilado que el bronce. Y es
que el hierro convencional se diferencia del acero por contener éste un máximo de
un 1,5% de carbono, aspecto que le hace forjable; sin embargo… es preciso que
tenga un mínimo de 0,03% para poder darle temple.
Eran unos estrechos límites
buscados a ojo y guardados en estricto secreto. Véase como indicio de los ensayos
realizados en cada zona, tratando el hierro y en pos del acero, los parágrafos
de Polibio que dan color a este apartado. Se refieren ya a temas militares situados
a lo largo del siglo -III, es decir, con casi dos milenios de ensayos
ferroso-férricos a las espaldas.
Y si la tenacidad del acero se debió al recalentamiento
del hierro en un lecho de carbón, su flexibilidad se la confirió el ser
enfriado repentinamente con agua. Mejor dicho con orina (se dice que con orina
infantil de niño pelirrojo), a juzgar por algunos relieves hallados en tumbas de niños explotados
en las forjas del Imperio, como muestra la imagen de la derecha. Este último hecho fue al que
los antiguos atribuyeron las propiedades tenaces pero flexibles del acero, y no
su contacto con el carbono.
Incluidas las menores, se investigó la
influencia de todo tipo de aguas en el templado de las armas forjadas. Sobre
todo porque el agua siempre ha gozado de un carácter mágico, desde los orígenes
de todas las culturas hasta el cristianismo, que continúa hisopeando el agua
bendita:
«El agua superior representará el papel del hombre;
la inferior el de la mujer» se dice en el Libro de Enoch, de la misma forma que
los metales también eran clasificados en machos y hembras.
(Dos instantáneas que hablan por sí solas: izquierda, de Gerard Julien; debajo, derecha, de Legnan Koula)
Ahora bien, si el temple de una espada era considerado como una unión del fuego y el agua, una vez que se dominó la cuestión porcentual de carbono, lo que más diferencia a unas variedades de acero de otras es, como dice Plinio, la calidad del agua en la que se enfría el metal cuando está al rojo.
Ahora bien, si el temple de una espada era considerado como una unión del fuego y el agua, una vez que se dominó la cuestión porcentual de carbono, lo que más diferencia a unas variedades de acero de otras es, como dice Plinio, la calidad del agua en la que se enfría el metal cuando está al rojo.
El agua, que es de diferente composición en cada
lugar en función de los terrenos que atraviesa, es la que ennoblece a algunas
localidades por la excelencia de su hierro, como la legendaria Bilbilis,
situada cerca de Calatayud, que utiliza las aguas del rio Salo, o como Turiasso,
próxima a la actual Tarragona.
En general, los romanos estaban seguros que era en
gran parte el agua lo que hacía inigualables las espadas iberas:
«Los celtíberos difieren mucho en la preparación de
las espadas. Tienen una punta eficaz y un doble filo cortante, por lo cual los
romanos, abandonando la espada de sus padres, desde las guerras de Aníbal las
cambiaron por las de los iberos. Y también adoptaron su fabricación, pero la
bondad del hierro y el esmero de los demás detalles apenas han podido imitarlos»
(Suidas)
Pero lo que sobre todo se buscaba del hierro era lo
que los romanos llamaban la strictura, es decir su posibilidad de convertirse
en acero estrecho, es decir, cortante, con filo (término derivado, por
comparación, de hilo). No por nada el acero,
cuando la industria férrica se perfeccionó lo bastante para su obtención,
recibió su designación de la propiedad fundamental para el uso al que se destinaba:
'acies', filo.
Tal nombre, acies, se lo pusieron los muy
pragmáticos romanos; los griegos, que ya en la época homérica conocían la
diferencia entre hierro y acero, se habían atenido más bien a su aspecto
tecnológico, denominándolo 'stómoma', derivado de 'stomoo', "dar temple a
un instrumento cortante", con raíz en 'tómos', tomo, fascículo, pero propiamente, pedazo cortado.
Igualmente, los egipcios habían investigado cómo
conseguir acerar (en su sentido de afilar) el bronce, logrando ciertas dagas y
cuchillos por el procedimiento de un enfriado muy lento.
«… Luego sacó Aquiles azulado hierro para los arqueros, colocando en el
circo diez hachas grandes y otras diez pequeñas. Clavó en la arena, a lo lejos,
un mástil de navío después de atar en su punta, por el pie y con delgado
cordel, una tímida paloma; a invitóles a tirarle saetas, diciendo:
"El que hiera a la tímida paloma llévese a su casa todas las hachas
grandes; el que acierte a dar en la cuerda sin tocar al ave, como más inferior,
tomará las hachas pequeñas"» (Homero: Ilíada, XXXIII, 850)
«Los celtíberos usan espadas de dos filos fabricadas de hierro
excelente… Tienen un modo sigular de prepararlas… Entierran láminas de hierro
hasta que con el tiempo la parte débil consumida por la herrumbre se separa de
la parte más dura; las armas así fabricadas cortan todo lo que se les opone. Ni
escudo, ni casco, ni hueso resisten a su golpe por la extraordinaria dureza del
hierro» (Posidonio, V, 33)
Y la moderna y elegante
palabra siderurgia, con la nos
referimos a la tecnología específica del acero, está formada por los términos
griegos 'sideris' y 'ergon'; 'ergon' es significante de obra, y origen de la ergonomía,
ciencia, o así, que se preocupa de la relación entre la fisiología del
trabajador y las herramientas que maneja, y que proporciona ratos muy
divertidos en las reuniones de los sindicatos con la patronal.
En cuanto a 'sideris',
significa constelación, estrella, pues el espacio sideral es el lugar de procedencia del
único hierro conocido durante muchos siglos, el meteorítico, como vimos en la entrada anterior. Además, existe
una planta denominada siderita la
cual recibe el nombre de su antiguo uso como cicatrizante de heridas de armas
de hierro.
«Los romanos entonces acudieron al combate cuerpo a
cuerpo y los galos perdieron en eficacia, al no poder combatir levantando los
brazos, que es la costumbre gala, puesto que sus espadas no tienen punta [y
haber resultado melladas tras los primeros golpes]. Los romanos en cambio, que
utilizan sus espadas no de filo, sino de punta, porque no se tuercen, y su
golpe resulta muy eficaz, herían, golpe tras golpe, pechos y frentes, y mataron
así a la mayoría de enemigos» (Polibio: Historias,
Libro II)
5 El Hierro occidental
«Tarsis traficaba contigo [con la ciudad de Tiro]
en abundancia de todas las riquezas; en plata, hierro, estaño, y plomo, dio en
tus ferias. Javán, Tubal, y Mesech [ambas asociadas en la Cilicia], tus
mercaderes, con hombres y con vasos de metal, dieron en tus ferias. De la casa
de Togorma [tártaros], caballos y caballeros y mulos, dieron en tu mercado.
Asimismo los de Vedán y Javín de Uzal [Yemen] dieron en tus ferias, para
negociar en tu mercado de hierro labrado, mirra destilada, y caña aromática…» (Libro de Ezequiel, 27-12)
«En cuanto a la riqueza de sus metales no es
posible exagerar el elogio de Turdetania y de la región colindante. Porque en
ninguna parte del mundo romano se ha encontrado hasta hoy ni oro, ni plata, ni
cobre, ni hierro en tal cantidad y calidad...» (Estrabón, III, 2, 8).
(Izquierda, foto extraída de Tharsis, historia minera)
Más o menos hasta la
época en que se empieza a fijar por escrito tanto el libro de Ezequiel cuya
cita abre este punto, como el resto de las tradiciones orales, es decir, hacia
aproximadamente el año -800, en Europa central y septentrional el
hierro no empieza a sustituir al bronce (la soldadura ~en origen, solidadura~ no sería inventada hasta
el -692 por el escultor griego Glauco, de Quíos).
Sin embargo, el profeta Ezequiel, en su diatriba
contra la enemiga ciudad fenicia de Tiro (que abre este punto), también menciona incluso a la
meridional y muy occidental Tarsis, capital del hispánico ~hablando en futuro~
reino de Tartessos como proveedor de hierro a los fenicios. Igualmente menciona
a Javán, designación con la que señala a pueblos del ámbito mediterráneo
cretense y egeo.
« Creta, las islas Cícladas y Micenas habían sido
durante toda la Edad del Bronce del Egeo las intermediarias entre las
sociedades de la costa sirio-palestina y Egipto y el continente europeo aún en
pleno Calcolítico, y controlaron las rutas comerciales con un gran desarrollo
de la navegación.
Entrado el milenio –I las comunidades prehistóricas
del Mediterráneo central y occidental se ven influenciadas por las sociedades
históricas del Mediterráneo oriental a través de lo que llamamos
colonizaciones, que suponen el primer contacto con poblaciones fenicias y
griegas que fundan factorías y colonias, instalándose los comerciantes de
manera estable en las regiones indígenas» (Ana Fernández Vega: Prehistoria II,
Las sociedades metalúrgicas)
Pero también es importante la innovación a partir de ese vivero de pueblos que se extiende tras los Urales. Nos cuenta Robert Graves que «el
hierro llegaba a Creta por Frigia desde lugares más lejanos de la costa
meridional del Mar Negro; y Celmis, que era una personificación del hierro
fundido, tenía que ser odiosa para la Gran Diosa Rea, patrona de los metalúrgicos
del bronce, cuya decadencia religiosa comenzó con la fundición del hierro y la
llegada de los dorios armados con armas de hierro» (Los mitos griegos).
Desde el siglo -X dejan de fabricarse armas de
bronce en Grecia. A partir de entonces, la difusión de su técnica se produciría
por la ruta de los Balcanes y la cuenca del Danubio hasta alcanzar la zona de
máxima concentración de hallazgos de hierro en época temprana: los Alpes
orientales. Desde aquí el paso a Europa occidental estaba asegurado por las
tradicionales vías de penetración fluvial: el Rin, el Loira y el Elba.
Las regiones centrales y septentrionales de Europa estaban habitadas por celtas y germanos, pueblos que se organizaban en tribus y familias, para estructurarse luego en estirpes. Los celtas se asientan durante la primera edad de hierro en Alemania central y meridional, Baviera, Württemberg, Baden, Turingia y el Alto Palatinado. La cultura que desarrollan recibe posteriormente el nombre de La Tène.
A ésta le había precedido la época de Hallstatt, en la alta Austria, y que
duró nada menos que unos 750 años, entre los siglos –XII y -V.
En la zona próxima a Salzburgo, "burgo de la
sal", y en el cementerio de Hallstatt, hoy Salzkammergut o "cámara de
la buena sal" (más o menos), se hallaron algunas de las primeras espadas
de hierro fabricadas en Europa.
Pertenecían estas espadas a una comunidad de
mineros que explotaban las galerías de sal de roca abiertas en las laderas de Salzbergtal, o
" Valle de montaña de sal".
La sal, un producto destinado a la exportación,
promovió a Hallstatt como núcleo de un comercio de intercambio intenso de objetos
valiosos de otras regiones: espadas anatólicas, cuentas de ámbar bálticas, oro
de los Cárpatos, bronces de Etruria…
Además, el lugar dispone de buenos depósitos de
cobre, y un fácil acceso al Tirol y al resto de las regiones alpinas. Todo ello
contribuyó a que los mineros del Hallstatt dispusieran de los recursos
necesarios para dejar establecida la industria y la armamentística del hierro.(Apréciese la coincidencia del mapa de la izquierda, que corresponde a las inmemoriales rutas centroeuropeas del ámbar, con el de la derecha y sus núcleos de la cultura del hierro; pulsando sobre las imágenes pueden apreciarse con más detalle. Bajo estas líneas, herramental que forzosamente se hubo de utilizar en la Dama de Elche)
Comienza así la incorporación de Occidente a la Historia alrededor del acero y el carbón, cuya apetencia vendría incrementada sustancialmente por la invención de la pólvora (mejunje de cuya composición participa activamente el carbón) dos mil años después. Una larga andadura que culminaría con la guerra franco-prusiana, en 1870, por la posesión de las ricas minas de hierro y carbón de Alsacia-Lorena, aperitivo de la Primera Guerra Mundial como revancha de la anterior y por los mismos motivos. Pero como todo progreso político deriva del atraso de la guerra, tenemos que tras la Segunda Guerra Mundial, una revancha de la guerra anterior, se fundó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, CECA, madre de la mismísima Comunidad Europea actual.
«Luego el Pelida sacó la bola de hierro sin bruñir que en otro tiempo lanzaba el forzudo Eetión: el divino Aquiles, el de los pies ligeros, mató a este príncipe y se llevó en las naves la bola con otras riquezas. Y, puesto en pie, dijo a los argivos:
¡Levantaos los que hayáis de entrar en esta lucha! La
presente bola procurará al que venciere cuanto hierro necesite durante cinco
años, aunque sean muy extensos sus fértiles campos; y sus pastores y labradores
no tendrán que ir por hierro a la ciudad» (Homero:
Ilíada, XXIII, 826)
6 En la Civilización
de Hierro
«Y
luego, ya no hubiera querido estar yo entre los hombres de la quinta generación
sino haber muerto antes o haber nacido después; pues ahora existe una estirpe
de hierro. Nunca durante el día se verán libres de fatigas y miserias ni
dejarán de consumirse durante la noche, y los dioses les procurarán ásperas
inquietudes… El padre no se parecerá a los hijos ni los hijos al padre; el
anfitrión no apreciará a su huésped ni
el amigo a su amigo y no se querrá al hermano como antes. Despreciarán a
sus padres apenas se hagan viejos y les insultarán con duras palabras,
cruelmente, sin advertir la vigilancia de los dioses, y unos saquearán las
ciudades de los otros… La justicia estará en la fuerza de las manos y no
existirá el pudor; el malvado tratará de perjudicar al virtuoso con retorcidos
discursos y además se valdrá del juramento….» (Hesíodo: Trabajos y Días,
174-195)
Es seguro
que las reflexiones de Hesíodo que encabezan esta entrada no sólo están basadas
en que el pobre filósofo no sabía de dónde salían los antecitados "pueblos
del mar" así como las mortíferas oleadas invasoras que les antecedían,
acompañaban y continuaban. Pero también, y sobre todo, porque en todo el mundo conocido
entonces se apreció una radicalización de las costumbres en aquellas zonas en
las cuales la metalurgia del hierro ejerció su influencia
"civilizadora".
Durante el paleolítico superior los miembros de las
diferentes familias habían disfrutado aún de idénticos derechos pero, apoyándose
en el uso del bronce y afianzándose con el del hierro, llegó a generarse una
clase aristocrática cuyo liderazgo ejercen los caudillos (del latín
'capitellum', cabecilla, un diminutivo de 'caput', cabeza).
Se produce así la desarticulación de los lazos del
clan acelerada por las agitaciones políticas y militares, uno de cuyos ejemplos
más conocidos, gracias a la Biblia, es el del pueblo de Israel en su cesión del
poder detentado hasta entonces por los Jueces (presidentes del consejo de
ancianos de la tribu, con la función de conservar las tradiciones) a manos de
los Reyes (guerreros experimentados), transferencia política ocurrida en esta
época. Por vez primera se da la aparición de un individualismo crudo al margen
de las relaciones tribales; el campesino rico hace siervo al pobre, y el ladrón
principesco domina a los jefes de la tribu. Son los frutos de los metales:
(Izquierda, flash de Cecilia Orueta. Derecha, sepulcro de un centurión romano que muestra orgullosamente su cota de mallas, su casco y sus grebas)
La expansión de las herramientas y armas de hierro empezó a degradar sutilmente la vida de los hombres en la guerra y en el trabajo, abarcando una tras otra las esferas de la actividad humana y extendiéndose cada vez más por toda la geografía. Una nueva disciplina completamente diferente parece haberse impuesto sobre los agricultores, con el crecimiento del grano por vez primera fuera de las zonas fluviales, zonas que habían sido las únicas susceptibles de cultivo antes de la introducción de los aperos de hierro.
La expansión de las herramientas y armas de hierro empezó a degradar sutilmente la vida de los hombres en la guerra y en el trabajo, abarcando una tras otra las esferas de la actividad humana y extendiéndose cada vez más por toda la geografía. Una nueva disciplina completamente diferente parece haberse impuesto sobre los agricultores, con el crecimiento del grano por vez primera fuera de las zonas fluviales, zonas que habían sido las únicas susceptibles de cultivo antes de la introducción de los aperos de hierro.
Los efectos fueron muy variados y solamente
comparables con la Revolución Industrial que tuvo lugar veinticinco siglos
después. (Karl Polanyi: El sustento del hombre).
«El escudo del hastati romano tiene una orla de hierro que defiende contra golpes de espada y protege el arma misma para que no se deteriore cuando se deposita sobre el suelo, pues está formado por dos planchas encoladas con pez de buey, la exterior es de lino y la interior de cuero de ternera. Tiene ajustada una concha metálica (umbo) que lo salvaguarda contra piedras, lanzas y, en general, contra choques violentos de proyectiles.
A este escudo le acompaña la espada, que lleva colgada sobre la cadera derecha y que se llama "hispana". Tiene una punta potente y hiere con eficacia por ambos filos, ya que su hoja es sólida y fuerte. Hay que añadir dos venablos (pilum), un casco de bronce y unas tobilleras…» (Polibio: Historias, Libro VI)
7 El Infierno de Acero
«… Y Joab batió á Rabba, y destruyóla. Y tomó David
la corona de su rey de encima de su cabeza, y hallóla de peso de un talento de
oro, y había en ella piedras preciosas; y fue puesta sobre la cabeza de David.
Y Además de esto sacó de la ciudad un muy gran despojo. Sacó también al pueblo
que estaba en ella, y cortólos con sierras, y con trillos de hierro, y segures.
Lo mismo hizo David á todas las ciudades de los hijos de Ammón» (Paralipómenos o Libro de las Crónicas,
20-3)
Según
cuenta Mircea Heliade, a lo largo y ancho de la India, zona en la que según
algunas tradiciones se fundió primeramente el hierro en toda la Tierra, la
mitología de diversas tribus enseña que el humo de aquellas primeras herrerías
le resultaba muy molesto al Ser Supremo; y el Ser Supremo envió a sus
mensajeros a fin de advertir de ello a los implicados, los cuales respondieron
que la metalurgia era su ocupación favorita, y optando a continuación por
mutilar a los mensajeros.
Semejante
ofensa enfureció al Ser Supremo, quien se vengó cumplidamente, como no podía
ser por menos. En indujo mediante engaños a los propios herreros para que se
introdujeran en el horno por su propio pie.
Esta
evocadora imagen (el primer caso documentado de polución ambiental: el cambio
climático no empezó ayer) forma parte del dominio del fuego común al mago, al
chamán y al herrero, que fue considerado en el folklore cristiano como obra
diabólica (una de las figuras más populares presenta al Diablo arrojando fuego
por la boca, luego traspuesta a los dragones), y que sería adoptada un milenio
y medio después para configurar el mundo infernal de nuestras religiones:
«Estos
mitos nos llaman la atención por el odio al hierro y a la metalurgia. A juicio
de los amenazados pueblos vecinos, los herreros encontraron en el fuego de sus
hornos una muerte merecida por su impiedad. Se adivina en este odio al trabajo
del herrero la misma actitud negativa y pesimista presente en la teoría de las
edades del mundo, que recuerda Hesíodo, y en la cual la edad del hierro es
considerada como la más trágica y al mismo tiempo la más vil.
(Abriendo este punto un estremecedor flash de Fabrizio Bensch; debajo, derecha, fotografía de Josh Edelson; bajo estas líneas, un mundialmente famoso Banksy; bajo él, Maniobras en los Altos del Golán, de Menahem Kahana; y a derecha e izquierda dos fotogramas de las fraguas de Vulcano pertenecientes a Las aventuras del Barón Munchausen, de Terry Gilliam)
Tal actitud supone un fundamento histórico. La Edad del Hierro se ha caracterizado por una sucesión ininterrumpida de guerras y masacres, por la esclavitud en masa y por un empobrecimiento casi general. En la India, como en los demás sitios, hay una mitología que solidariza a los trabajadores del hierro con las diversas categorías de gigantes y demonios: todos son enemigos de unos dioses que representan otras 'edades' y otras tradiciones… además de estar sus manipulaciones asociadas con la necesidad de ofrecer sacrificios humanos a los hornos de acuerdo a unas características particularmente crueles:
Tal actitud supone un fundamento histórico. La Edad del Hierro se ha caracterizado por una sucesión ininterrumpida de guerras y masacres, por la esclavitud en masa y por un empobrecimiento casi general. En la India, como en los demás sitios, hay una mitología que solidariza a los trabajadores del hierro con las diversas categorías de gigantes y demonios: todos son enemigos de unos dioses que representan otras 'edades' y otras tradiciones… además de estar sus manipulaciones asociadas con la necesidad de ofrecer sacrificios humanos a los hornos de acuerdo a unas características particularmente crueles:
Y es que el
horno era conceptuado como una matriz que sustituía a la Madre Tierra y en la
cual los minerales eran embriones que concluían su proceso de maduración como
metal. Los sacrificios de fetos preferentemente humanos verificados con tal
ocasión serían, por tanto, comparables a los sacrificios obstétricos mediante
los cuales el feto transfiere su reserva intacta de vida a la operación
metalúrgica» (Mircea Eliade: Herreros y alquimistas).
El horno metalúrgico y el Infierno, parábolas y
símbolos de nuestra Civilización de Hierro.
«CIERTAMENTE la plata tiene sus veneros, y el oro
lugar donde se forma. El hierro se saca del polvo, y de la piedra es fundido el
metal. A las tinieblas puso término, y examina todo a la perfección. Las
piedras que hay en la oscuridad y en la sombra de muerte. Brota el torrente de
junto al morador, aguas que el pie había olvidado: Sécanse luego, vanse del
hombre. De la tierra nace el pan, y debajo de ella estará como convertida en
fuego. Lugar hay cuyas piedras son zafiro, y sus polvos de oro. Senda que nunca
la conoció ave, ni ojo de buitre la vio…:
Empero ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Y dónde
está el lugar de la prudencia?...» (Libro de Job, 28)
Sed buenos..., si podéis.
Pero seremos mejores si no
olvidamos que «La ignorancia es el infierno» (Amalric de Bène)
1 comentario:
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